PARRESHÍA

En busca del tiempo perdido

En busca del tiempo perdido

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Quizás con el tiempo y sea posible determinar si por décadas existió un odio generalizado, profundo -y a un tiempo agreste y mudo- contra el PRI; rencor que no halló su afloración sino hasta con Fox, o si acaso fue éste el que generó la desproporcionada ojeriza de la que es hoy objeto el otrora invencible. El hecho es que por artilugios varios, franjas importantes de la sociedad consideran religiosamente que todo lo malo que existe, existió y exista es culpa del PRI.

De haber sido esa animadversión desde hace años, hubiese resultado imposible contenerla, inclusive, para un régimen verdaderamente totalitario. Y si bien nuestro sistema tuvo rasgos autoritarios, difícilmente puede ser equiparado a cualquiera de las dictaduras militares que hemos visto eclipsar en Latinoamérica, pregúntese si no a los miles de refugiados políticos que hallaron cobijo en el México que hoy muchos mexicanos quieren tachar de tiránico.

Quisiera partir de una hipótesis: ningún partido en el mundo logra sobrevivir durante un lapso considerable de tiempo, sin una aceptación y refrendo popular representativos, rasgo que hoy, incluso, se regatea al PRI.

No quiere ello decir que el PRI pueda eximirse de su historia, ni cargar en su cuenta con los excesos, corruptelas y desviaciones de las que es exclusivérrimo responsable. Pero, tampoco, que deba aceptar la tesis del siglo perdido. Tiempo es de recoger varas, hagámoslo sin aceptar la satanización mediática, pero por igual la ceguera de la soberbia y de la inconsistencia.

Paradójico es que -a la luz del siglo y régimen que concluyen- son más las gentes exitosas que las menesterosas las que se quejan del desempeño del tricolor y sus gobiernos. Escucharlos es caer en un vacío histórico, especie de amnesia social en la que los últimos 70 años de la vida nacional se pierden en acusaciones genéricas y rabiosas de corrupción, asesinatos, impunidad, ausencia de libertades y de Estado de derecho.

Es entendible que tales afirmaciones muevan electoralmente, pero el menor análisis objetivo no puede más que concluir que ningún pueblo del eje occidental en este agonizante siglo podría soportar un régimen con dicho talante, sin desembarazarse violentamente de él; más aún teniendo por vecino al hambriento "coloso temible", del que habló Aranda a finales del siglo XVIlI.

¿Ello es así? ¿En realidad perdimos un siglo o, si se quiere, setenta años? ¿Existe un tiempo mexicano perdido? De ser así, conviene, cual Proust, y sin pretender dote literaria alguna, adentramos en su búsqueda. Sí, encontrado, todo fue maldad, ineptitud, corrupción y crimen, si sólo imperó el sojuzgamiento y la desesperanza, tendrá que haber vestigios que nos permitan descifrar cómo pudo un pueblo como el mexicano soportar en la peor de las ignominias, más de 70 años de tan lacerante y nefanda situación.

Los temas son múltiples, pero tiempo sobra para abordarlos.

Iniciemos por el de salud: hace 70 años en México había un médico por cada 3 mil 500 habitantes, hoy hay uno por cada 800. Entonces morían 27 personas por cada mil, ahora sólo 5, la reducción es superior al 81%.

En 1930 la esperanza de vida era de 37 años, en la actualidad es de 75, un tanto más.

La mortalidad infantil era de 130 por cada mil nacidos vivos, en nuestros días es 15.8; la materna fue de 56.5, este año será de 3.4.

A principios de siglo, uno de cada tres fallecimientos respondía a enfermedades infecciosas. Ahora la relación es menor de uno de cada diez. Hace dos décadas que no ocurren muertes por paludismo en México.

En el siglo que concluye las muertes por diarrea y neumonía en menores de 5 años descendieron 99 y 96 por ciento, respectivamente.

En este sexenio se alcanzó la cobertura de vacunación infantil más alta de nuestra historia y una de las más completas del mundo: 98 de cada 100 niños en edad preescolar tienen un esquema de protección integral.

De 1930 a la fecha, los casos de difteria se redujeron de 3 mil a cero; de paludismo de 147 mil a no más de 4 mil; la tos ferina de 30 mil a alrededor de 10; la mortandad por diarreas por cada 100 mil habitantes de 500 a 7; por neumonía e influenza, con el mismo parámetro, de 294 a 16; por tuberculosis pulmonar, de 62 a 4.

De entonces a hoy, la tasa global de fecundidad bajó de 5 a 26. La planificación familiar se funda en el respeto a libertades, derechos y creencias.

En 1930 no se conocía el tétanos neonatal, ni el VIH/SIDA. Del primero no registrarán en el presente año más de diez casos, el segundo se mantiene estable desde hace 5 años.

La poliomielitis, que tuvo gran incidencia a mitad del siglo, lleva 10 años erradicada.
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Todo ello se hizo inmerso en explosión y cambios demográficos en 1930 éramos 16.5 millones, hoy somos 99.6. Conviene detenernos en esta cifra, la población demandante creció en 70 años seis veces más, una punto una veces por década.

Además, la estructura poblacional pasó de un componente urbano de 33% a un 71% en tanto que el rural de un 67 a 29%.

En 1930 no existía un sistema nacional de salud, no había secretaría del ramo IMSS, ISSSTE, menos DIF.

Qué decir de programas sociales. Qué de los 4.6 millones diarios de desayunos escolares, de los 19.5 millones anuales de sobre vida suero oral, de los 29 millones de dosis antiparasitarias a niños de 2 a 14 años, de los 10.8 millones de megadosis de vitamina "A" a niños de 6 meses a 4 años para prevenir diarreas y enfermedades respiratorias agudas. Qué del gran total de vacunas a infantes que alcanza el orden de los 447 millones de dosis en lo que va del sexenio.

Hoy el sistema de salud tiene 18 mil 557 unidades médicas y en ellas se da servicio a la población abierta. No tengo datos ciertos de la infraestructura existente en 1930 y entonces la salud era un derecho derivado del trabajo, no como ahora que la Constitución lo consagra como garantía de seguridad de acceso igualitario a todos los individuos, independientemente de su rol económico o social.

¿Qué hubo corruptos? Sí. ¿Qué todavía quedan personeros de la época de la devastación de la poliomielitis. También. ¿Qué no se logró alcanzar a salud plena de los mexicanos? Tampoco se ha logrado la de los suecos, y ellos no han crecido a nuestro ritmo, ni tienen por origen la pluralidad étnica, ni la desigualdad social, menos la orografía, de extensión e incomunicabilidad de México. ¿Qué queda mucho por hacer? Es cierto. Pero que hay mucho hecho y logrado en los pasados 70 años, también.

Concluyo con Proust "... cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo". Aunque parezca contradictorio, el priísmo habrá de encontrar su futuro en la búsqueda -que no repetición- de su pasado.

#LFMOpinión
#IFE
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#PRI

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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