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Ecos Latinoamericanos

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Los dos próximos años son cruciales para México. Reflexión e inteligencia son la solución.

Pancho Graue
Colaborador




América Latina es posiblemente una de las zonas más convulsas dentro de este mundo descontrolado y que por momentos, parece enloquecido.

Hay una enorme añoranza por la estabilidad global que aparentemente habíamos logrado: intercambio comercial entre bloques económicos y políticos sustituyendo al comercio entre países, eliminación de fronteras y una mucho mayor facilidad de movilidad de viajeros, el consenso democrático centrista – de izquierda o derecha- parecía haberse impuesto, los sueños de las generaciones más recientes con su idea de la “aldea global”, etc.

Pero, se nos olvidó un “enorme detalle”, todo lo anterior sólo era realidad para una pequeñísima proporción de personas en el mundo. La realidad del resto de los habitantes del mundo era -y es- totalmente diferente: marginación social y económica creciente, educación insuficiente para la nueva demanda laboral, servicios de salud mínimos -la pandemia lo evidenció brutalmente- y la espera de justicia social y de equidad llegó a límites intolerables. Todas estas personas se unieron para gritar: ¡Basta!

El surgimiento de los “indignados” y otros movimientos similares en todo el mundo tomaron por sorpresa al establishment internacional que, ni supo ni quiso entender que estos movimientos representaban a la gran mayoría de la población, tanto en los países desarrollados como en los más humildes del mundo.

El G8, el Foro de Davos, y otros embajadores de la globalización lo vieron como una rebelión pasajera y absurda. El resto del mundo -los pobres- tenían que ser pacientes con ellos, y algún día los beneficios de este nuevo modelo llegarían a sus vidas. Ciegos, los amos del desarrollo, no entendieron lo que estos movimientos significaban. El cambio había llegado. Sin retorno.

A este reclamo internacional de injusticia e indiferencia, se le adjetivó como populismo, así empezaron a emerger líderes de todo tipo y forma que enarbolaban banderas con un denominador común: rechazo total al modelo conservador y necesidad de cambio urgente.

Las reacciones fueron muy radicales, se perdió el centro democrático y la polarización social -que ya existía- se manifestó con una fuerza inédita, la economía tradicional de mercado se está a fracturando a pasos acelerados, los bloques comerciales y políticos entre países que tardaron décadas en consolidarse están seriamente cuestionados.

El problema de fondo es que los impulsores de la desaparición del modelo liberal y defensores de los pobres han resultado mucho peores que los conservadores. Los gobiernos surgidos de esta vorágine -incluido Trump- han resultado en una desilusión, también global, y esto sí es verdaderamente peligroso, podría ser el advenimiento del totalitarismo autocrático en muchas naciones. México es un claro candidato.

Lo sucedido en Chile el fin de semana pasado puede ser una bocanada de esperanza; sí es posible encontrar un equilibrio entre gobiernos que pugnen por sociedades más equitativas sin tener que demoler toda la estructura institucional. En el referéndum constitucional votó el 87% de la población y ganó el NO al cambio con un 62%, es decir una representatividad del 54% de la población, eso sí es democracia participativa y representativa.

Sr. Presidente López Obrador, ¿Qué hacemos con sus consultas que, a pesar de ser a modo, no alcanzan ni el 12% de participación? ¿Estamos entendiendo -todos- que legitimidad y legalidad son principios inseparables para el bienestar común? Los dos próximos años son cruciales para México. Reflexión e inteligencia son la solución.

Pancho Graue
(para GZL con cariño)

Publicado en 24 Horas.

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Redacción LFM Opinión

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