PARRESHÍA

La agenda de Genaro Lozano

La agenda de Genaro Lozano

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Se ostentaba como analista internacional, pero trabajaba de vocero inorgánico de Morena.

Arendt advirtió antes que nadie que las agendas sociales terminarían por acabar con las políticas. La diferencia es que las sociales son exclusivas y excluyentes: de género, de clase, religiosas, económicas, profesionales, etc.

No es que no sean legítimas, es que son privativas, ensimismadas: todo aquello que no se relacione directamente con sus particulares propósitos les es ofensivo. Y peor aún, aunque compartan similares objetivos, las organizaciones o personas diversas, deben ser extirpadas, unas y otras, de la faz de la tierra. Baste ver las organizaciones feministas, lésbico-gays, o religiosas para constatar el odio enfermizo que se profesan entre sí.

Las agendas políticas, por definición deben ser plurales y tolerantes, en ellas deben campear todas las agendas, todas las versiones y todas las contradicciones, de allí lo difícil de procesarlas, sobre todo de cara a quienes confunden el futuro con las próximas elecciones, sus pingues negocios o causas privativas y sus dueños. Las agendas políticas deben, además, estar abiertas a la disidencia y discusión, las sociales no admiten divergencias.

Imposible no asociar esto con la ignominia nacional de nombrar a un personaje como Genaro Lozano embajador de México.

En los años 21 y 22 pasados, un grupo plural de mexicanos trabajamos por acordar un esfuerzo germinal en busca de un proyecto de un México nuevo –no sólo un nuevo proyecto de nación, una nación nueva-. En un afán indiscriminado y desesperado por sumar gentes y organizaciones de última hora, en los últimos meses del 22 se montaron al proyecto desordenada y acríticamente personajes de todo jaez y organizaciones tan variopintas como oportunistas.

El proyecto se lanzó con un documento que se trabajó y revisó por meses, yo guardo todas y cada una de sus versiones. Finalmente se dio a conocer el 29 de enero del 2023 bajo el título “Punto de partida”, convocando a abrir espacios y tiempos ciudadanos para conocer multidisciplinariamente el parecer nacional más amplio posible.

La noche de ese día, lo que debiese haber abierto una deliberación pública constructiva, se convirtió en su tiro de gracia por la espalda. Un parecer, legítimo sin duda, pero uno entre tantos, descalificó todo el trabajo, no nada más el tema específico de su interés. Desde dentro, pero sin rostro, se negó todo el esfuerzo y se ofreció una purga y la recreación de todo el trabajo desde cero.

En la embestida se prestó como quinta columna la pluma protagónica de Genaro Lozano, sin duda bienvenido a la discusión, pero lo suyo y de sus impulsores no era discutir, era fulminar.

Ahogados en una gota de agua y en un tema específico -como todos debatible- dieron al traste una legítima y esforzada iniciativa ciudadana; en lo sucesivo se perdieron en una difusa agenda de género que, repito, por más legítima que fuese, resultaba ostensiblemente reducida frente a las agendas políticas que pretendíamos aperturar.

Las consultas jamás se hicieron, algunos negocios editoriales prosperaron y todo lo demás se fue al caño.

Ahora este personaje, tan escaso en sus alcances, por lo menos en los aquí acreditados, osa pretender representar a México en el extranjero.

Que tenga más suerte, rectitud y catadura que las que aquí narro.

Por sobre todo, que sus agendas privadas jamás se sobrepongan a la de México.

Mi más sentido pésame al servicio exterior de carrera.

Pero en este contexto es imposible no reparar en el argumento principal de la presidente para justificar el nombramiento: “nos ha ayudado mucho”. No lo dudo, pero en qué y cómo. Sin duda no en materia de política exterior, de la que hasta la fecha ha sido sólo un diletante, más bien debió de haber sido en sus dos facetas ampliamente conocidas: los medios de comunicación, en los que -ahora lo sabemos gracias a la presidente- se ostentaba como analista internacional, pero trabajaba de vocero inorgánico de Morena, así como en sus agendas personales, donde también hoy podemos presumir, que más que su compromiso con las causas que enarbola, las explota para hacer proselitismo político en su favor.

Como bien se ha dicho, no son sus legítimas apetencias las que se les critican, sino lo poco claro de su proceder, lo oscuro de sus compromisos y la escasa certeza de que no perturbe la representación mexicana en el extranjero con agendas personales ajenas al interés nacional.

Finalmente, con independencia de sus enjuagues morenistas, que entienda que representa a México, no a la minoría mayoritaria que hoy, en mala hora, usa y abusa del poder.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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