LETRAS

La otra soledad

La otra soledad

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Es más importante empezar por hablarse a sí mismo antes de hablar con los demás.

Roberto, un querido, entrañable y dilecto amigo (y lector), me dice que la soledad no es tan mala como la pintan, que el hombre necesita espacios para hablar consigo mismo. No puedo más que estar de acuerdo con él. No creo, sin embargo, contradecir con ello lo escrito en "Vida y soledad". Me explico: Entre las muchas locuras por las que me ha llevado la vida, un día realicé un disco con grabaciones sobre los gustos musicales de figuras del quehacer nacional. Entrevisté a políticos, líderes sindicales, cantantes, pintores, empresarios, actores, escritores y hasta uno que otro abogado. El disco fue para el aniversario de una empresa radiofónica y se regaló con ese motivo a clientes, proveedores, amigos y rémoras propias del medio. Pues bien, ahí me tienen con grabadora en riestra y circunspecta cara preguntando "Y Usted, qué música escucha". Debo reconocer que mis esfuerzos fueron gratificados con gratas sorpresas y lecciones de vida, no obstante lo soso de la pregunta. Sabían Ustedes que Echeverría es un melómano con una colección de música clásica de excepción y suele escuchar música por horas y horas a lo largo del día. Pues ahí les dejo ese trompito en la uña.

Más regresemos al tema: en eso me encontraba cuando Carlos Fuentes y José Luis Cuevas me recibieron, cada uno separado, con un tablazo en la cabeza consistente en la verdad de Perogrullo sobre que el esfuerzo creativo es profunda y forzosamente solitario. La única compañía posible mientras, escribe uno y pinta el otro, es la música y por allí se hilaron sendas entrevistas que, por cierto, me quedaron de "pelos". Lo importante aquí, pelos aparte, es resaltar la dimensión solitaria de la creación intelectual y artística. Por ello digo que no toda soledad es mala. A la que me referí en mi escrito de "Vida y soledad" es la que aísla y marchita, la que duele y angustia. Hablaba de que vivimos como en vagón de metro pero tan aislados como si cada quien estuviera preso en isla solitaria. Muy diferente es la soledad del budista que medita, del religioso que se recoge en oración, del pintor que se recrea en el lienzo, del escritor que se funde en el pliego, del músico que se desdobla en la melodía, del montañista que se encuentra en el silencio de las cumbres y de horizontes sin fin. Ninguno de ellos se siente solo, de hecho no lo está, se halla consigo mismo, cada cual con su creencia, su vocación, su divinidad, su ser. Ninguna de éstas, pues, es una soledad que disminuya y aísle, al contrario, enriquece y comunica.

Es precisamente el envés de mi ejemplo, en él vamos aglomerados en vagón de metro tan separados como las estrellas, en estos casos el individuo se puede hallar físicamente solo, pero espiritualmente acompañado tanto o más que en vagón de metro o lata de sardinas. Un querido amigo me comentaba que en el aislamiento de su celda carcelaria jamás sintió soledad, ya que siempre estuvo espiritual y anímicamente acompañado de familiares, amigos, recuerdos, antepasados y sueños. En este mismo momento estoy escribiendo en mi biblioteca pero son muchas las personas que me acompañan, me corrigen, inspiran, tachan, aprueban o desaprueban lo que escribo.

Puedo estar solo por horas, sólo con mi música, pero esa soledad no me agobia, ni me duele y menos me separa de mis seres queridos, y aún de los malqueridos (que Fox y La Pestañitas, por mencionar algunos, casi siempre me acompaña [and make my day]), antes bien me acerca, me entrega, me funde y comunica con ellos. Mi Señora se angustia porque mi hijo (pintor), según su parecer, vive solitariamente, y para mí es muy difícil hacerle ver que solo no está y que su supuesta soledad no es tal. Una psiquiatra me comentaba hace días que para escribir se requiere que la mente vibre en una determinada magnitud de onda. Y es cierto, para escribir se requiere un cierto estado mental y anímico, cuando anda uno acelerado es imposible escribir y poco aconsejable. Cuando la mente brinca de una idea a otra, como changuito en la selva, es imposible concentrarse en una idea, es entonces cuando se dice que nada le viene a uno a la mente, cuando en realidad es todo lo contrario, sobre la mente cae una avalancha de ideas y ésta es arrastrada y sacudida como por un huracán; la mente brinca febrilmente de una idea, un recuerdo, una emoción o un sueño a otro, a tal velocidad que le es imposible concentrase en nada. En ese estado la soledad es de desesperación, cuando no de locura. Por el contrario, cuando, como dicen los budistas, logra uno acallar la mente, dormir al changuito, o al menos lograr que se siente en silencio por un momento, es fácil conversar con uno mismo y eso no es soledad, es bendición.

Ahora es cuando hay que releer la cita de De Chardin, suplantando al amor con la energía, el espíritu o la divinidad que cada quien quiera: "Yo soy el verdadero vínculo del mundo. Sin mí, los seres, aunque parezcan tocarse, se encuentran separados por un abismo. En mí se juntan, a pesar del caos de los siglos y del espacio". A pesar de la soledad‚ Jesús en la cruz no estaba solo y lo sabía, de otra suerte no hubiese podido con ese cáliz (y que no se me tome por mochila, please). El problema del mundo moderno es que no sólo no podemos comunicarnos con los otros, aunque estemos ensardinados con ellos, sino tampoco podemos hablar con nosotros mismos. Y esa, es la peor de las soledades, cuando tan sólo hace falta intentarlo. Dice el Nuevo Testamento: "Pide y recibirás, toca y la puerta se abrirá". Y para que vean que más que bíblico ando sincrético, ahí les dejo otro trompo en la uña (éste no echeverríaco): "Tenemos que aspirar al equilibrio entre el progreso material y los valores éticos, entre el conocimiento y la sabiduría.

En el mundo occidental, con todo el bienestar, a menudo se esconde un gran miedo bajo la bella fachada del bienestar material, una fuerte sensación de vacío y de falta de sentido porque se toman demasiado en serio los asuntos materiales. El que sucumbe al engaño de que se puede comprar el sentido de la vida será infeliz. La técnica, la ciencia y el progreso sólo facilitan las condiciones exteriores de la vida, pero no cambian nada respecto a las cuestiones básicas del ser humano. Seguimos teniendo sufrimiento, pobreza y miedo" (SS. Daila Lama).

Si me preguntan, es más importante empezar por hablarse a sí mismo antes de hablar con los demás. Parafraseando al gordo norteño del anuncio: "Háblese".

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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