PARRESHÍA

Renuncia al futuro

Renuncia al futuro

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No, no hay Cuarta Transformación, como no hubo tres previas, México no es producto de saltos cuánticos, acomodos futuros del pasado, ni de personajes épicos de opereta.

Nuestro pecado fue aceptar, así fuese como ocurrencia delirante, la 4T, porque con ello sacrificamos nuestra libertad inherente e intransferible a un desarrollo histórico exógeno y, supuestamente, indefectible, frente a cuyo azar anónimo e inapelable quedaba anulada toda la imprevisibilidad humana que, así sea por simple locura, puede trastocar cualquier determinismo histórico. No en balde la Biblia empieza con la desobediencia humana a la paz impertérrita del paraíso.

La historia no crea nada ni condiciona indefectiblemente el futuro, la historia registra el pasado, el futuro es obra humana, no ésta producto de aquél.

Al plegarnos a un orden histórico ajeno a nuestra acción, abdicamos ante un supuesto proceso al que imputamos inteligencia y voluntad propias y superiores.

Creer en la historia como río irresistible y sabio es negar nuestra capacidad de hacernos cargo de nuestro destino en libertad, es ceder el papel de lo político a lo histórico, el significado del sentido libremente acordado a la imposición de la causalidad cronológica, lo creativo de la negación y la avidez por lo desconocido a la domesticación del paso del tiempo, el espacio público y compartido y su pluralidad congénita a la arbitrariedad impersonal del acontecer.

No, no hay Cuarta Transformación, como no hubo tres previas, México no es producto de saltos cuánticos, acomodos futuros del pasado, ni de personajes épicos de opereta; es la humilde y silente ilación de esfuerzos individuales compartidos, donde no hay ningún eslabón ciudadano que no tenga valor ni mérito, ni tampoco superioridad moral, histórica o política alguna.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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