LO DE HOY

Cierren las puertas, Señores

Cierren las puertas, Señores

Foto Copyright: lfmopinion.com

Máscara contra cabellera, a tres caídas y con la revocación de mandato a la vista, el pleito Scherer-Getrz-SánchezCordero, de entrada le arruinó la inauguración del AIFA a López.

“Duele más el cuero que la camiseta”, podría ser la excusa de Proceso en el pleito en las cañerías de Morena que, de paso, afecta a la casa editorial y al apellido Scherer.

Pero bien lo dijo McLuhan: “el medio es el mensaje”.

Tan es así que el propio Scherer Ibarra en la carta que publica a través de la revista Proceso, narra la entrevista que tuvieron con Gertz Manero, Jorge Carrasco, director del semanario y él.

El contexto es de todos conocido: en la versión Morena de las luchas tribales perredistas, con el agravante del poder presidencial y la cercanía de la revocación de mandato, salieron Scherer y Sánchez Moreno de sus puestos, en una decisión salomónica; se incrementaron las críticas a Gertz Manero en una fiscalía más que cuestionada; se denuncian extorsiones de un grupo de despachos ligados a Scherer; se filtra un conversación de Gertz, que lesiona la narrativa anticorrupción de la 4T y al mismo poder judicial y, ayer, Julio Scherer Ibarra, con todo el peso de Proceso por delante, acusa un “compló” en su contra de Gertz y Sánchez Cordero.

Scherer inicia victimándose de una previa persecución de Fox: “entonces viví en carne propia la persecución política y fue a partir de esa experiencia, días sin luz, que decidí luchar por una fiscalía independiente que no ampare venganzas ni intereses personales al margen de la justicia”.

Situado en el papel de perseguido y “cruzado” de la justicia en México, pondera su papel y hace pública protesta, ¡ya se andaba tardando!, de su fe lopezobradorista, ¡faltaba más!: “Estoy convencido que nuestro país ha sufrido suficientes abusos cometidos desde el poder y en nombre suyo. En esa certidumbre coincidí y coincido con el presidente Andrés Manuel López Obrador: terminar con las prácticas en las que tantos políticos, desde su ego y su perversidad, no distinguen la línea que separa el uso del abuso del poder”.

De paso fijo la línea de su narrativa y el carácter de sus enemigos: Políticos que desde su ego y perversión borran las fronteras entre el uso y el abuso del poder. Y aprovecha para distinguirse y separarse de ellos, por si acaso.

Equiparando lo que llama “los episodios vividos ahora con el fiscal Gertz Manero” con la persecución que menciona sin aclarar de Fox, pero que lo situa en el cómodo papel de perseguido, tiende un manto de pureza sobre lo que está por decir: “callada, la verdad pierde el sentido de existir”.

Y habría que preguntar si callada, también la maldad la pierde.

Y es entonces cuando se despliega en escena la trama completa. “Este es el origen de los ataques que he tenido que soportar, desde los cargos que ostentan, de Alejandro Gertz Manero en complicidad con Olga Sánchez Cordero”.

Primero las damas, parece decir, y empieza por “peinar”, como dice un clásico, a la exjefa de floreros, Olga Sánchez Cordero, “desde el inicio del gobierno (…) se dieron diferencias con la secretaria de Gobernación”. Ella, dice, “no pudo sobreponerse al desengaño” y por eso “emprendió una investigación sobre mi persona y mis actividades profesionales”. La clave aquí es sopesar la magnitud y profundidad del engaño y su autoría, antes de poder juzgar sus consecuencias: la investigación sobre Scherer, por cierto, entonces el poder tras el trono, habrá que recordar.

De fábula y calumnia califica Scherer el resultado de lo investigado, suponemos, por funcionarios de la secretaría de Gobernación en su contra en un pleito personal por un desengaño no explicado, pero, en vez, de desvirtuarlo en su méritos, lo mata con un presidencialazo: “yo mismo lo hice del conocimiento de mi jefe, el presidente López Obrador, quien le restó importancia y me recomendó hacer lo propio. ‘Son chismes’, dijo”. Y tan tan.

Pasa entonces contra Gertz Manero. Nuevamente empieza envuelto en la cruzada de las buenas intenciones: “creí en su probidad y en sus capacidades como abogado. Estaba convencido de que correspondería al proceso de transformación que transita el país –encabezado por el presidente López Obrador– salvaguardando con integridad la procuración de justicia sin distingos”.

Pero se atravesó un reportaje que Gertz “me atribuyó haber facilitado información para la elaboración del texto”. Y es aquí donde muestra las armas de Proceso que, así, toma partido bajo confesión de parte: “Tras la publicación nos reunimos con Gertz Manero el director del semanario, Jorge Carrasco, y yo. No fue capaz de entender que existe el periodismo independiente y que nada tuve que ver con el trabajo editorial de un medio de comunicación en el que sólo intervienen sus periodistas”.

Habría que preguntar que hacía el director de Proceso avalando con su presencia la defensa del Consejero Jurídico de la Presidencia, en una conversación entre dos funcionarios de alto nivel, o, si se prefiere, qué hacía el Consejero Jurídico abogando por un semanario ante el fiscal de la República. En su caso, qué hacia este último con relación a la libertad de expresión que al menos en La Constitución sigue consagrada. Finalmente, con quién hablarán hoy Scherer y Carrasco, cerrada la puerta del fiscal.

“Cegado, el fiscal optó por repasar una y otra vez un malentendido que había nacido de sus propias ganas de malentender”. Aquí suma otras cuitas, para finalmente subir el dramatismo de la escena: “entonces explotó el rencor que yo no podía imaginar y del que no ha habido vuelta atrás: vehemente, agregó a su lista de reproches que ‘sólo un favor’ me había pedido y que yo se lo había negado: impedir que su cuñada Laura Morán y la hija de esta, Alejandra Cuevas Morán, obtuvieran un amparo por la acusación del homicidio de su hermano Federico Gertz Manero, de lo que él las acusa. Lo pidió el fiscal, sí, a sabiendas de que era un acto ilegal. Colérico como es, desencajado el rostro, conforme avanzaba en los reclamos por sus asuntos personales le temblaban los labios, le temblaban las manos, le temblaba la voz”.

Nótese la forma sutil de enredar en la trama el caso de Alejandra Cuevas Morán para acusar de ilegal y luego de colérico al, hasta entonces, su amigo y protegido fiscal.

Llega así el fin del primer acto: “Al final de esa reunión, terminó desafiante: “Usted podía haber elegido entre un fiscal amigo o un fiscal enemigo”.

Ya situado Gertz entre los del “ego y la perversidad”, describe Scherer su situación: “El Alejandro Gertz que conozco hoy pretende enviarme al territorio del miedo, el que convierte todos los ruidos en gritos, todas las sombras en amenazas y a todos sus ‘enemigos’ en blancos de la ‘justicia’, su justicia”. Prácticamente haciendo equipo y hermanado con Alejandra Cuevas Morán, nos regala Julio esta pieza insuperable: “Hoy simplemente me pregunto si podrá el fiscal, obsesionado con el poder, desprenderse de su despotismo, su egoísmo y su prepotencia para dejar de utilizar sus atribuciones como instrumento de su megalomanía”.

Y termina el capítulo de Gertz citando a su padre y Bisabuelo, que han de estar revolcándose en su tumba por la trapeada que le está poniendo su descendiente al apellido y más cuando lo que cita le cae como anillo al dedo tanto a él como al fiscal, aunque si hablamos de cercanía al poder presidencial, le gana y de calle a Gertz.

Cita al padre y bisabuelo en estos términos: “—Cuando tus hijos sean grandes, diles que es de tal manera abrumador el poder de un presidente de la República que no puede permitirse un solo enemigo personal—. Lo mismo pensaría para un fiscal íntegro”.

Y diríamos, en coro, y de un Consejero Jurídico, ¡por igual!

La carta sigue sobre los asuntos y personajes con los que se ha visto involucrado y lo hace en el mismo talante de víctima y hermana de la caridad.
El hecho es que las estructuras de la 4T se remecen y desde dentro se escucha: “Cierren las puertas, señores”.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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