PARRESHÍA

Indigno

Indigno

Foto Copyright: lfmopinion

La dignidad de México no depende de nadie en particular y menos de una gavilla hecha gobierno.

Mal la presidente Sheinbaum cuando ayer sostuvo que la 4T había recuperado la dignidad del pueblo de México.

Empecemos por lo elemental: los gobiernos no son dispensadores de dignidad, su tarea es gobernar y hacerlo bien, eficaz y verdaderamente. Son sus hechos, en todo caso, los que los hacen dignos o indignos del pueblo, merecedores de su reconocimiento o bien de su desprecio. Cuando un gobierno piensa que lo suyo es dotar de dignidad al pueblo al que debe servir, es que no ha entendido nada. Y, peor aún, que en lugar de gobernar anda simulando producir y dispensar dignidad.

Entiendo que en su narrativa épica y distractiva tengan que quemarse incienso y bañarse en encomios, pero no que lo hagan insultando la inteligencia y dignidad de quienes pretenden halagar. Decir que nos recuperaron la dignidad, es decir que éramos indignos y que gracias a ellos ya no lo somos. Pero eso quiere decir, también, que nuestra dignidad no es propia ni inherente, sino que es delegada a trasmano de ellos que, generosamente, nos permiten usufructuarla. Y claro, a riesgo de perderla, si a ellos los perdemos. ¡Vaya indigna dignidad!

La dignidad de México no depende de nadie en particular y menos de una gavilla hecha gobierno; es intrínseca, intransferible e inexplotable.


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#Dignidad

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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