PARRESHÍA

Por un día todos fuimos Alito

Por un día todos fuimos Alito

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Noroña cerró su presidencia como se lo merecía, entre mentadas, golpes y corriendo asustado.

Cuánta falta nos hace hoy Ibargüengoitia para hacernos las crónicas de Noroña, su fotógrafo escudero y sus plañideras senatoriales.

Desesperado por huir hacia delante del asunto de la compra de una casa en tierras comunales, constitucionalmente inenajenables, imprescriptibles e inembargables, y de un crédito que ninguna institución bancaria le pudo extender por la misma razón, el ínclito Noroña se peleó ayer hasta con su sombra. Tras enardecer los ánimos senatoriales, faltó a lo pactado, se escudó en su mayoría y mayoriteó a la oposición. Reclamado que fue, la Padierna se lo trató de llevar como tía protectora y mansito, el hasta entonces tragafuegos, se tomó de su mano salvadora, cuando Alito lo detuvo y ardió Troya.

No soy fan de Alito, pero ayer millones de mexicanos fuimos Alito. Sin duda hasta en Morena muchos festinaron la más que merecida humillación del pelafustán de Noroña.

Tanto se lo buscó Noroña que lo consiguió y aunque no creo que sean los golpes lo idóneo para procesar las contradicciones parlamentarias y políticas, si creo que eran más que menester tres tortazos entre ceja, oreja y madre para calmar las aguas y llamar a la cordura: nunca más una presidencia rijosa, vulgar, parcial, tramposa, inconfiable y oprobiosa en las cámaras de la Unión.

Noroña cerró su presidencia como se lo merecía, entre mentadas, golpes y corriendo asustado.

Su fotógrafo escudero se metió voluntariamente en un pleito ajeno y no puede ahora llamarse a sorpresa y menos disfrazarse y jugarle al inválido.

Noroña, por su parte, se mece los cabellos, se llama un vejete atacado por jóvenes con alevosía, premeditación y ventaja, no admite que ya nadie le pregunte de su casa y acusa haber sido amenazado de muerte. ¡Ni Ofelia Guilmáin en el mejor de sus papeles!

Repito, no es lo parlamentariamente correcto, pero es lo que Noroña se merece. Hoy habla de una investidura de la presidencia del Senado, cuando se orinó sobre ella un año completo. Noroña se escuda en la presidencia, pero no, no zarandearon al presidente del Senado, él jamás estuvo a la altura, lo zangolotearon a él como loro a toallazos.

Quizás sea lo último que políticamente pueda hacer Alito, los morenos le van a echar encima todo el aparato del Estado. Pero sin duda será lo mejor de toda su carrera.

Fuentes fidedignas me aseguran que Morena está ya preparando una denuncia penal contra Alito por maltrato animal.

Alito mostró a Noroña en su pequeñez, teatralidad y desmesura.

Noroña, por otro lado, se peleó ayer con Alito, Tellez, Doring, Utesti, Ciro, Pepe Cárdenas y, seguramente, con Sheinbaum, quien debe ser la más molesta de cómo le ha descompuesto el clima antes de su informe.

A Noroña le quedan cinco años en el Senado y sabe que debe demasiadas como para no estar preocupado.

Y se le nota.

Qué falta nos hace Ibargüengoitia.

PS. Por cierto, cuando hace meses Adán Augusto se le fue a los golpes a un senador del PRI, Noroña y sus plañideras no hicieron tanto pancho. ¿Doble moral?

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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