La más turbada
Alicia Cienfuegos, joven monja del convento, se inclina a rezar el rosario desde los lunes a los viernes. Sus ojos bellos y grandes se inyectan de inmediato de devoción con sangre. Su pasión por Jesús es evidente. Tiene una fe ciega en el Señor ya que desde niña fue bautizada en la Iglesia y su madre y abuela todo lo arreglaron en su seno con sus rezos. Las carencias y necesidades fueron menos atroces desde entonces.
Pues sucedió que un día conoció a otro Jesús, el señor panadero que vendía las conchas, las chilindrinas, mantecadas, cubiletes, cuernitos, Garibaldis, cochinitos, semillas ladrillos, morelianas y una infinidad más de combinaciones, según la fiesta a celebrar.
Este Jesús panadero le había hecho pensar que, si todo lo cobra a peso, porque tanta diferencia en su forma y en sabor.
Mi Jesús celestial que todo lo sabe esté donde esté es mi inspiración, El mismo Señor me puso frente a este otro Jesús, su tocayo terrenal que es pasión y emoción. Es fuego, deseo y sabor.
Es Empresario y promotor, hasta de besos una vez me quiso cubrir y sólo por mi educación rechacé, pero estuve a un pelito de aceptar.
Oh qué gran confusión uno me mira de lejos, desde arriba y todos lados y el otro desde abajo me ataja, me ataranta. Uno me manda señales y el otro en mi quiere practicar.
Más turbada o confundida no puedo yo estar.
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