Más allá de lo electorero
Inmersos en lo electorero, que no electoral, nuestra vida se debate entre creer o no creer en las encuestas y revolcarnos en el pavor de lo inminente.
La diferencia de estas elecciones es que cuando por descuido nos desentendemos de su enfadosa omnipresencia, vemos que afuera las cosas están peor.
La inseguridad desbocada, el Tratado de Libre Comercio muerto, el comercio mundial quebrado, el Medio Oriente en ebullición, la guerra fría renace en versión de tres con el ingreso a las superpotencias de China, el conflicto koreano adquiriendo dimensiones mundiales, la guerra por la nueva ruta de la seda a punto de turrón.
Puntual a su cita, la CNTE, como era de esperarse, ha acampado en la Ciudad de México y tiene a Chiapas, Guerrero y Oaxaca en sitio; el crimen organizado se enseñorea ante un gobierno que no se ve; Peña no sabe que nunca aprendió; los escándalos de corrupción se suceden sin piedad; no hay lance comunicacional que gane el gobierno. Para colmo se cae la verdad histórica de Ayotzinapa y, según parece, todo el sistema nacional de procuración de justicia.
En Guadalajara una turba furiosa golpea a ¡Marinos!, en Tamaulipas los matan a balazos y en Zacatecas los incendios forestales no se pueden combatir porque el crimen organizado impide a tiros que nadie entre al bosque.
Vivimos en la omisión y el desamparo. Omisión de gobierno: inexistente más que fallido y en el desamparo de un barco en medio de la tormenta, con las velas rasgadas, el timón roto y el capitán desnudo paseándose entre la tripulación llamando a aplausos.
No soy adepto a López Obrador y le encuentro más debilidades y riesgos que fortalezas y seguridades, pero qué puede ser peor que la nada de un gobierno que solo existe para gastar su presupuesto en comunicación.
No me sorprende lo difícil que la tiene Meade para alcanzar términos competitivos, me sorprende que el País subsista a pesar de Peña.
PS.- El que a percepción vive, a percepción muere.
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