Uno, dos, tres ridículos desesperados.

A veces la realidad es sólo una comedia, una representación dramática que combina personajes serios con farsantes.

En la Grecia clásica la comedia tendría su antecedente en las procesiones fálicas, que simbolizan en principio la buena suerte, la fertilidad, la salud y muestran a dioses con pies de chivo y cuernos, enanos, uñas de animales, instrumentos artificiales y miembros descomunales. En la comedia se trata de exagerar, de ridiculizar hechos que son chocantes, que indignan al autor y a la res pública, a la República.

En la actualidad un típico personaje de comedia es el presidente del país, (aún) más poderoso del mundo. Un actor paradójicamente imberbe a pesar de ser ya de la tercera edad, que ganó gracias a la suma de votos del llamado colegio electoral, no de la mayoría de los votos ciudadanos. Como en alguna típica comedia tradicional votaron por el candidato anaranjado muchos que fueron insultados en el primer acto: minorías ridiculizadas y masoquistas que aplaudieron con su voto el guión de esa función de sometimiento y desprecio.

Pues bien, este personaje tiene en sus manos un aparatito de choques, por medio de twitters premia y castiga, amenaza y eructa. Y el lunes pasado le dio por visitar Helsinki y encontrarse con el Jefe Putin, quien lo menos que hizo, además de regalarle un balón profesional de fútbol a quien no sabe jugar ese juego, fue negar cualquier intervención rusa en las últimas campañas electorales para favorecer a quien se sabe le conviene, a quien se sabe puede incluso manipular convenientemente, como lo demostró. Entonces, el presidente bipolar de la República democrática (aún) más poderosa del mundo, lo saludó tendiendo puentes y olvidando Crimea, Ucrania, el gasoducto al Occidente de Europa y otros históricos diferendos desde la Segunda Guerra Mundial. Y traicionando al negar, la veracidad de sus propios sistemas de seguridad, legislación e investigaciones al respecto. Un final de comedia cuando confesó ante la presión y el desencanto internos que se había equivocado y había sido mal citado. Un ridículo histórico. Lo menos que le dijeron es ser pusilánime

Pusilánime es quien muestra falta de carácter y cobardía frente a la realidad. Así, quienes no votaron por el famoso Peje, pronto don Andrés Manuel entre círculos de empresarios críticos ahora agazapados y otros promotores de memes, columnas periodísticas de Hiriart, Alemán y demás, han iniciado una cómica campaña contra don Benito Juárez y los 50 postulados de AMLO contra la corrupción porque el Benemérito de Las Américas es quien dice mejor refleja el pensamiento e intenciones del candidato ganador con el 53% del total de votos. Al mismo tiempo, como sigue poniendo agenda antes de ser declarado candidato electo, tienen el sueño de influir en favor de sus intereses, como, por favor, que no toquen a la burocracia, ni menos los altísimos y poco éticos sueldos de los señores de la Corte, del INE y demás privilegiados. Que no haya descentralización ni desconcentración. Que los expresidentes no pierdan sus guardias de seguridad, ni sus pensiones, que no se venda el avión, que el Estado Mayor siga igual, que los negocios y las compras no se concentren en una sola oficina. Basta la restauración de la República en el siglo XIX y la desamortizarían de los bienes del clero, la importancia del registro civil, la promoción de la educación gratuita, obligatoria y laica, la puesta al día y modernización del país en el modo de producción dominante y la victoria frente a la intervención extranjera, para nombrar a Juárez como ejemplar mexicano. Un ridículo histórico es llamarlo traidor y ajeno al interés nacional. Esos críticos de escuelas confesionales y similares, son simplemente miserables pusilánimes.

¿Y el tercer ridículo desesperado? Ah, es ese que dice que las fotos en bikini de la reina del último campeonato mundial en Rusia, la presidenta Kolinda, no son de ella, sino de una modelo profesional gringa. Y que siempre sí, que en efecto, viajó con viáticos. Otro final de comedia.


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