PARRESHÍA

El deschongue

El deschongue

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Esa es nuestra clase política, esa nuestra política y ese el talante de nuestra convivencia.

Veo a las diputadas de la Ciudad de México jalarse los cabellos entre golpes y me pregunto si para ello se peleó por los derechos políticos de los ciudadanos de la sede de los poderes de la Unión. Pero esa es nuestra clase política, esa nuestra política y ese el talante de nuestra convivencia.

¿Qué esperar si un facineroso como Noroña sueña con la presidencia de la República, si existe un delfinato moreno abiertamente en curso, si Adán Augusto es salvado del escarnio popular con un borrón y cuenta nueva, si SEGALMEX es ya sólo una anécdota, si el huachicol fiscal una fabulación política de la maldad del pasado patrio, si llevamos siete años de polarización cotidiana, si la justicia es una carpa de guillotinas políticas?

La presidente ha confinado su gobierno al diseño de su vestuario, sus desangeladas mañaneras, sus giras insulsas, montajes chafas y concentraciones banales.

Las oposiciones callan creyendo que así la reforma electoral no los va a sacar del juego, ¡ilusas!, y los análisis políticos son vitriólicos en ambos extremos del espectro antagónico mediado por un abismo ya insalvable.

Y mientras México y el mundo enfrentan el fin de una época y, quizás, de la propia especie humana ante los riesgos de la IA, se nos invita a soñar un pasado prehispánico edulcorado con delirios de grandeza y gloria; y en tanto el orden mundial se recompone en esferas de poder geográfico, nosotros jugamos todavía a la Guerra Fría y a la Revolución Cubana de la mano demencial del Foro de Sau Paulo y peleamos al interior aún la guerra entre liberales y conservadores del XIX.

Qué importa el mundo, la especie, México mismo, la época, si tenemos encima ya las elecciones locales del 26 e intermedias del 27, si las urgencias de la agenda electorera mandan sobre justicia, economía, salud y futuro.

Todo alrededor es derrumbe y tiniebla, al interior la descomposición es prácticamente terminal y en el orbe explosiva, pero en México las diputadas de deschongan, la presidente reina, no gobierna; la Suprema Corte va del ridículo al escándalo y de regreso, Miss Universo del Huachicol desfila en Tabasco cual César en triunfo romano, todos piensan en las próximas elecciones y en sus videos para TikTok de mañana.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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