PARRESHÍA

Atisbos de realidad

Atisbos de realidad

Foto Copyright: lfmopinion

¿Ven ya cómo el pueblo como expresión panteísta de “todo es pueblo y el pueblo es Obrador” se empieza a desquebrajar, y como la mayoría se empieza a convertir, no ya en un absoluto sino tan solo en la mayor de las minorías?

El cambio es poco perceptible, pero allí está para quien se esfuerce en ver.

Pero ver es quizás la facultad que más rápidamente estamos perdiendo los seres humanos, precisamente por no esforzarnos a ver. Y no es que no veamos, es que hemos perdido la osadía de ver. Y aún antes que esa audacia, el hambre de avistar.

Somos Edipos modernos que preferimos sacarnos los ojos a ver la realidad. Además, hoy no hace falta atrevimiento alguno ni riesgo inherente para ver. Cómodamente las nuevas tecnologías de la información nos ponen las cosas que nos gustan ver a nuestro alcance, nos aíslan de los temas y personas que nos son ajenos y perturbadores; nos incomunican en mundos impermeables, al resguardo del otro y de lo contrario y de su contrariedad.

No escogemos qué ver, no buscamos ver, no ansiamos ver.

Es más, vivimos agotados de ver, aunque lo que vemos nos impida ver lo que verdaderamente necesitamos ver. Agotados ante el volumen y velocidad de lo que frente a nuestra mirada pasa sin nuestra volición, más allá de la simple pasividad de mirar.

Y, además, no tenemos tiempo para ver aquello que está más allá de lo que las técnicas de la comunicación nos hacen ver: ni hambre, ni interés, ni fuerzas, ni tiempo para ver. Somos ciegos con vista.

Y este ver sin ver, este ver sin sentido ni necesidad, este ver embotado y consumista, termina en un ver superfluo y, así, nuestra vida termina por ser superflua.

Y tal vez, más que dejar de ver, hemos desconectado ver con pensar, reduciendo ver con sentir, de suerte que la emoción termina por imponerse al razonamiento. Lo cual nos estaría diciendo que no es la vista lo que perdemos, sino el pensamiento.

Y, así, en política nos han domesticado a admirar sin mirar.

Pero, qué es eso a lo que me refiero cuando digo está frente a nosotros y no alcanzamos a ver. Es el delirio lopezobradorista del que empezamos a echar de menos su obsesión del movimiento permanente. La presidente Sheinbaum carece de él, adolece del organismo, de la necesidad y de la capacidad de la excitación y el movimiento perpetuos, y de ese poder de poner en marcha a todo lo que existe a su alrededor, sea a favor o en contra.

Y ahora sabemos que el movimiento obradorista es sólo eso: movimiento omnipresente y omniabarcante; movimiento ofuscado y alinenante, que todo lo unificaba en una masa informe, estúpida y excitable.

Pero, regresemos por un momento al tema de ver. En un movimiento totalitario, lo único que se puede ver es el movimiento mismo. Ver y movimiento son uno, pero masa y movimiento también: ser, existir, ver y moverse son uno y lo mismo. Un amasijo que es para moverse, que se mueve porque es y que sólo ve el movimiento. Un universo cerrado sobre sí y en implosión.

Pero el movimiento no le habla al individuo, ni a las clases; habla sólo al movimiento mismo, que lo es todo, porque en él la palabra y la acción son todo moverse por el moverse mismo.

¿Lo alcanzan ya a ver? ¿Ven ese impasse que rompe hoy el vértigo por unos instantes y que permite se cuelen realidades antes proscritas, contradicciones otrora imposibles, atonías hasta ayer impensables?

¿Ven ya cómo el pueblo como expresión panteísta de “todo es pueblo y el pueblo es Obrador” se empieza a resquebrajar, y como la mayoría se empieza a convertir, no ya en un absoluto sino tan solo en la mayor de las minorías?

¿Ven como renacen las disonancias propias de lo plural y como la realidad se despeja de esa neblina pringosa que todo lo sombreaba en confusión, hastío y rijosidad?

No digo que la presidente vaya a dejar de ser como siempre ha sido; digo que no tiene el ADN de la excitación incesante ni el delirio omniabarcante de López. Y que en sus respiros, propios de toda normalidad, se abren resquicios —rendijas, diría Borges— por las que podemos ver más allá del “movimiento”.

Y eso que atisbamos es la realidad perdida.

#LFMOpinion
#Parreshia
#Ver
#Realidad
#Requicios
#Movimiento
#Pensamiento
#Sheinbaum



Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: