EL IFE A LA DISTANCIA

Macartismo electoral

Macartismo electoral

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McCarthy y Stalin, figuras históricas antagónicas, se identifican en un mismo propósito: impulsar purgas oprobiosas contra los que sospecharon o interesadamente definieron, sus adversarios.

Difirieron en métodos pero no en intolerancia. McCarthy se ostentó como un dedicado patriota y heroico guardián del americanismo, mientras minaba la tradición de las libertades civiles norteamericanas acusando a diestra y siniestra de comunistas a personajes a los que nunca pudo probar nada, pero a los que anuló estratégica y políticamente de la vida pública.

Stalin, cuyas purgas pasaron de la anulación política a la sangrienta eliminación física, todavía es motivo de investigación sorpresa, alarma e indignación de propios y extraños. En su momento ambos fueron aplaudidos por turbas obnubiladas por el escándalo o embriagadas por el olor a sangre. Fue Voltaire quien dijo, con relación a la intolerancia y purgas religiosas, pero aplicable al caso, que "lejos de olvidar esos abominables tiempos, hay que recordarlos para inspirar horror eterno".

En remembranza de McCarthy y Stalin, pero no para causar horror eterno sino para revivir su intolerancia y métodos purgatorios, hoy se yergue en el Instituto Federal Electoral una aterradora versión de inquisición electoral. El IFE ya no se compone por órganos de dirección, ejecutivos, técnicos y de vigilancia. Hoy se integra, y a su vez divide, en "nuevo IFE" y "viejo oficialismo" (Mirella Cantú, La Jornada 20/05/97). Bajo esta nueva y avanzada visión no cuentan capacidad ni desempeño, sino año de ingreso a la institución y quién en ese momento haya ocupado su dirigencia. El funcionariado electoral se compone así, no por funcionarios de carrera o consejeros electorales, sino por chaufetistas, nuñistas, ricoyistas, y también incluyendo a los autores de esta sesuda cuan objetiva calificación, woldernberistas.

Uno de estos últimos, Jesús Cantú, ha encontrado en diversas visitas a estados que los exámenes de ingreso y evaluaciones para ascender de algunos funcionarios ejecutivos "no servían ni se tomaban en cuenta (ibídem). Más, traicionándole el inconsciente, en lugar de actuar como autoridad que es y dar vista de la irregularidad a la Comisión del Servicio Profesional de la que forma parte para proceder en términos de ley y estatuto, filtra su hallazgo a la prensa en forma de suyo macartiana, es decir sin prueba alguna.

Por supuesto que habrá quien piense que su propósito no es combatir -por ahora- a los supuestos infractores, ni menos por razones de su ingreso, desempeño o evaluación, sino sentar desde ahora la premisa mayor del silogismo que lo lleve a descalificar aquellos resultados electorales que no convengan a sus intereses (cuáles son, preguntaría la R. de Monsiváis): "esto que salió bien -bajo mi óptica, por supuesto- es gracias al esfuerzo denodado del "nuevo IFE", lo demás es producto del "viejo oficialismo", ese 98 por ciento de podredumbre, contra el que estamos luchando, pero que no hemos podido derrotar". Deslinde que podría tener una explicación, jamás justificación, política, pero error que en términos de dirección organizacional, integración funcional y solidaridad con la institución no tiene calificativo.

Sorprende por otro lado que quienes deben ser artífices del proceso se obstinen en querer ser actores centrales del mismo, y lo hagan involucrando inútil y arteramente a la institución que debieran dirigir y en caso de irregularidades corregir, en controversias que sólo terminan por deslavar su legitimidad, eficiencia y eficacia.

Algunos datos duros: fue demanda airada de los partidos políticos que se integrara un cuerpo profesional y de carrera en el orden electoral. Lo que ayer fue petición hoy es reclamo. Para ser profesional y de carrera este cuerpo requiere, aunque sorprenda al "nuevo IFE", permanencia. Ese es su mérito y valor, no su pecado. El desempeño de los miembros del servicio profesional electoral está sujeto en todo momento a la supervisión de los partidos políticos y del propio funcionariado electoral, incluido el consejero Cantú. Todos los actos y resoluciones de la autoridad electoral son recurribles por vías de pleno derecho. Todos los miembros del servicio profesional electoral están sujetos a una evaluación anual, los hoy más impugnados llevan ¡seis evaluaciones! Todo ingreso y ascenso es por riguroso sistema de examen. En 1994, en pleno proceso electoral, Carpizo consintió en destituir a cuanto funcionario electoral solicitasen los partidos, en violación a sus más elementales derechos laborales y en un verdadero "péguenle al negro" y macabra feria de Headhunters. En 1997, por mandato legal, los vocales ejecutivos fueron nuevamente sometidos a revisión, solicitando únicamente a los partidos la presentación de pruebas. En 1995, debido al recorte presupuestal originado por el error de diciembre (en este país ahora los errores son de los meses), el IFE se vio obligado a recortar gran parte de su estructura, despidiendo a aquéllos cuyo desempeño, si bien no había sido demeritorio, no había sido de lo más destacado.

Hoy, no encontrando nada contra el desempeño de los sobrevivientes a este régimen, que más que un servicio de carrera asemeja un contraservicio que debe nacer con cada "nuevo IFE", se argumenta contra su pasado y el ejercicio de sus derechos individuales y ciudadanos, ¡Cuidado! No reencarnemos a McCarthy, cuya intolerancia y cerrazón deben movernos al horror eterno.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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