EL IFE A LA DISTANCIA

Creel

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Apartidismo trasvesti

El personaje es hijo de nuestra época, expresión de la descomposición de valores que la caracteriza, del oportunismo hipócrita que la rige y de la ausencia de referentes consistentes que la orienten. Su persona concentra en sí todas las contradicciones de una sociedad sin reglas, sin valores, sin memoria, sin reflexión, sin pudor, sin vergüenza. Héroe pírrico de batallas de papel, de escándalos, de egos desmedidos. Político del travesti, ideólogo de la indefinición, sacerdote de una transición santurrona; exponente de la política practicada como irresponsabilidad, como fobia, como negación, como megalomanía, como ausencia de ética.

En 1994, lo inventaron como epitome de todos los valores bajo el falso argumento de una supuesta imparcialidad ontológica, y una aparente vida al margen del gobierno, los partidos y la política. "Mi reino por un ciudadano imparcial y apartidista", fue el grito destemplado de un sistema político que en sus estertores premió las apariencias por sobre las funciones y suplantó el imperio de la Ley, y la vigencia de las instituciones, con figuras de cartón.

Y en estos tiempos en los que cualquier despropósito se perdona si es enderezado contra el gobierno y su partido, el honorable aplaudió a rabiar los excesos, ilegalidades, desfiguros y contradicciones de nuestro inventado adalid: siendo autoridad electoral federal se entrometió ilegalmente en procesos electorales locales de Tabasco, Yucatán, Puebla, Durango, Baja California y Chihuahua (sus discípulos, por cierto, profundizan sus huellas en este 98). Diciéndose imparcial, actuó impúdicamente con parcialidad en favor de dos partidos y en contra de uno. Ostentándose como apartidista participó públicamente en actos de partidos políticos y fue parte importante de sus estrategias de lucha (recuérdesele al lado de López Obrador entregando cajas con supuestas cuentas del PRI en Tabasco). Alegando fortalecer la democratización, se prestó a crear un foro alterno de la reforma electoral y a boicotearla -en calidad de peón- en la táctica partidista de Huejotzingo. Como integrante del máximo órgano de dirección de la autoridad electoral federal, no perdió oportunidad ni grabadora para cuestionar y desacreditar el proceso de 1994.

Corría 1993, nuestro embrollado personaje se dedicaba desde su despacho a manejar las privatizaciones salinistas, mantenía por tanto una estrecha relación con el área encargada y su ex compañero de preparatoria, que tanto lo ha impulsado. Por supuesto, aún no anidaba la llama apartidista e imparcial que encendió su vida, por corto tiempo, es cierto, ya que ahora, sin máscaras, pero con dobleces, es diputado por el PAN y vicecoordinador de su fracción parlamentaria sin aceptar aún militar en ese partido. La Cámara de Diputados discutía una de las reformas electorales de ese año (septiembre de 1993), modificando entre otros el artículo relativo a la elegibilidad de diputados y senadores. El Cofipe original prohibía a los consejeros magistrados del IFE ser registrados como candidatos a esos cargos si no renunciaban seis meses antes de la elección. La reforma aumentó el término a un año antes de la fecha de inicio de registro de candidatos.

En 94 se inventan los consejeros ciudadanos como piedra filosofal de la democracia. La prohibición de referencia permanece. Nuestro arcángel de la imparcialidad y el apartidismo es constitucionalmente cesado en octubre de 96 (evento que parecen haber olvidado sus corregidos, aumentados y ciudadanizados discípulos). Semanas después participa en la Asamblea Nacional del PAN. Con la boca inflamada de un panismo que ya para entonces presumía de heredado y profundo, hace pública fe de su doctrina y se enviste (más bien, se desviste) como enemigo jurado y sin cuartel del PRI y sus gobiernos.
Ni él ni nadie tuvieron a bien acordarse de su incólume apartidismo, de su flamígera imparcialidad, de su incuestionable honorabilidad, de su consistencia ética, de su transparente y sobre ponderada indefinición política, de su inmaculada conducta pública.

El 30 de abril de 1997, el PAN lo registra como candidato a diputado, sin que nuestro paladín cubriese el requisito de haberse separado del cargo de consejero ciudadano un año antes de la fecha de inicio del registro de la elección, es decir, antes del 15 de abril de
1996. El PRI siempre tan atento y con la capacidad de respuesta que lo caracteriza, no impugnó la solicitud de registro y tampoco su elección. No es de sorprenderse, lo que llama la atención es que la Dirección Ejecutiva del IFE responsable de revisar los requisitos de registro, la comisión de consejeros encargada de dictaminarlos y la comisión de consejeros responsable de elaborar el proyecto de acuerdo de asignación de diputados plurinominales, no se hayan percatado de la ostensible como ofensiva ilegalidad de su registro y elección.

Al no haber sido impugnado nuestro personaje llega a la Cámara de Diputados; más lo hace con plena conciencia de haber violado la ley. Su registro y elección, por el mismo ordenamiento que él violenta, son definitivos e inatacables, aunque es posible que haya responsabilidad de los funcionarios electorales que en el ejercicio de sus funciones de registro y calificación fueron negligentes u omisos.

Nuestro nada vertical personaje, ahora como ¡diputado panista independiente!, sigue haciendo gala de sus dotes de atormentar la Ley, socavar instituciones y ofender a la opinión pública con sus medias tintas y santurronas hipocresías. Hoy lo vemos litigar -en calidad de árbitro parcial, interesado y chicanero- juicios políticos que avergonzarían al más pintado de los coyotes de barandilla.

Para nuestra fortuna, de sus contradicciones, poses y simulaciones algo que queda en claro: su calidad moral es la medida y alcance de sus actos.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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