PARRESHÍA

Eso que llamamos rosa

Eso que llamamos rosa

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El problema de Andy no es que le llamen Andy, es que se siente Andy.

A Andy no le gusta que le digan Andy, a Bernardo Bátiz que le griten traidor e hipócrita, a Sheinbaum no le place que le llamen presidente y a Noroña le molesta que acompañen su nombre con una mentada de madre. Para ser tan chiras pelas tienen quijada de cristal.

“¿Qué hay en un nombre? Eso que llamamos rosa con cualquier otro nombre despediría el mismo aroma”, decía Shakespeare en voz de Romeo. El problema de Andy no es que le llamen Andy, es que se siente Andy, Bátiz cosecha lo que sembró y le falta, la presidente podrá cambiar la Constitución, más no la lengua, y Noroña tendrá que acostumbrarse o aclich…, y ahora hasta en inglés.

Nadie les dijo que el poder desgasta y enloquece.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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