EL IFE A LA DISTANCIA

Hechos de la vida real

Hechos de la vida real

Foto Copyright: lfmopinion.com

Monterrey, Nuevo León, 10 de noviembre de 1985. Elecciones municipales. El proceso de votación transcurre sin contratiempos. Javier Livas, a la sazón panista, seguramente atarantado por el sol de mediodía, llega hasta la Comisión Estatal Electoral y hace entrega de mil 349 credenciales de elector para acreditar el fraude electoral. Estas, según su dicho, le habían sido entregadas la noche anterior por "un desconocido". Los documentos, como se comprobó en investigación posterior, habían sido expedidos en los años setenta y nunca habían sido utilizados. En la comitiva de Livas los registros periodísticos consignan al entonces director del diario El Porvenir, licenciado Jesús Cantú, hoy consejero electoral del IFE.

El evento fue objeto de agrias recriminaciones en el seno del órgano electoral: Lucas de la Garza, en ese entonces priista, presidente de la Comisión y secretario de Gobierno, se quejó del circo montado con propósitos de manchar el proceso electoral.

El entonces periodista Jesús Cantú, dispuesto a probar el fraude denunciado, no paró en mientes para cometerlo de propia mano; el día siguiente, en la primera plana de su diario, apareció el hoy consejero electoral votando con una de las credenciales entregadas "por un desconocido" y que, según su propio dicho, había robado de las cajas entregadas a la autoridad electoral, mientras el notario público daba fe de los hechos. El consejero cometió con las credenciales lo que decía querer combatir, evitar y probar, un fraude electoral.

Su fotografía acompaña un reportaje por él firmado en el que da cuenta de sus ilícitos. Lo tituló: "Credenciales falsas, un hecho", bien pudo también llamarle "Fraude auto cumplido, una autoincriminación".

Lucas de la Garza acusó públicamente a Cantú de parcial y de manifestarse con prejuicios ideológicos desde la posición privilegiada de dueño y director de El Porvenir. Cantú desde su atalaya explicó que la razón que lo llevó a delinquir fue demostrar la inoperancia del escenario electoral. Aprovechemos su texto:

"Tampoco sería justo culpar de todos los problemas al gobierno y nosotros darnos baños de pureza. La falta de democracia en México es también culpa de los partidos políticos, medios de comunicación y de la ciudadanía en general, pero quienes estamos en puestos de responsabilidad pública tenemos un compromiso mayor y no nos es dable evadir nuestras obligaciones o tratar de ocultar nuestros errores".

Resulta difícil entender por qué acompañó a Livas a entregar las credenciales sino quería culpar de todo al gobierno y darse baños de pureza.

También extraña que responsabilice a los partidos políticos de la falta de democracia en México y se haya prestado a escoltar a Javier Livas en una típica maniobra de contrapropaganda partidista.

Más arduo resulta entender que como director de un diario corresponsabilice a los medios de comunicación de la falta de esa democracia y, a la vez, acuda con esa calidad a una casilla, cometa un delito contra la democracia y le dé amplia y sesgada cobertura.

Más aún es aceptar su concepción de obligación ineludible de quien está en un cargo de responsabilidad pública, robar documentación electoral que el sedicente encargado de la responsabilidad pone a disposición de la autoridad (así sea para darse baños de pureza), votar ilegal y dolosamente con ella, y luego aseverar que el escenario electoral es inoperante. A los medios les corresponde informar y comentar los hechos, no forzarlos hasta el grado de acometer su realización para dar entonces cuenta de ellos. En todo caso lo que con ello se prueba no es la inoperancia de lo reportado, sino del reporte y del reportero.

Lo que sí es de entender, dado su protagonismo, es que no oculte sus errores (e ilícitos), sino que los publique como trofeo en la primera plana de su periódico.

Tras de ello, el señor Cantú hace votos para que su carta pública sea el "inicio de un diálogo que nos lleve a empezar a caminar por el sendero de la democracia", mejor hubiese sido que la aceptase como el inicio de su camino por la vía de la legalidad, que a la democracia solo se transita con reglas y en observancia a las mismas.

"A los amantes de la democracia, concluye –y aún los que no lo son- los invito a discernir públicamente nuestras diferencias. Sólo de la confrontación de ideas surge la verdad", lástima que, en esa ocasión para parir "su" verdad (¡Oh verdad, cuántos fraudes en tu nombre se cometen!) haya optado no por el diálogo, sino por la violación múltiple al marco jurídico.

Cabe, sin embargo, la atenuante de que en ese su último párrafo confiere no haber actuado como periodista ni con propósito informativo, sino como parte interesada y para discernir sus diferencias, lástima, nuevamente, que no haya dicho en qué consistían éstas y contra cuáles y de quién buscaba discernirlas.

Para nuestra fortuna, el periódico familiar del consejero Cantú consignó los hechos que hoy permiten recordar los señalamientos hechos hacia su persona por quien en ese momento ocupaba en el ámbito estatal el cargo de autoridad electoral que él hoy ocupa a nivel federal: Ser parcial y manifestarse con prejuicio ideológicos desde una posición privilegiada.

Interesados ver: El Porvenir del 11 al 14 de noviembre de 1985; Raúl Trejo Delarbre, CRÓNICA, 7 de noviembre de 1996, y Jorge Covarrubias Ortíz, Desarrollo Político y Transición Democrática, Ediciones Castillo, Nuevo León, México, 1996, Pags. 216 a 218.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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