PARRESHÍA

Desvelos presidenciales

Desvelos presidenciales

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No le preocupaba Jalife, sino que su arresto pudiera perjudicar a su corcholata sin gas, Claudia Sheinbaum.

¡Caracho!, ni Otis en Acapulco mereció de López Obrador la atención y tiempo que le dispensó a la aprehensión de Alfredo Jalife.

Con Otis puso un Twitt y se fue a dormir quitado de la pena. A la mañana siguiente ni información tenía del desastre natural más devastador que ha pegado en ese puerto y luego se fugó 13 horas en viaje por viajar. Y sí, llegó de noche a Acapulco para regresar de inmediato a su Palacio.

Pero no la noche de este miércoles; ésta, dijo, se la pasó en vela hasta tarde, pendiente de la liberación de Jalife y durmió hasta que se la concedieron, a diferencia de tantos mexicanos que gracias a su prisión temporal oficiosa duermen a mal recaudo en sus cárceles.

Pero no crea usted que Jalife era la preocupación de su develo, ¡nada de eso! Como tampoco lo fue Clouthier, a quien despidió de su gabinete sin siquiera darle la mano. O como Otis, del que al día de hoy jamás le ha preocupado la suerte de los guerrerenses siniestrados, ya olvidados por él en manos de la mafia “Salgado”.

No, a López no le preocupaba Jalife, sino que su arresto pudiera perjudicar a su corcholata sin gas, Claudia Sheinbaum, quien, en mala hora, seguramente a propuesta de él, llamó a su equipo como vocera a la Clouthier para tratar de engañar nuevamente a franjas clasemedieras del electorado.

Misma preocupación, atención y desvelos que le exigió la mojada en la cama que le puso la frivolidad de Mariana y su llavero llamado Samuel, a quien ya nadie sabe que hacer con él y cuyos desastres aún no terminan de cuantificarse.

Luego no nos sorprendamos que México caiga más profundo que las pruebas PISA, cuando el presidente anda de coordinador, estratega, vocero y porrista de dos campañas presidenciales; presidente de cuatro partidos nacionales; agente del Ministerio Público, Defensor de Oficio y predicador mañanero. En sus ratos libres, cuenta chistes a su corte de bufones.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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