PARRESHÍA

Espíritu de México

Espíritu de México

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Recuperar el espíritu de México en la hermandad perdida.

El lunes 3 de junio del 2024, tras las elecciones presidenciales y demás federales y locales concurrentes, México seguirá siendo el mismo: dividido en dos extremos largamente larvados y confrontados. El triunfo del que sea no desaparecerá por arte de magia nuestras contradicciones, insuficiencias, cargas y extravíos.

Aquí seguiremos los mismos, cada quien con sus fantasmas y lastres.

Todo seguirá igual, a excepción posiblemente de dos cosas. Lo que sí podemos cambiar es nuestra actitud para con los otros y el clima político.

Podremos, sin duda, persistir en el delirio sistematizado, en la confrontación suicida, en el desencuentro. Pero también podremos deponer la ira y el rencor, volvernos a identificar en una patria de todos, reconciliarnos en nuestro pasado y recuperar el entusiasmo compartido por un futuro común.

Es mucho los que tendremos que hacer como nación: recobrar la paz, la concordia, la confianza, la seguridad, el crecimiento, la inversión, el empleo, el salario, la salud, la educación, la ciencia, el entusiasmo y las condiciones mínimas de vida digna que nos permitan construir igualdad, ciudadanía, justicia y desarrollo.

Pero nada de ello podremos lograr si antes no recuperamos el espíritu de México en la hermandad perdida .

No y mil veces no: NO es una guerra entre hermanos, por más que nos la quieran imponer; ni somos enemigos en exterminio generalizado. Nuestra fortaleza es por origen y destino crisol de contradicciones; lo era antes de la llegada de los españoles, lo fue en la Colonia y lo sigue siendo como México, porque, como diría Teilhard de Chardin, “la verdadera unión no funde los elementos que aproxima; les da una nueva vitalidad por fecundación y adaptación recíprocas. Es el egoísmo el que endurece y neutraliza la materia humana (…) La unión diferencia”.

Porque, “lo que hay de más incomunicable y de más preciso en cada ser es lo que hace a uno mismo con todos los demás. Coincidiendo con todos los demás encontramos el centro de nosotros mismos”, toda vez que “el amor (…) muere al contacto con lo impersonal y lo anónimo (el rebaño) (…) para amarse es necesario coexistir”.

No, no es una guerra y sí, es reencontrar dentro de nosotros esa efervescencia que brota de lo más profundo e incomunicable de nuestro ser con fuerza telúrica por la necesaria pluralidad que nos separa, diferencia y reúne en eso llamado México.

Es recuperar el espíritu de México en nosotros y hasta a pesar de nosotros.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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