Quebrantos
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Para el consejero electoral Juan Molinar mi periodismo es execrable... cuando menos. Respeto su parecer pero, por supuesto, no lo comparto. Empezando porque yo no hago periodismo sino artículos de opinión política. Mi opinión, que como todas no es más que un "concepto o parecer que se forma de una cosa cuestionable" puede estar errada desinformada, confundida, ignorante o correcta, y es por naturaleza controvertible, pero es mi opinión y con el mismo derecho que a él le asiste descalificarla yo la expreso y firmo.
Oportuno resulta recordar el lema de New York Times: "La opinión es libre, los hechos son sagrados". Mis artículos manifiestan mi personal opinión sobre fenómenos políticos por esencia discutibles. Como yo, no son monedita de oro.
Para el siempre caballeroso Alonso Lujambio en mi último artículo no diferencio entre consejeros y sus diversas posturas, y reconozco que le asiste la razón. No todos los consejeros del IFE son iguales, ni actúan con idénticos propósitos, ni tienen el mismo peso específico, ni emplean las mismas tácticas, y tampoco hacen gala de los mismos modos. Barragán y Peschard, por ejemplo, están sujetos a una especie de ostracismo ciudadanizado. Lo importante sería conocer quiénes forman el famoso "pentágono" o mayoría mecánica de votos en el Consejo General, del que hace alarde el consejero Cárdenas, padre de esta denominación de connotaciones tan civilistas, democráticas y tolerantes.
La maldad, por supuesto, no se encuentra ubicada en un solo lado dentro del IFE. Afirmarlo sería aceptar el argumento del viejo oficialismo y el nuevo IFE. Toda institución humana se compone de las virtudes y miserias de todos sus hombres... y hasta de sus críticos. El problema del IFE, que no maldad, no radica en sus contradicciones y choques internos, sino en su exacerbación por una apuesta que parece no tener idea de costos, riesgos e implicaciones institucionales. Mi opinión es que el IFE está al borde de un quebranto institucional de proporciones mayúsculas generado desde su interior, por una violación de los equilibrios internos que deben prevalecer en toda organización humana. Me explico: el hecho de que exista un supervisor de alimentos, no quiere decir que él deba disponer del menú, comprar los víveres, cocinarlos, servirlos, comérselos, cobrarse, pagarse y luego calificar todo el proceso por él realizado. Significa que sobre los que ejecutan existe una vigilancia y una supervisión, no una suplantación o, peor aún, una defenestración.
Un botón de muestra: El consejero Zebadúa el pasado lunes afirmó: "Subsisten limitaciones al pleno desarrollo de la democracia en algunas regiones del país; actos contra la libertad del sufragio que se presentan en contra de ciudadanos desprotegidos, son un solo ejemplo de esto". Valga señalar que el único dato documentado que se tiene de actos contra la libertad del sufragio y ciudadanos indefensos (llegando hasta la muerte de uno de ellos) es el del tercer distrito de Chiapas, precisamente para provocar la anulación que tanto peleó el propio consejero.
Continuó el señor Zebadúa: "La Comisión de Capacitación Electoral y Educación Cívica que me corresponde presidir, pondrá todo su empeño en trabajar por la superación de estos rezagos, aunque algunos de ellos rebasen el ámbito estricto de responsabilidades del instituto". La Comisión en marras sólo tiene facultades de supervisión y vigilancia de materia de capacitación electoral y educación cívica. La atribución sustantiva de esta tarea, en tanto no se reforme la ley, recae en la Dirección Ejecutiva de igual denominación.
Al proponerse el consejero "trabajar" directamente -no supervisar ni vigilar los trabajos-se dispone a violar cuatro veces el Cofipe: al ejercer funciones ejecutivas para las que no tiene competencia; al hacer nugatoria su atribución supervisora, ya que bajo ese esquema se supervisará a sí mismo; al realizar ambas cosas en ámbitos ajenos a los del Instituto; y al violentar nuevamente su función supervisora y de vigilancia por la cual debería informar al Consejo General que viene rebasando los ámbitos de su estricta responsabilidad y la del IFE.
Lo más alarmante es que el consejero Zebadúa para sustentar su propósito recuperó el discurso de "los fines" del Instituto, el mismo sobre el que se trató de montar aquel acuerdo para conocer y sancionar violaciones al sufragio y que fue motivo de una revocación del Tribunal Electoral.
Es tal la confusión de roles que prevalece en el IFE y de arrebatos genesiacos que en una reunión de ex consejeros electorales locales, quien habló en representación de ellos de nombre Gerardo Puertas Gómez, aseveró: "Ante nosotros (consejeros y ex consejeros) se presenta la grave tarea de convertimos en defensores de la libertad y el pluralismo, el derecho y el equilibrio de poderes, el crecimiento económico sostenido y el desarrollo socialmente justo". ¡Cuán ardua y distante tarea a la de ejercer la humilde función de dirección en cierto tipo de elecciones!
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