POLÍTICA

Brújula electoral

Brújula electoral

Si la pérdida de la noción del lugar en donde estamos es grave en lo personal, pues en una expedición es fatal.

El hecho de que una multitud no sepa con certeza el rumbo que debe tomar, trae angustia, nerviosismo y miedo colectivo.

Afortunadamente, la evolución humana propició que alguien inventara la brújula y con su ayuda, actualmente los participantes de toda expedición pueden evitar esa horrible sensación de no saber hacia dónde avanzar.

Por eso la brújula debe cuidarse con celo. Es de hecho el elemento más importante en una travesía; debe guardarse y llevarse en un estuche a prueba de aire, fuego, agua y polvo. Así de importante es.

Pero la condición humana es variable en las porciones de inteligencia que cada individuo posee y de ahí surge la lamentable postura de algunos personajes que ya sea por orgullo, complejo de superioridad o vanidad, sienten que ellos sin brújula, pueden atravesar desiertos y selvas.

Y poco importaría ese irresponsable razonamiento si fueran a ir solos. Total, con esa mentalidad, si se pierden y nadie los encuentra no pasa nada. Pero resulta que algunos de ellos ya fueron investidos con la toga que solo le es permitido usar a los iluminados; son hombres y mujeres destinados a ser la brújula de un contingente numeroso de personas que les ha entregado la confianza para llegar a su destino.

Bueno, pues hoy todos los mexicanos amanecimos con la brújula electoral averiada.
Despertamos leyendo, viendo y escuchando que las dos instituciones que son la parte más importante de la brújula que nos debe guiar en la dirección correcta hacia el éxito del proceso electoral más complejo de nuestra historia, se descompuso.

¿Y ahora?

Pues a reclamar.

¿O será más cómodo quedarnos callados?

A lo mejor sí. Para evitar que nos tilden de locos primero, porque nuestra estatura ciudadana empequeñecida por el metro con veinte centímetros que tienen todos los templetes de los candidatos, es el primer indicador de que no somos iguales que ellos. Ellos son más iguales.

Luego, porque no tenemos enfrente un micrófono con un dado atravesado en medio con las siglas de una corporación informativa de presencia global; y, para rematar, no estamos afiliados a una ONG con peso ciudadano suficiente, para despotricar sin freno, aunque no se tenga ni la más remota idea de lo que significa trabajar en la responsabilidad de conducir un proceso electoral.

Pero aquí va mi opinión.

Ahí en el Salón Juárez del Palacio de Covián, conocido como la Secretaría de Gobernación, existía (o debe de existir) una gran mesa y alrededor de ella se sentaban los Presidentes y los Representantes de los Partidos Políticos con el Director General del Registro Nacional de Electores y el Secretario de Gobernación. Se llamaba Comisión Federal Electoral.

Se reunían ahí, porque los comicios son un asunto de política interior de primera importancia y el responsable de que los procesos electorales se conduzcan con la solemnidad republicana que exige todo ejercicio democrático en territorio nacional, es el Secretario de Gobernación.

Pero, un día se salieron de ahí. Se cambiaron el nombre. Y poco a poco la independencia creció a la par del presupuesto mientras que la transparencia mermó tanto, que hoy vemos la prueba de ello.

Poco a poco sintieron que se mandan solos y entonces para darle validez a lo que antes se dirimía en aquel Gran Salón Juárez en media hora, los mexicanos tuvimos que erigir un Tribunal especial, que precisamente hoy en la mañana, ya se salpicó irreversiblemente con el estiércol de la duda ciudadana.

Una duda que ofende, y mucho, a todos los mexicanos.

Ahora bien, si de ahorros habláramos, ciertamente sería menos costoso regresar a aquel sencillo esquema que Don Jesús Reyes Heroles condujo con sabiduría.

Pero no. No hablamos de ahorro. Hablamos de dignidad republicana. No se rían. Es en serio, sí existe esa camiseta.

Es igual a las que obsequian los candidatos, con la diferencia de que está reservada para los servidores públicos responsables y se lleva puesta con honor cuando se contesta un teléfono, cuando se saca una fotocopia, cuando se barre la entrada, cuando se redacta una agenda, cuando se deja la oficina hasta que el trabajo se termine, cuando se respetan los acuerdos, cuando no se toma partido en razón de la investidura, cuando se sabe ser subordinado, y sobre todo, cuando se sabe guardar silencio ante las ofensas y los dimes y diretes.

Usar la camiseta de servidor público de esa talla, requiere tener imaginación responsable para medir a priori el grave daño que se le hace a la nación cuando se pierden los estribos o se toma partido.

Ahí está la brújula electoral de los mexicanos, toda deshecha. Pero aun así creo que no todo está perdido; México tiene reservados caminos institucionales prudentes que conducen al orden y al respeto a los electores.

Existe un mapa que guarda todo el acervo y la experiencia de nuestra nada fácil historia democrática; esa sabiduría acumulada está bajo la custodia de Bucareli. Ahí está la solución.

La brújula electoral no jaló. La descompusieron y sirvió para dos cosas. Lástima, porque es carisisísima.



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Moisés Abel  García

Moisés Abel García

Analista Político. Consultor en International Megatrends de México

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