ANÁLISIS PSICOLÓGICO DE LAS FIESTAS PATRIAS

Tal vez sea muy atrevido el título de nuestra publicación, pero trataremos de descubrir algunos elementos de fondo de nuestra personalidad cultural.

Comencemos por descifrar qué hay detrás de la idea de llamarles fiestas. Ciertamente es el festejo patriótico más importante del año y lo centramos en un acto que conmemora el inicio de la independencia nuestra de España, con una campana y un grito. Ambos en referencia al entonces llamado en la madrugada al pueblo de la pequeña ciudad de Dolores, en el hoy Estado de Guanajuato. Luego entonces, estamos festejando no sólo el inicio de una insurrección, sino la valentía de un sacerdote católico que tuvo la visión y las agallas de convocarla.

Si utilizó una campana, seguramente fue la del templo y sí hubo un grito, lo más lógico es que fue desde el atrio o desde el púlpito. Lo que implica que se siguieron las usuales tradiciones de una celebración religiosa. Luego entonces, conmemoramos que la valentía de un ministro católico, usando los recursos que le confieren su ministerio, inició un acto de rebelión y sublevación en contra de las autoridades. La historia dice que liberó a los presos de la cárcel. Y fue progresivamente sumando adeptos a su causa hasta formar un gran ejercito, con un pueblo unido y dispuesto a dar la vida, al enfrentarse a un ejército bien pertrechado, con tal de lograr la autonomía de un gobierno que se sometía a los invasores franceses y rechazaba a la autoridad genuina de Fernando VII.

Festejamos entonces un sublime acto de rebeldía y una profunda disposición moral a dar la vida por un movimiento de insurrección en contra de un gobierno que equivocó su rumbo. A todos ellos los llamaron "gachupines" por traidores al rey.

Celebramos la lealtad y arrojó de un pueblo al llamado de un líder, que lo condujo a crear una nueva nación, que efectivamente logró su independencia años después.

Lo curioso de estas fiestas es que nos brota el deseo de beber y emborracharnos, al paso que gritamos ¡¡Viva México!! El folclor y las tradiciones nos conducen a una emotividad afectiva sobre nuestro amor profundo a México, al ser del mexicano. A lo que hemos venido construyendo desde aquel grito de dolores.

Bebemos porque ya sólo en el fondo de nuestra conciencia histórica tenemos valentía y lealtad a nuestros deseos de libertad y hemos perdido arrojó y determinación para enfrentarnos a las autoridades injustas y desleales. Sabemos que ya no estamos dispuestos a dar la vida por nuestra nación e independencia, hoy de nuestros nuevos conquistadores y explotadores.

Entre copa y copa, cohetes, música y vivas, los mexicanos festejamos a nuestros héroes que con valentía y arrojó derramaron su sangre, por conseguir la libertad y tener una nación. Lo que hoy hemos perdido. Festejamos el grito de los valientes de entonces y lloramos por lo que hoy nos falta. Mejor bebamos.

Es sólo una interpretación subjetiva, nada más. Festejamos nuestro natalicio, pero bien podemos llorar el cómo lo hemos vivido muchas décadas.

Pero venga la fiesta. Eso no se perdona.



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