PARRESHÍA

Un nuevo comienzo

Un nuevo comienzo

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Lo de ayer va mucho más allá de lo explícito y aparente, hubo un despertar ciudadano al margen de toda organización social o, si se quiere, más allá de cualquiera que hubiese iniciado o convocado el evento.

La marcha de ayer, 13 de noviembre, no ha terminado. Si bien concluyó ayer con un extraordinario sabor de boca y entusiasmo ciudadano, más allá de las apariencias, del discurso explícito y de su cobertura, aún permanecen soterradas sus pulsaciones más profundas y telúricas.

La pluralidad manifiesta ayer es de difícil y de múltiples lecturas. Obvio, las manifiestas, las directamente relacionadas y circunstanciales son claras e innegables: la defensa del INE, el repudio a la reforma política de López Obrador y el rechazo abierto general a su gobierno. Pero como en el temblor del 85, tras el derrumbe, las muertes y los escombros, en el silencio de la noche se presentían movimientos tectónicos en los acomodos sociales que se hicieron evidentes con el tiempo.

No es que la reforma propuesta por López obrador no tenga importancia y deba ser rechazada, tampoco que en la destrucción del INE no vayan de por medio nuestros derechos políticos y menos que ya estemos hasta la madre de los delirios, pataletas y absurdos presidenciales; no. Pero la gran mayoría de los que marchamos ayer, al menos me pareció percibir, proyectó en “Con el INE no se juega” un universo de reclamos políticos y sociales que aún no somos capaces de decodificar.

Lo que quiero decir es que lo de ayer no ha terminado de surgir, que las colectividades en su pluralidad son difíciles de leer y que los cambios profundos no son evidentes, ni verbalizados e incluso entendidos sino muy lentamente. El rapto de Helena por París desató el fin de Troya, la muerte de Aquiles, la Odisea de Ulises, la Orestiada y la fundación de Roma, entre otras muchas cosas que, incluso, en nuestros días siguen teniendo efectos. Nadie en la Toma de la Bastilla pudo leer todos sus alcances en la Revolución Francesa.

Lo de ayer va mucho más allá de lo explícito y aparente, hubo un despertar ciudadano al margen de toda organización social o, si se quiere, más allá de cualquiera que hubiese iniciado o convocado el evento. Una reunión silenciosa de múltiples reclamos y perspectivas de país que, por encima de la polarización inoculada y explotada, buscan (en presente) cursos de expresión y de acción. Hubo la expresión y presencia de un malestar innombrable aún, pero presente e incómodo; hubo, por sobre todo, la pérdida del miedo y algo más, un cambio de juego: concluyó el México de la mañanera e inició el México del mañana.

La 4T perdió la iniciativa, el control del discurso y su actitud de perdonavidas. Los partidos estuvieron ausentes y los intentos aislados e individuales por medrar políticamente con el evento fueron mal vistos y serán castigados. Como en el 85, nuevos liderazgos están por surgir, nuevas organizaciones por manifestarse, nuevas formas de hacer política y de entendernos. La marcha de ayer no ha terminado, apenas empieza.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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