Epistola
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Las Vegas, NV, EUA.
Queridos hermanos.-
La epístola de hoy es que no hay epístola que valga. ¿Puede enseñarse el amor como se enseñan las matemáticas? ¿Puede invocársele por conjuro? ¿Puede obligársele por sentencia? ¿Puede regársele por ley? ¿Puede comprarse con dinero? ¿Puede convenirse por contrato? ¿Puede conquistarse por guerra? Todos conocen la epístola de Melchor Ocampo, pero nadie sabe si alguna vez amó.
Conocemos palabras, pero las palabras no son lo que nombran. La palabra amor no es más que una palabra. El amor, la belleza y la verdad son tres formas de designar una misma energía cósmica. La más formidable, la más misteriosa, la más innominada de las energías. Y la energía ni se enseña, ni se decreta, ni se encarcela, ni se atesora.
El amor, como la verdad y la belleza son una "tierra sin caminos".
No hay receta, ni guía, ni mapa, ni rito, ni gurú para llegar a ella. Y ella no es como un puerto al que se puede arribar y permanecer por siempre. Cada quien tiene que hallar su camino de instante a instante, e incesantemente. Y no es que el amor sea evanescente, es inconmensurable.
Querer abarcar el amor es como pretender vaciar el espacio sideral con una red de agujeros. No hay amor en el egocentrismo, no hay "mi amor" y "tu amor". Lo mío y lo tuyo mata al amor, porque el amor no se posee.
Ni siquiera puede decirse que se vive, porque la vida es del ego. El amor es como el agua en que nada el pez o como el aire que respiramos: simplemente "es".
El amor no se conquista, se libera. El amor no se busca ni se persigue: el amor florece de lo más incomunicable de nuestro ser una vez que hemos derrumbado las barreras que nos fragmentan, nos separan y nos enfrentan. Una vez que dejamos que "sea".
El verdadero amor no duele, duele el egocentrismo.
Estamos aquí reunidos para celebrar el matrimonio de nuestros querido hermanos _______ y _______; si hay alguien que se oponga a este matrimonio que calle para siempre, que este amor no es de incumbencia.
_______, ¿aceptas a ______ como tu amantísima esposa? _______, ¿aceptas a ______ como tu amantísimo esposo? Ámense pues, sin límites y sin reposo, en cuerpo y en espíritu; infinitamente, bestialmente, sutilmente.
Ámense en el alma, ámense en el amor: embriáguense de la energía del amor, consúmanse en el amor, ardan en el amor. Que sólo el amor libera.