LO DE HOY

Parlante

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Un rostro “adusto”, como sinónimo de fracaso a su estilo añejo de gobernar, de revivir un presidencialismo que se opone a contrapesos, colegiados, como el INE.

Andrés Manuel López Obrador le debe al PRI su arribo a Palacio Nacional; tanto al llamado innombrable, Salinas de Gortari, así como a Ernesto Zedillo, ambos le allanaron el camino.

Salinas, le dio la fórmula de su “éxito”: al convertirse en un parlante de la plaza pública durante su gobierno. El Zócalo capitalino, fue un ejemplo de ello.

Zedillo le dio la cultura de violar la ley: “no me salgan, con que la ley, es la ley”, al darle el pase legal para ser candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, a pesar de no cumplir el requisito de residencia que establece la Ley electoral.

Al panista Vicente Fox le arrebato su lenguaje brabucón e hizo suyo las “víboras prietas”, por la frase: la mafia del poder.

Con esta escuela bajo el brazo López Obrador se adueñó no solo de la calle, sino que impuso una narrativa que lo vistiera como el mesías de los mexicanos, al confrontar a los barones del país y por ver y atender a dos grupos sociales vulnerables: los de la tercera edad y los pobres.

Con estas banderas se apoyó como Jefe de Gobierno y después como opositor del régimen panista y priista, para mostrarse con una doble faceta: de víctima y de gladiador, perfiles que conmovieron a la ciudadanía y le dieron una rentabilidad electoral.

Hoy, en su calidad de ser el inquilino de Palacio sigue en esa lógica, venderse como el mártir y el luchador social que le dé la popularidad con los mexicanos de a pie y, en particular, con su base social llamada: pueblo sabio, para hacer valer su proyecto de la cuarta transformación, en contra de los conservadores.

Esta situación de legitimidad a su figura, le dio la cancha para controlar y mangonear las instituciones a su interés sin ningún pudor, convirtiéndose en el dueño del micrófono, de la calle y en el autócrata del régimen.

Con esa fortaleza de poder presidencial y con esa perspectiva de avasallar a la oposición, ha coloreado al país, al lograr 22 posiciones estatales – contando Morelos y San Luis Potosí- durante su administración.

Sin duda, ha sido su mejor vendimia, como parlante.

Con esas credenciales descalifica e insulta todo lo que no lo acompaña en sus ocurrencias y caprichos.

Como fue a los diputados de oposición por su negativa a su Reforma Energética.

A la ciudadanía y a la sociedad civil por defender al INE bajo la consigna: “Al INE no se toca”, en la pasada marcha del domingo 13 de noviembre, donde asistieron miles de mujeres y hombres de distintos colores sociales, mostrando como cemento, la empatía.

Pero para el inquilino de Palacio la marcha en pro del INE fue una afrenta a su orgullo, a su popularidad y a su aceptación como gobernante, por eso su atención desmedida por denostarla y minimizarla, al lograr la marcha una cobertura mediática nacional e internacional que puso en jaque su popularidad.

Al sentirse dueño de la calle y de las instituciones no dudo en convocar a una marcha para celebrar cuatro años de gobierno, bajo la invitación del pueblo sabio de querer marchar el día de su Informe, en contraste a la manifestación de los “fifís”, para mostrar “quien la tiene más grande”.

Con esa respuesta burda, los gobernadores y el partido morena, tendrán como tarea quedar bien con su jefe, llevando el mayor número de acarreados para llenar Reforma y el Zócalo, sobre todo, las entidades vecinas y, en especial, la propia Ciudad de Mèxico, para enaltecer a su rey, como buenos súbditos.

Pero, el tema no es llenar las calles y la plaza, el punto es que el elector votó en el 18 por una esperanza, no por un parlante, que envuelve y miente, en perjuicio de su seguridad, de su salud, de su patrimonio y de su bolsillo.

La marcha y el Informe del domingo 27 de noviembre, enaltecerán el cinismo, al expresar: “que vamos, muy bien”, a pesar de las barreras de los conservadores, neoliberales e hipócritas que se oponen a la 4t.

Al final del evento, las imágenes mostraran dos perfiles:

La foto de la sonrisa “socarrona”, como sinónimo de éxito personal de que sigue manteniendo su popularidad y aceptación con sus seguidores y, por tanto, refresque su orgullo de gobernante. O la foto reflejará un rostro “adusto”, como sinónimo de fracaso a su estilo añejo de gobernar, de revivir un presidencialismo que se opone a contrapesos, colegiados, como el INE.

Ya se verá.

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Gerardo Conde

Gerardo Conde

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