LO DE HOY

Violencia cotidiana

Violencia cotidiana

Foto Copyright: lfmopinion.com

Nuestra sociedad está rota.

Clara Jusidman
Colaboradora invitada




La tristeza y la impotencia nos invaden por los altos niveles de violencia alcanzados en nuestro pai?s.

Mayo pasado aparece como el mes ma?s violento que hemos vivido por la cantidad de homicidios dolosos que se cometieron, mismos que continuaron en junio.

La prepotencia y la enfermedad mental de los perpetradores llevaron igual al asesinato de dos excepcionales jesuitas y de un conocido gui?a de turistas en Cerocahui, Chihuahua, a una joven cantante en el Suntory de Colonia del Valle de la Ciudad de Me?xico o a la muerte de seis polici?as por sicarios en Nuevo Leo?n.

Todos estos asesinatos son muestras del ejercicio del poder por personajes que poseen armas modernas y poderosas, son cabecillas o forman parte de los eje?rcitos del crimen organizado o tienen la certeza de que quedara?n impunes por su capacidad de corrupcio?n e influencia.

Son muestras de una sociedad rota, incapaz de poner li?mites, donde han fallado las familias, las escuelas, las comunidades mismas, pero, fundamentalmente, los gobiernos cuya principal funcio?n es proveer de seguridad a la poblacio?n.

Son tambie?n el resultado de una economi?a mundial que antepone el lucro, las ganancias y la acumulacio?n por encima de la vida y el bienestar de las personas. El e?xito material e individual por encima del desarrollo espiritual y la solidaridad comunitaria. Donde se acepta el comercio de armas, de drogas y precursores para elaborarlas, de especies en peligro de extincio?n, de pornografi?a e incluso de o?rganos humanos y de personas.

Ante un contexto tan desfavorable que podemos hacer cada uno de nosotros para empezar o intentar revertir tanta violencia en nuestro entorno.

Se dice que si se quiere cambiar una situacio?n no deben seguirse las mismas pra?cticas. Por ello seri?a u?til que cada uno revisemos los comportamientos que tenemos y que pueden contener actitudes violentas desde el trato a nuestros familiares y amigos cercanos, a nuestros compan?eros de trabajo o de escuela o a nuestros trabajadores cuando los tenemos.

Por ejemplo, revisar ¿co?mo estamos ensen?ando a nuestros hijos e hijas a resolver conflictos? ¿co?mo los resolvemos con nuestra pareja? ¿co?mo tratamos a las personas que nos prestan algu?n servicio, como los choferes del transporte pu?blico, o quienes nos atienden en fondas, restaurantes o comedores; o quienes asean las calles, ban?os u oficinas? e igual, ¿co?mo tratamos a quienes les brindamos nuestros servicios como pacientes, alumnos, pasajeros, usuarios de servicios bancarios, entre otros?

Lo ma?s frecuente es que establezcamos relaciones de poder y pensemos que estamos por encima de los otros o bien, en el otro extremo que nos consideremos como subordinados y aceptemos el trato que nos dan. Es la relacio?n del “poder sobre” donde la persona poderosa puede tratar a su gusto a las personas subordinadas: hablarles mal, darles o?rdenes absurdas, maltratarlas e incluso golpearlas, abusarlas de miles de formas como es pagarles menos por su trabajo o por sus servicios, robarles, no reconocerles sus derechos laborales, exigirles ma?s horas de trabajo y la forma ma?s frecuente, es invisibilizarlas, mostrarles que para uno no existen, que no son personas con identidad propia.

La invisibilizacio?n de los otros es una forma muy frecuente de ejercer violencia hacia los nin?os, nin?as y adolescentes, hacia los jo?venes, mujeres y personas mayores o hacia las poblaciones originarias o en general, hacia aquellas que pensamos no pertenecen a nuestro ci?rculo social por tener una religio?n u origen, un nivel socioecono?mico o un color de piel diferente.

Estas conductas de maltrato ejercidas cotidianamente van generando resentimiento, odio, deseos de venganza. Son la simiente de las violencias. Si, adema?s, ese maltrato lo recibimos una y otra vez a lo largo de nuestras vidas nuestro resentimiento se profundiza.

Todos necesitamos ser reconocidos como seres humanos dignos y reconocidos como tales.

Para cambiar la situacio?n empecemos por tratar bien a todas las personas, aceptemos que todas somos personas dignas y muy importante. Si hay oportunidad, procuremos conversar, a dialogar y a escuchar a los otros y a las otras. Seguramente aprenderemos mucho y conoceremos mejor sus experiencias, preocupaciones e intereses.

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Redacción LFM Opinión

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