PARRESHÍA

Frente al espejo del tiempo

Frente al espejo del tiempo

Foto Copyright: lfmopinion.com

Lo que faltaba en aquel entonces es lo mismo que falta hoy, por eso al Ogro Filantrópico lo alcanzó su propia ceguera, sordera y soberbia, como hoy lo hace con el mesianismo tropical.

Expurgando los archivos de mi padre me encuentro con tarjetas de sus asesores sobre las sucesiones presidenciales y en todas privan dos ejes rectores: la subsistencia del sistema priísta y la del papel presidencial como fiel de la balanza. Tales eran las categorías de análisis aplicables y, por ende, es de deducirse una capacidad y ámbito de análisis muy limitado y subjetivo.

Hoy volteo a la 4T y encuentro paradójicamente el mismo discurso: Asegurar la continuidad del proyecto, entonces llamado sistema político y hoy transformación, y garantizar que la sucesión no implique pérdida del poder presidencial readquirido.

De allí la versión bufa del tapadismo hecho corcholateo y las maromas de simulación y cinismo que, por otro lado, no hacen más que acreditar más miedo que certezas de parte del poder.

Pues bien, lo que faltaba en aquel entonces es lo mismo que falta hoy, por eso al Ogro Filantrópico lo alcanzó su propia ceguera, sordera y soberbia, como hoy lo hace con el mesianismo tropical.

Lo que hace falta no es ver cómo consolidar un proyecto y el poder, sino cómo hacerlos funcionales y eficaces. Si López Obrador no sufriese de delirio y realmente quisiera encontrar una forma para consolidar lo que de su gobierno pudiese quedar, de haber algo, no debiera apostar a la continuidad, sino al cambio, aún dentro de sus propias filas. Encerrarse en sí mismo, en lo conocido, en lo seguro, en lo liso y terso de la mismidad y el espejo, es, en los hechos, morir en vida. Nadie puede detener el tiempo, se puede sí, como el PRI, vivir de haber muerto, pero es una vida sin espíritu ni destino; es flotar cual corcho en la espuma de la marea hasta que ésta lo estrelle contra los acantilados o lo abandone en la playa.

Hoy se desgarran sus vestiduras porque un cantante le desea la muerte al presidente, pero nadie le reclama a él que busque y provoque la de su movimiento al negarse a la dialéctica de la negación y del cambio propios de la historia y de la política.

En fin, habrá que desempolvar la bibliografía sucesoria de los sesentas a los noventas del siglo pasado para poder comprender ese México que no acepta que hace décadas murió.

Decía Nietzsche que cuando se ve mucho al abismo, el abismo también lo ve a uno. Lo mismo pasa con el pasado, quien solo tiene ojos y juicios para el pasado, pero niega el presente y renuncia al futuro, termina devorado por el ayer.

Al tiempo.

PS. Y esto vale por igual para las corcholatas, que vayan buscando su mejor antecedente en el pasado, porque en el actual reparto les toca jugar ese mismo papel.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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