Estilo habemus
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Nada que no hubiésemos visto antes: la tortura, más bien, la masacre de la norma para servir a un fin político, circunstancial y partidista. La norma, bajo esa óptica ya no es el "deber ser" para que un valor y fin supremos sean; no, la norma se convierte en un "hazle como quieras". Me explico, la conducta humana puede ser de múltiples maneras, pero en atención a una escala de valores y de fines superiores aceptados por la sociedad, la conducta del hombre, para que la sociedad pueda convivir y sobrevivir, "debe ser" de una manera. Ese debe ser debe, entre otras cosas, ser constante, brindar certeza jurídica a la sociedad de que las cosas deben ser así y que para que cambien se requiere un procedimiento y publicación, también regidos por la norma. A ello se le conoce como seguridad y certeza jurídicas.
¡Ah! Pero cuando el derecho no es derecho, cuando la ley deja de brindar certeza jurídica, cuando se le atormenta y estira cual chicle, cuando se le pervierte en función de cada coyuntura, cuando pierde su generalidad, cuando se le reduce a un instrumento de la perversidad de quien está encargado de aplicarla, cuando se pliega a caprichos, invenciones, cálculos o vendettas políticas o chantajes partidistas, la sociedad entra de lleno en el camino (sin peaje) al caos.
Nada nuevo en realidad, ya habíamos visto cómo la ley se convertía en sus manos en algo amorfo, indefinido, plegable, gargajiento. Así fue la interpretación constitucional que llevo a Creel a la Cámara de Diputados, así fueron los procedimientos de juicio político que éste intentó sin suerte contra Madrazo y Cervera. Paradójicamente, las dos entidades incendiadas en menos de un mes de gobierno foxista. Así también fueron las resoluciones que Molinar impulsó (¿impuso?) desde el IFE, o ya se les olvidó la masacre del derecho y del Contralor, entre tantas otras interpretaciones manidas y perversas de la ley, muchas de las cuales fueron revertidas por el otro Tribunal, porque el nuevo, el de la época foxista, terminó plegándose al estilo Creel Molinar de utilizar la ley con fines políticos, violentar todas sus jurisprudencias y criterios, así como caer en contradicciones evidentes. Ya habrá oportunidad de comentar la resolución de Tabasco y, más aún confrontarla con sus antecedentes y, sobre todo, con sus resultantes, que los magistrados aún tienen pendiente de resolver Jalisco.
El hecho es que el estilo del nuevo gobierno ha sido ya develado: manipulación y tortura de la ley.
El propósito también: destruir al PRI (bueno, lo que queda de él) desde sus cimientos, que no quede piedra sobre piedra y para ello, además de violentar tantas veces la ley como sea necesario, esperan contar, como hasta ahora, con el marasmo del partido y la ayuda franca, cándida o interesada, de muchos priistas.
Por lo pronto dos entidades del sureste se hayan incendiadas. No dudo que sea parte del plan de desquiciar las relaciones con los partidos y con el Congreso para generar entonces la excusa de proscribirlos.
En fin, mientras los adoradores del cambio indefinido siguen tragando propaganda, el estilo de gobernar ha sido impuesto, el Tribunal Electoral ha sido reducido al escarnio, chantaje y befa de los malvados, dos entidades arden políticamente y al PRI lo habrán de perseguir hasta su tumba.
Por cierto, ya pasaron muchos 15 minutos y, por supuesto, más de 15 excusas y contradicciones con relación a Chiapas. El hecho de enviar al Congreso una iniciativa generada por el propio Congreso, la cual ya se encontraba en sus comisiones, sin modificarle una coma a sabiendas que es inoperante, no es más que una señal más de querer poner a la opinión pública contra el Congreso y pavimentar así su próxima disolución.
Por otro lado, el conflicto de Chiapas tiene muchas aristas, no nada más la guerrilla zapatista, que hasta la fecha no ha retirado su declaratoria de guerra al gobierno mexicano. En Chiapas, entre otros fenómenos, existe un enfrentamiento étnico y religioso. Cuando en 94 el Ejército Mexicano dejó un territorio a los
zapatistas, éstos expulsaron a sus hermanos indígenas que no abrasaban su causa, robaron su cosecha y
ganado, quemaron sus casas y, en muchos casos, mataron a sus hermanos por los que tanto escribe el Sub.
La presencia de nuestro Ejército fue todos estos años una garantía disuasiva para que los chiapanecos no se mataran entre sí. Los no zapatistas que tuvieron que buscar refugio fuera del territorio "liberado", pudieron regresar a sus tierras y reconstruir su vida, y ello les llevó varios años. Hoy, que con miras a ganarle la batalla en los medios al encapuchado, el Ejército recibe orden de retirarse entre pedradas e insultos zapatistas (y, seguramente, el llanto y temor de los no zapatistas, lo cual, por supuesto, no se refleja en los reportajes), las posibilidades de masacres e injusticias se multiplican peligrosamente y los riesgos de que se siga rasgando el tejido social aumentan geométricamente y alarmantemente.
En fin, que mientras todos siguen festejando "el cambio" que ya empieza a verse, por lo menos en la forma cómo van a atormentar la ley para perseguir a sus adversarios políticos, algunos "aguafiestas", como nos llama el Señor Presidente Fox, no tenemos nada que festejar y sí mucho que temer.
Feliz año.
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