El acta de Marcelo

Con un vil chantaje Donald Trump sometió al gobierno de México que no supo afrontar esa ilegítima presión y no sólo cedió dócilmente a las exigencias del magnate, sino en su torpe afán por simular resistencia, recrudeció su indignidad y dejó abierta una vía por la que el mal vecino nos puede seguir vulnerando. No ha sido la asimetría lo que obliga al gobierno de México a cumplir el dictado migratorio de la Casa Blanca e incurrir en la inaceptable e inmoral doblez denunciada por Muñoz Ledo, sino su insuficiencia política para reunir a las fuerzas capaces de burlar la embestida y derrotarla. El gobierno de México no ha sido capaz de prevenir al pueblo sobre las oscuras intenciones de Trump, sus verdaderas motivaciones y su flagrante violación de la legalidad internacional; tampoco de los derechos de la nación mexicana contra los que atenta la agresión. La unidad nacional invocada como plegaria eventual y no como iniciativa resultante de una política sistemática con base en el respeto a las instituciones, se tradujo en la precaria escenografía del lamentable mitin de Tijuana donde las notorias ausencias del líder del Senado y de representantes del trabajo y de la cultura pusieron en evidencia sus limitaciones. En su discurso, el presidente López Obrador hizo un repaso mostrenco y sesgado de la historia de las relaciones entre México y EU en el que sus omisiones incluyeron episodios recientes en los que debe abrevar experiencia y valor: porque él llegó a la Presidencia de una nación que recién había derrotado al muro y frenado en seco la amenaza de cancelación del TLC. El presidente López Obrador debe rectificar porque lo que trajo su carnal Marcelo es un acta de rendición incondicional.


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