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Bastón Postizo

Bastón Postizo

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Con ese perfil de subordinación cargará la loza de la “lealtad” sin ambages, para que su jefe no se incomode durante el proceso electoral, en su propio perjuicio: ser una corcholata manejable.

Entrelazando

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Hace unas semanas la sonrisa de la corcholata era de triunfo por haber sido elegida por el pueblo sabio como la “coordinadora nacional de los comités de la cuarta transformación” del partido morena; pero, sobre todo, por recibir el “bastón de mando” por parte de su jefe, donde le delegaba el rumbo de la 4t.

Con esas credenciales en la bolsa, sin más, la corcholata actúo con miras al 2024 promoviendo a su jefe de policía, Omar García Harfuch, como aspirante a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

Ante tal respaldo, García Harfuch se convirtió en el Batman que demanda la Ciudad como recurso mediático para ganar la preferencia en las encuestas de opinión.

Pero esta oferta tenía un beneficio acuerpar en términos de popularidad a la corcholata en pro de su proyecto presidencial.

Acto que dejó entrever, por un lado, que el “bastón de mando” era eso: imponer su mando, es decir, con quien compartir el templete en la Ciudad que gobernó y, por otro, estirar la liga de la sana distancia con su jefe para mandar el mensaje a los morenistas y al pueblo sabio, de ser la dueña del bastón de mando.

Pero este sueño de ser “la corcholata mayor” le duró un instante, ya que su jefe le recordó con hechos quién manda y a quién se debe.

La decisión a favor de Clara Brugada como la coordinadora de la 4t en la Ciudad de México no importó el resultado de las encuestas expuestas por el dirigente de morena, que le daba a Harfuch una preferencia mayor a ella. Se impuso el bastonazo.

Mostrando una vez más el inquilino de Palacio su estilo patrimonialista: de ser el dueño de morena y el autor de la 4t.

Pero además de la actitud de “patrón” también mostró dos rostros; el primero, los afectos personales y familiares por “Clarita” que les garantiza su feudo de poder en la Ciudad; y, la segunda, apostar por el voto duro que representa su candidatura en las alcaldías que no le han dado la espalda a su figura y a su mando desde su llegada a Palacio Nacional, en particular Iztapalapa y Gustavo A. Madero.

Exhibiendo con ello un pragmatismo electoral y un desdeño por el voto “aspiracionista”.

Ante tal derrota, la corcholata tragó sapos y justificó su fracaso de ser la dueña del bastón de mando al decir: “soy neutral” en el proceso de elección de los coordinadores estatales de la 4t, en otras palabras no opino, no decido.
Por tanto el bastón de mando es un sarcasmo ante la embestida del pueblo sabio al declarar en su propio terreno, la Ciudad de México: “ya ganó Clara”, presagiando su triunfo, por encima de Harfuch.

En este escenario, la sonrisa socarrona del poder volvió a su dueño, AMLO, dejando a la corcholata con un semblante de desventura ante la mirada de los morenistas y del pueblo sabio, que atestiguaban su dependencia hacía su jefe.

Con ese perfil de subordinación cargará la loza de la “lealtad” sin ambages, para que su jefe no se incomode durante el proceso electoral, en su propio perjuicio: ser una corcholata manejable a los intereses de AMLO.

Parafraseando a Ricardo Monreal: “Sería un suicidio político, enfrentarse a Andrés Manuel López Obrador”.

Al tiempo.

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Gerardo Conde

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