Lucecitas de navidad
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De noche, cual rufián o demonio; guarecido entre las penumbras como sediento vampiro; por los aires entre lémures en espera de ser reconocidos y contados, o, al menos, recuperados de las profundidades del océano, llega. Nadie lo ve. Con nadie habla. De todos se esconde. ¿Qué teme?
Dice haber visto “desde el aire” lucecitas de navidad encendidas en su supervisión ¿nocturna y despegada del piso?
Será, dice, una feliz navidad. Él que todo lo sabe y todo lo ve: ya lo vio. Nadie más a ras de piso.
¿Habrán sido las lucecitas de la casa del comandante de la Base Naval, tú? Quizás las luces de navegación del helicóptero. Porque Acapulco tiene otros datos. Datos de basura, de muerte, de desempleo, de dengue, de enfermedades gastrointestinales, de hambre, de desesperanza, de desespero, de coraje. De oscuridad.
Pero de noche todos los gatos son pardos y toda luz en la oscuridad de Acapulco es en su mente febril una familia reunida en torno a una mesa servida de manjares y parabienes, entre regalos, cánticos, alegria y paz.
Pero muchos ni techo tienen. Todos ni gobierno.
Lucecitas de navidad. ¡Tantita madre!