Epifanías

Pluralidad, tirano, pueblo

Pluralidad, tirano, pueblo

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El tirano teme a la pluralidad, por eso siempre se refiere a la unidad pueblo, no a ciudadanos ni a polis.

Pluralidad, tirano, pueblo. — El problema de todo tirano es que el poder siempre es entre una pluralidad de hombres.

El tirano teme a toda pluralidad porque ésta siempre implica al otro en igualdad de condiciones. Empezando con su libertad de pensamiento, palabra, asociación, participación, voto y petición.

El hombre solo no tiene poder, sólo control de sí mismo. El poder siempre es relación y en ella, incluso la parte más débil tiene su quantum de poder. Todo aquel que actúa despliega poder. Por eso el poder es siempre compartido, pero el tirano abomina compartir, cree que la unión lo debilita, cuando es el origen de toda res—pública.

El tirano busca tragarse todo el poder. Tarea imposible. Siempre termina reventando. La omnipotencia, sostiene Arendt, “corresponde a la inutilidad de los hombres”, los hace superfluos, los diezma y liquida en cuanto ciudadanos de una comunidad; los convierte en objetos. Si la omnipotencia divina excluye la pluralidad de dioses; la omnipotencia de un hombre limita el poder de todos, la pluralidad y la política.

En el fondo, el tirano es la negación de la política en su concepción de polis, por ello sólo puede imponerse por la fuerza: una fuerza destructora. Desconoce lo que es construir. Platón habla de un gobierno en virtud de la voluntariedad reciproca y no de una sola voluntad impuesta con violencia contra la voluntad de todos los demás. Entendiendo que la violencia no sólo puede ser física, sino también verbal, psicológica, moral y popular.

Se me dirá que si la violencia es popular ya no es de un solo hombre, pero sí, si —como suele suceder— el populacho opera como masa inconscientemente manipulada.

Y así como los judíos crearon al Dios único (omnipotente) frente a los dioses especializados en actividades de los griegos y romanos; contra la pluralidad de los hombres y el gobierno de la voluntariedad reciproca crearon el concepto pueblo para “salir del atolladero de la pluralidad y forjarse la imagen de una unidad singular. El pueblo judío así se convierte en la imagen de Adán, lo mismo que Adán (primer hombre, creado originalmente solo) era la imagen de Dios” (Arendt). La misma ecuación utiliza hoy el tirano: el pueblo como imagen de todos (pluralidad) y él como imagen y voz del pueblo.

Desconoce lo que hace a la autoridad: el reconocimiento. El poder somete, la autoridad surge del reconocimiento entre muchos.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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