POLÍTICA

Hacedores, beneficiarios y disruptores

Hacedores, beneficiarios y disruptores

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Para convertir en imágenes populares a los bultos que nos han impuesto como gobernadores se empieza por cobrar carretadas de millones que aseguran una deuda a futuro del gobernante por ser

La camada de gobernadores que el país ha sufrido no alcanza justificación, pero sí diversas explicaciones.

Una de ellas es la dictadura de la pantalla.

Para nuestra desgracia, democracia y medios electrónicos, señaladamente los televisivos, son hasta ahora indivisibles.

El formato televisivo empezó por matar la deliberación y el raciocinio, empobreciendo, si no que anulando, el discurso y las ideas políticos. Siguió por imponer la pseudorealidad de la imagen. Vaciado el mundo político de ideas y raciocinios, sólo quedó la imagen, el empaque, la vacuidad.

La imagen es la figura, representación, semejanza o apariencia de algo. No es una realidad, ni tiene porque responder a ella, antes bien es su substituto; una creación interesada que, en tratándose de política, representa algo aparente en ocultamiento del algo real. Una máscara, diría Paz. Un timo. Apariencia, no ser. Accidente, no substancia.

La imagen, además, no tiene que pensar, hablar, discutir ni convencer; menos aún acreditar con hechos y en los hechos alguna veracidad o valor.

Ya no hablemos de propósito o idea cualesquiera. Basta con actuar un papel y seguir un guion de proclamas bofas y emotivas repetidas hasta la saciedad.

El drama de la imagen, sin embargo, es que requiere de un medio y de un hacedor. Se podrá ser el mejor y más experimentado político, que sin diseño de empaque y posicionamiento mediáticos no se existe. Se puede tener la mejor imagen, que, por igual, sin el medio que la publicite no es.

Así, la imagen de suyo no basta. Imágenes hay muchas, pero sólo algunas alcanzan popularidad y en nuestros desastrados días quien detenta el monopolio de la aduana de la popularidad es la televisión. Ésta la da y la quita.

Imagen y popularidad requieren de los medios y éstos tienen dueño y el dueño intereses, cerrando así el círculo perverso y castrante de la democracia (partidocracia) rehén que hemos creado: quien quiera acceder al poder requiere de imagen y popularidad y, por ende, de los medios electrónicos.

Peor aún, éstos pueden crear a discreción popularidades y llevarlas al poder. En ambos casos, quien llega al poder queda sometido a su hacedor.

Para convertir en imágenes populares a los bultos que nos han impuesto como gobernadores se empieza por cobrar carretadas de millones que aseguran una deuda a futuro del gobernante por ser.

El arribista no es sólo deudor y rehén de los medios que lo fabricaron, sino que, incapacitado para el cargo, cree que todo es cuestión de imagen y popularidad y, por tanto, de abultados y crecientes contratos con las televisoras (léase pagos por debajo de la mesa).
Los partidos se recetaron el suicidio político de la spotización gratis para darse cuenta que aún sin ella seguían secuestrados por la dictadura de la pantalla y el monopolio de la popularidad.

Repito, no hay justificación posible al latrocinio de los gobernadores cleptócratas que hemos sufrido, pero entre algunas de sus explicaciones se hallan los compromisos adquiridos con los controladores y manejadores de la popularidad que los impone; la adicción de estas imágenes inventadas en gobernadores a resolver su incapacidad para conducirse bajo el principio de la realidad y la más elemental eficacia política con "manejo de imagen", o bien al vil chantaje utilizando como pistola en la sien medios de comunicación concesionado por el Estado.

Los Duartes, Borges, Padres y Medinas -más lo que se acumule en este concurso para ver quién es más corrupto y quién tiene más corruptos en casa- tienen varios padres, varios cómplices y varios beneficiarios.

No basta con satanizar y someter a la justicia a las "imágenes" que sufrimos por gobernadores, si no incluimos también a quienes los inventaron y entronizaron, que cogobernaron con ellos y de ellos y con ellos se beneficiaron.

Las cifras que se conocen del gasto en imagen de Duarte son las documentadas (arriba de los 8 mil 700 millones de pesos); es presumible que sin documentar haya cantidades posiblemente superiores y otros beneficios en contratos de obras, bienes y servicios, así como en concesiones del Estado utilizados con el mismo fin.

Queremos evitar más inventos y descalabros, cerrémosle la puerta a los hacedores y principales beneficiarios de estos Frankensteins.

Para nuestra fortuna, la efectividad de los medios tradicionales va a la baja y con ello su capacidad como elementos disruptores de la democracia y beneficiarios de su disrupción.

#LFMOpinión
#Política
#DisruptoresDeLaDemocracia
#Corrupción

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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