PARRESHÍA

Fin del fin

Fin del fin

Foto Copyright: lfmopinion.com

Hemos desperdiciado ya 50 años tratando de darle respiración artificial a un caballo muerto: nuestro sistema político nacional.

Empecé el año con el entusiasmo de un proyecto para pensar a México. Frente a la psicosis electorera, abrir tiempos y espacios para pensar a México era como una brisa mar en medio del desierto de Sonora. Pensar en el México que queremos, no el que padecemos; un México en harmonía, no hundido en la insidia y el desencuentro; un México en paz, no ensangrentado; un México con futuro y sentido, no un México en la amargura y la desesperación. Un México nuestro, no de las balas, de las mentiras, de las locuras, de la sinrazón, de la voracidad.

Dudo que haya muchos mexicanos que estén contentos con el México de hoy, con todo y sus apoyos esclavistas e inauguraciones con más bombo que inaugurables. A pesar de las lucecitas de navidad en Acapulco y de los cuetes en Tabasco.

Aquel proyecto se perdió. Lo que fueron sus productos, encomiables en sus méritos, responden, no obstante, a algo diverso y discorde.

Más, cómo empecé el año es ya sólo memoria. Lo que quiero compartir con ustedes es como concluyo el año.

Y se me impone con singular fuerza e insistencia la escena final de “La Misión”: dos niños, varón y hembra, desnudos, perdiéndose en una canoa en la selva dejando atrás su villorrio en llamas y rescatando de las aguas un instrumento de música. Únicos sobrevivientes del exterminio de su pueblo —ajeno a las guerras europeas, a las ansias de conquistas imperiales y a las bulas papales— entre españoles y portugueses que, desde entonces, se han olvidado de aquel rincón en la tierra. Pero tampoco es la historia del Punto Trino lo que me importa rescatar hoy. Sino la posibilidad, ¿quizás única?, de que logremos iniciar un nuevo comienzo.

Hemos desperdiciado ya 50 años tratando de darle respiración artificial a un caballo muerto: nuestro sistema político nacional. A todas luces inservible. No podemos, siquiera, lograr que un pinche trenecito logre operar más de una semana completa; que un avión militar apersonando una línea aérea pueda lograr un vuelo inaugural a ¡Tulum!; que los niños con cáncer alcancen medicinas después de cinco años de abandono; que la Línea 12 opere; que las fallas del Metro o las masacres no seas noticia nacional un día en el año; que el agua, tantas veces publicitada y agradecida, llegue a Monterrey; que una candidata, ya no de un partido hegemónico —que ni eso pudieron construir—, sino de una dictadura sin caretas, infle. Que nuestros partidos entiendan... al menos que oigan. Que un presidente gobierne.

Quizás merezcamos perecer por completo, como los Tainos, o como la tribu en los afluentes de la selva en Iguazú.

Quizás, merezcamos que dos infantes, desnudos, "hombre y hembra" —como en el origen—, sin ninguna de nuestras demencias y tesoros, empiecen solos, desde la nada, el México que como generación fuimos incapaces de pensar.

PS. — Lenía (Batres) no es un accidente, un tropiezo, una bolada, un arrebato de delirios mañaneros; es el fin del fin; nuestro espejo y realidad; nuestro nivel; nuestra obra. Sí, nuestra; conjunta y de nadie más. Nuestro pecado y penitencia. Nuestro premio. ¡Felicidades!

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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