PARRESHÍA

El día siguiente

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El 11 de abril todo seguirá igual: mal. Pero la revocación liberó energías humanas que hallaran su asenso desde las profundidades del abismo en que nos encontramos.

Y el lunes 11 de abril México amanecerá y sabe usted qué habrá cambiado: nada.

La mañanera seguirá en su autismo triunfante e invencible —genésico de psiquiátrico, inaugurando nuevas galaxias y verdades—, con las mismas fobias, enemigos, frases, caras largas, mentiras aviesas y pendencias interminables. Obvio, las mismas culpas y culpables, la misma corrupción y las mismas excusas. Los mismos chistoretes y contorciones. Hasta Jesús Ramírez será el mismo.

Epigmenio Ibarra hará las veces de un triunfo romano y pronto estrenará otro insufrible video sobre el “México recién nacido” y firmará nuevos contratos.

La economía no habrá mejorado, tampoco la salud ni la educación; seguirán el desabasto de medicamentos y las que hay se les dejará seguir caducando en bodegas. López Gatell y la nada que cobra de secretario de salud seguirán haciendo de la ciencia genocidio. La profa. Delfina Gómez seguirá impune y los niños sin escuelas de tiempo completo; la economía acelerará su caída, la inflación se disparará aún más, el TLC entrará en ruta de colisión y las inversiones seguirán huyendo de México como quien huye en Ucrania del ejército ruso.

La hambruna se acerca.

La Suprema Corte de Justicia seguirá lamiendo su indignidad y Zaldívar luciendo su estatura.

¿La seguridad? Pa’la madre: Abrazando balazos.

¿El INE? Bajo conjura.

¿Gobernación? Hecha matraca.

Sheinbaum seguirá sin crecer, desdibujándose todos los días en repetición versión Región Cuatro de YSQ. Ebrard y Anaya seguirán filmando videos y Monreal publicará otro libro.

Los amparos y juicios internacionales contra la Ley Bartlett pondrán a México en el basurero del Estado de Derecho; el Tren Maya en el del medio ambiente; la terminal avionera venderá más tlayudas que vuelos y el Ejército pronto recogerá la basura de las calles.

Las elecciones de gobernadores pasarán como las mañaneras, con más vergüenza que interés. Morena, posiblemente con el secretario de Gobernación a la cabeza, hará ver al PRI hegemónico como una pastilla de clorato.

El petróleo seguirá al alza, pero el subsidio a las gasolinas será mayor que ella.

En fin, México perdió inicuamente el tiempo en una revocación que se estudiará en teoría política como el epítome de la locura del poder.

Pobre INE, ya sin la revocación, quedará como la obsesión de moda.

Pero recuerdo aquí las líneas de Teilhard de Chardin cuando se probó la primera bomba nuclear por Estados Unidos en el desierto —le llamaban entonces, sin los medioambientalistas, “tierras malas”— de Arizona. Decía Teilhard: “el hombre, anonadado por su éxito, se volvió pronto sobre sí mismo, y a la luz del relámpago que acababa de hacer brotar de su mano, intentó comprender lo que su obra hacía de sí mismo. Su cuerpo estaba intacto. Pero su alma, ¿Qué le había acontecido?”.

De Chardin buscaba el “impacto del invento sobre el inventor”, porque “cada uno de nuestros gestos, más cuanto más nuevo sea el gesto, repercute profundamente sobre toda la serie de nuestra interna orientación. Evadirse, engendrar, matar por primera vez: ello basta, lo sabemos, para transformar una vida. Análogamente, liberando de modo masivo, precisamente por primera vez, la energía de los átomos, el hombre no solo ha cambiado la faz de la tierra. Inevitablemente, en el corazón mismo de su ser, se da cuenta de que ha iniciado, ipso facto, una larga cadena de reacciones que, en el breve intervalo de una nueva exposición material, le ha convertido, al menos virtualmente, en un ser nuevo, que no se reconocía a sí mismono se reconocía a sí mismo.

Y en la revocación ha habido mucho de nuevo; de evasión, de engendro —en ambas acepciones del vocablo: de procreación y de criatura informe— y de muerte. La impudicia política alcanzó cotas suicidas; la evasión de responsabilidades, leyes y realidad superó toda medida conocida; se engendro todo tipo de patologías sadomasoquistas y desmesuras de poder. Finalmente se mató a la Suprema Corte, a Gobernación, a varias elecciones de gobernador, a la propia ley y se pretende hacer una ejecución pública del INE y del Tribunal Electoral, donde en procesión encabezada por Salgado Macedonio, consejeros y magistrados se llevados y conducidos “en una carreta, desnudo(s), en camisa, con un hacha de cera encendida de dos libras de peso en cada mano” al cadalso, donde les serán “atenazadas las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas”, sobre sus cuerpos “se verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumido en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento”. Tal y como Foucalt lo rescata en su libro “Vigilar y castigar”, de los procesos de la inquisición medieval.

Quizás, como entonces, la canalla brame cual hiena, pero, regresando a De Chardin, en todos estos cambios se ha liberado demasiada energía humana y ciudadana, y generado una larga cadena de reacciones que habrá de convertir al hombre en un ser nuevo que, desde lo más oscuro de su abismo se eleve a lo mejor de sí mismo.

Todo ocaso termina en aurora.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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