EL IFE A LA DISTANCIA

Asco

Asco

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Patético, lamentable y triste lo que pasa en el IFE, y más todavía el marasmo al que lo han arrastrado quienes viven de hacer creer que lo salvan cuando poco a poco lo destruyen sin construir nada a cambio. Hace tres meses los desvaríos de su sesión de Consejo General fueron opacados por la entrada del huracán Paulina, ahora la liberación de La Quina quizás tape la deplorable sesión del pasado martes. Pero los pocos mortales que tuvimos la desgracia de presenciar ambas reuniones sólo podemos coincidir en que lo único que pueden producir las sesiones del Consejo General del IFE, hoy en día, es asco.

Asco por el nivel de las discusiones, asco por el tono de las mismas, asco por el contenido de sus temas, por las razones que se esgrimen, por la informalidad con que se presentan y procesan los proyectos de acuerdo, por lo avieso de sus objetivos, por los zafarranchos sin fin, por tratar de convencer por cansancio sin argumentos, por las fobias, por las cerrazones, por las sinrazones. Asco por las actitudes golpistas disfrazadas con baños de pureza y tonos pseudoconciliadores, asco por las voracidades desbocadas, asco por las irresponsabilidades sin límites, asco por la ciudadanización de la soberbia del poder.

Ojalá y los partidos observen a tiempo y con ojos críticos al monstruo que han creado. Si hace unos años en el IFE se discutían temas de trascendencia nacional en materia electoral, y se hacía con altura y eficacia, hoy sólo existen diálogos de sordos; se ventilan oficios, informes, fechas, autorías, dimes, diretes y luchas pírricas; se hace sin decoro, pudor e ilustración y el IFE está atascado en luchas intestinas. En octubre se nos quiso hacer creer que existía un supuesto problema de legalidad en tres áreas administrativas del Instituto, hoy no queda duda que lo que se pretendía era arrebatarle al consejero presidente la adscripción, nombramiento y control de ellas.

Ya tienen los consejeros un pedazo más del IFE, sólo les resta apropiarse de la presidencia y la secretaría ejecutiva. Veremos qué hacen con el pedazo arrebatado, porque hasta el momento, donde han metido las manos sólo han generado conflictos y un ambiente que se corta con cuchillo.

En la pasada sesión hubo un momento en que todos los directores ejecutivos abandonaron el salón ante las ofensas y barbaridades que de ellos expresaba el inefable consejero Cárdenas. Cuando alguien les hizo ver a los consejeros la, de suyo, notoria ausencia, optaron por reírse. No suelo ser pesimista, pero sólo un retrasado mental puede creer que la brecha que los seis consejeros electorales han abierto -por lo demás con una voluntad y tenacidad dignas de mejores derroteros- pueda cerrarse.

El tono y contenido ofensivos, irrespetuosos, coléricos y desmedidos utilizados por el consejero Zebadúa para con José Woldenberg, no deben ser obviados y ameritan la más seria de las valoraciones. No sé qué sea más lamentable, si la erupción de esta personalidad oculta, irascible y autoritaria, o la ausencia dentro del Consejo de una voz que llamase a la cordura y civilidad al iracundo cuan errado don Emilio y a sus compañeros, así como abogase por el consejero presidente. Duele decirlo, pero Woldenberg en esta pelea está solo y su alma, y al decir Woldenberg digo IFE.

Es tal la voracidad de los seis consejeros por controlar la operación del IFE que si mañana se tapara el único excusado de una junta distrital en la sierra de Durango, el vocal secretario, temeroso de caer en falta, tendría que solicitar autorización por escrito al Consejo General para mandarlo destapar, pedir una auditoría (externa e interna) previa, concomitante y posterior al destapamiento y, por supuesto, informar puntualmente a la Comisión de Caños del Consejo General del desarrollo y resultado de su cometido.

Finalmente, tendría que prender veladoras para que entre las denuncias ¡anónimas! que sustancia el consejero Cárdenas nadie le impute algún ilícito de albañal. En ese tenor. Y para obviar mayores sufrimientos a la institución (lo que queda de ella), me permito presentar la siguiente propuesta.

Quememos en el salón de sesiones del Consejo todas las constituciones y Cofipes que haya en el IFE y sus alrededores. Cambiémosle el nombre al de "Instituto Federal de Comisiones y Ciudadanos Ciudadanizados Electorales" (IFCCCE).

Suprimamos al consejero presidente, secretario ejecutivo, directores ejecutivos y a la Junta General Ejecutiva. Por igual, reduzcamos a seis el número de consejeros electorales. Constituyamos seis comisiones, una por cada consejero, encargadas cada una de las funciones sustantivas del IFCCCE (anteriores direcciones ejecutivas).

Conformemos una especie de directorio, integrado por los seis consejeros, que funcione cotidianamente y decida todo acerca del Instituto (caños incluidos). El Consejo General pasaría a ser testimonial y se reuniría cada tres meses. En él, sólo tendrían voto los seis consejeros electorales así, tal como ahora, digan lo que digan los partidos, se garantizaría que sólo su voluntad (para no decir capricho) se cumpla contra viento, razón y marea. Así ¡por fin! lograrían el control absoluto del IFE, y el fantasma del "viejo oficialismo", que les jala los pies todas las noches habrá sido exorcizado.

Lo anterior, lo hago en comprensión y obsequio a la voracidad consejil desbocada, desmentida y ampliamente acreditada; así como para ahorrarle a la Institución los tragos amargos, patéticos e inaceptables a que la someten inmisericordemente sus salvadores. Con ello, estoy seguro, podrán lograr la administración colegiada que los obnubila, la horizontalidad organizacional, y la ciudadanización y autonomía plena del IFE, o lo que quede de él. Lo que nadie podrá asegurar es la realización de las elecciones del 2000.

#LFMOpinión
#IFE
#JaimeCárdenas
#IFCCCE

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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