EL IFE A LA DISTANCIA

Olanes y afeites

Olanes y afeites

Foto Copyright: lfmopinion.com

Tras la última sesión del Consejo General del IFE —previa observación de la Cámara de Diputados, donde, por cierto, no se lleva a cabo el debate de nuestro tiempo, sino ¡la debacle con nuestro tiempo!—, confirmo que en México lo único serio y digno de crédito es la lucha libre.

La última sesión del Consejo General del IFE se centró ostensiblemente en hostigar y debilitar al consejero presidente. ¿Se consiguió el objetivo? Aparentemente sí, le fueron arrebatadas las únicas tres unidades técnicas que dependían de él y se mostró urbi et orbi su franca e irrecuperable minoría ante el G6.

Por si fuera poco con tenacidad de termita y actitud de lavadero, seis consejeros electorales se dedicaron a cuestionar todas y cada una de las actividades de Felipe Solís, haciendo ver que no quitan el dedo del renglón acerca de su remoción, aunque no hayan encontrado en su pseudoevaluación algo que imputarle directa, seria y honorablemente.

A mi parecer, sin embargo, el supuesto debilitamiento de Woldenberg no es tal, antes bien se alcanza a percibir fortalecido. Por un lado afloró la crisis que había permanecido intramuros y que tanto negaron los seis consejeros. Por otro, salieron a relucir las personalidades ocultas de algunos de ellos, su apetito
desmedido de poder, su desprecio por la Ley y, en algunos casos, hasta por la lógica (de protagonismos e inconsistencias argumentativas otro día hablamos). Sospechábamos el conflicto, lo percibíamos a través de las siempre torpes declaraciones de Jaime Cárdenas, así como de sus filtraciones -no por nada los propios consejeros le apodan "Fax Gordon"-, pero hoy nadie en su sano juicio puede negar la crisis incubada, desarrollada y sostenida por seis miembros del máximo órgano de dirección del IFE.

En innumerables entregas he hablado de que los ciudadanizados y autónomos consejeros están sujetos al sistema de responsabilidades del servidor público y, entre ellas, al juicio político. Guardo la impresión de que mis señalamientos son para ellos como el cuento de pepito y el lobo. Ojalá y recuerden que el lobo, en la moraleja, sí se aparece.

Woldenberg, quien para algunos estaba exagerando su circunstancia, podrá hoy, con toda autoridad y acreditamiento de causa, llamar la atención de los partidos políticos con relación en la perversa dinámica que prevalece en la institución; éstos requerirían tener un grado de irresponsabilidad supremo para no percibir que el conflicto rebasa con mucho el ámbito de las personalidades, y pone en riesgo la viabilidad de la institución y la realización de las elecciones del año 2000.

No es la ciudadanización, ni la autonomía, ni la horizontabilidad, ni la operación colegiada lo que está en juego. Es la responsabilidad estatal de organizar y efectuar periódica, pacífica, eficaz, legal y legítimamente elecciones federales. Los partidos deben sopesar con absoluta responsabilidad el bien a tutelar y cómo hacerlo. Si se confunden serán los primeros perjudicados. Estamos jugando con fuego y los cerillos y la gasolina les han sido entregados a unos sujetos incapaces de medir las consecuencias de sus actos.

Deseo destacar que no inmiscuyo al gobierno. Pedirle al gobierno que intervenga, a la luz de la moda socialcivilista que hoy extravía nuestros pasos, sería una apostasía ciudadana. Corresponde, por tanto, a los partidos resolver el problema. Por un lado, por ser actores principales del quehacer electoral, por otro, por ser los creadores del diseño institucional que tiene al IFE tocando -autónoma y ciudadanizadamente- las puertas del caos y, finalmente, por ser los padres de los consejeros electorales.

La prisa que éstos le han impreso al conflicto sólo es explicable a la luz de que en sus cálculos los partidos están sumamente ocupados en la Cámara de Diputados y los procesos electorales del año que entra para atender al IFE. Se equivocan. Habrá tiempo y espacio suficientes para atenderlo y resolverlo.

La opinión pública ha podido constatar que sí existe una crisis institucional profunda en el IFE, quiénes la han creado y con qué propósitos. Los consejeros se han colocado por sí solos en el tapete del análisis, y los hacen ya sin los olanes y afeites que el propio sistema les creó como plataforma para justificar su llegada a la institución y acreditar méritos acordes a la dimensión de la responsabilidad a la que arribaban; responsabilidad que, como ha quedado visto, les quedó grande.

A Woldenberg y a Solís sólo puedo decirles en esta Navidad —y junto con ellos a todo el IFE— que, como decía Nietzsche, lo que no mata fortalece.

#LFMOpinión
#IFE
#Consejeros

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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