LO DE HOY
Bien Vale un Escupitajo
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Una larga vida de eficacia y complicidad políticas colocan hoy a Ebrard en la antesala de un cambio de cachucha para poder jugar sin tapujos el papel de corcholota designada.
Entrelazando
El inquilino de Palacio Nacional a fin de poder estar en boca del pueblo sabio y de los opinadores, tuvo a bien adelantar el reloj político del 2024, para que las corcholatas destapadas por él se apegaran a su manto protector y los opinadores se entretuvieran en “analizar” quién es el gallo o la gallina que será favorecido por su dedo flamígero.
Pero, en ese andar hay dos corcholatas que se niegan a acatar las reglas del jefe y hacen que la virgen les habla.
Ricardo Monreal, a quien su calidad de Senador y de representar al poder legislativo le da un margen de maniobra para levantar la voz y auto postularse como aspirante presidencial de Morena, teniendo como estrategia: amagar a su jefe con la mano derecha y con la mano izquierda reiterándole su acatamiento.
A diferencia de Marcelo Ebrard, sin necesidad de levantar la mano, está apuntado de manera natural, al ser destapado por su jefe y siempre tener palabras alentadoras para su canciller.
Con ese piso de “confianza”, el carnal Marcelo se apresta a posicionarse en el ánimo de los morenistas y traza su ruta del 2024 con base a lo que carga en el bolsillo: la complicidad y su imagen de político “eficiente”.
Con esas canicas se apresta a dar la pelea.
A lo largo de su vida pública ha aprendido de las enseñanzas de su maestro Manuel Camacho, que no todo en política es talento y rectitud, que para ganarse la voluntad del jefe es necesario, también, ganarse su confianza, y ésta se gana, siendo “cómplice” del jefe en el manejo de sus intereses.
Bajo esa escuela transitó el “Carnal”, primero, como priista y, luego, como “izquierdista”, ante el frentazo que vivió su mentor Manuel Camacho al no verse favorecido por Salinas en la sucesión del 94.
Pero la mejor divisa del “carnal” en la era del salinismo fue conocer y tratar a Andrés Manuel López Obrador, a quien consintió y apapachó en su responsabilidad de Secretario de Gobierno, del Gobierno capitalino para que sus “protestas” en el Zócalo del entonces Distrito Federal se apegaran al libreto de la “complicidad”, para que: el caos se tradujera en gobernabilidad.
Con el empujón de Manuel Camacho, al declinar a favor de López Obrador a la Jefatura de Gobierno en el 2000, allanó el camino para cimentar el piso de “amistad” del carnal Marcelo con su nuevo jefe Andrés Manuel y formar parte de su Gobierno en la Ciudad de México, como Secretario de Seguridad Pública.
En la vida como en la política los gestos se pagan con gestos y esto mismo hizo López Obrador con el carnal Marcelo, ante el linchamiento de policías en la Delegación Tláhuac, rescatarlo del escarnio y darle una aureola dónde se luciera y se placeara como Secretario de Desarrollo Social a lo largo y ancho de la Ciudad de México.
A partir de ese momento sus lealtades se trasmutaron, dejando su corazón para su maestro Manuel Camacho.
Como diría Enrique IV “París vale una misa”; para el carnal Marcelo: “Un Escupitajo, Vale el Gobierno Central”
Y ese escupitajo sirvió para sellar un pacto de complicidad entre ambos personajes.
Ese sentido de conveniencia mutua los llevo por el mismo camino con distintas miras: López Obrador, apostando a la presidencia República y el carnal Marcelo a la Jefatura de Gobierno, en el 2006.
A partir de esa fecha los papeles se alteraron, el carnal Marcelo creció en términos de popularidad a nivel nacional por sus obras públicas realizadas, como la Línea 12, denominada “Dorada”, y por su reconocimiento internacional al ser declarado el “mejor Alcalde del Mundo”, lo puso al nivel de competencia electoral con su jefe López Obrador. Ante esa disyuntiva, el PRD decidió el método de la encuesta para elegir a su candidato presidencial, quedando López Obrador para competir en el 2012.
Pero, para el carnal Marcelo no todo fue miel sobre hojuelas, ya que Miguel Mancera, como Jefe de Gobierno, lo puso contra la pared por el tema de la Línea 12, lo que lo obligó a exiliarse del país.
Sin embargo, la fortuna política volvió a sonreírle al carnal Marcelo, al llegar López Obrador a la presidencia de la República, su amigo y cómplice de batallas comunes, lo nombró Canciller de su gobierno.
El estar en la palestra internacional le permitió nuevamente aspirar y recordar la frase de Enrique IV “París vale una Misa”, un “Escupitajo vale Palacio Nacional.
Ahora, el “Escupitajo”, tiene un doble objetivo, afianzar complicidades y mostrar sus dotes diplomáticos.
Hacerle frente al COVID-19, adquiriendo vacunas para que su jefe las manejará de acuerdo a sus intereses electorales, fue uno de sus logros en el renglón salud, así como abrir los espacios internacionales para que su jefe se placeara y “luciera” por sus propuestas “innovadoras”, le dieron un segundo momento de reconocimiento público que le valieron para que su jefe lo “exonera” de la tragedia de la Línea 12, al asumir él la responsabilidad del manejo de daños, frente al pueblo sabio y ante sus críticos. Dándole carpetazo al asunto.
Pero, para aspirar a la candidatura presidencial se requiere que el “Escupitajo”, ahora sí, le llene la pupila de que su amigo lo dejará pasar, como él lo hizo en el 2012.
Y para lograr tal hazaña debe cambiar de estafeta, los amarres internacionales sirven, pero no son suficiente, no votan, solamente influyen, por lo tanto renunciar próximamente a la responsabilidad de Canciller le dará la opción de caminar a lo largo y ancho del país, para garantizar a su jefe la continuidad de la 4t un periodo más, al ponerse la cachucha de corcholata sin tapujos.
Palacio Nacional, vale un Escupitajo, porque significa: Lograr prioridades personales, vía la complicidad y la eficiencia.
Ya se verá.
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