POLÍTICA

México duele

México duele

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Nos urge ayudar al Presidente a que se ayude; es la única manera de ayudarnos.

Nunca me había dolido tanto México como hoy.

Su desigualdad inhumana e injusticia sin par; su putrefacción política, desmandada e impune corrupción, y depravación económica; la violencia ensoñoreada y el Estado castrado duelen tanto como las costras de mugre, los piojos y las panzas infladas por gusanos de nuestra niñez, condenada a la ignorancia por una facción magisterial que ha hecho de la educación botín, de nuestros hijos rehenes y de la ley escarnio.

Más la suma de todo ello no duele tanto como ver a la Nación convertida por los encargados de su salvaguarda en trapeador de sus enemigos externos e internos.

Para esta semana había preparado un texto sobre el bullying presidencial y la obligación ciudadana de defender nuestras instituciones políticas.

La oportunidad es irrenunciable, los mexicanos debemos defender al estado en tanto organización política de nuestra convivencia ante el derrumbe global de los Estado-Nación y la globalización de la precariedad y la exclusión.

Los lazos de identidad y pertenencia están en crisis, la razón misma de permanecer unidos en duda; prevalecen particularismos que aíslan al hombre en masas indiferenciadas, consumistas, manipulables y pasivas.

Frente a ello los mexicanos, decía en mi texto, debemos defender pertenencia, identidad y proyecto histórico, en lugar de perder nuestros días en hacer bullying al Presidente y deslavar nuestras, de suyo, derruidas instituciones políticas.

Pero Peña Nieto tuvo a bien invitar a los candidatos a la presidencia norteamericanos a platicar, y lo hizo ahora, días previos a su informe y al posicionamiento de Trump en materia migratoria.

La historia es ya de todos tristemente conocida.

Trump aprovechó la inoportuna oportunidad política que Peña Nieto fue incapaz de ver para pitorrearse del Presidente de nuestra Nación, relanzó su alicaída campaña y, por si fuera poco, se mofó, una vez más, de México y de todos los mexicanos.

Nunca más inoportuna la jugada presidencial, jamás más torpe su implementación, imposible más fallida su estrategia. De allí al suicidio político no media espacio.

Este 30 de agosto habremos de pagarlo doblemente en el 2018 cuando, atentos a la infortunada invitación de Peña Nieto, los gringos, en reciprocidad, inviten a los candidatos mexicanos a la Presidencia para hacer de ellos, allá, befa, picadillo y botín. Peña Nieto puso la mesa a Trump y Hillary, pero sin darse cuenta la servía para que los norteamericanos se entrometan (más) en los procesos de política interna mexicana. ¿Qué salvaguarda nos quedará a los mexicanos para no acudir a su invitación, cuando el propio Presidente de la República inauguró el camino?

Convencido de la necesidad de defender y apoyar a Peña Nieto, éste se obstina en negarse a ser defendido. Nos urge ayudar al Presidente a que se ayude; es la única manera de ayudarnos. Pero, ¿qué hacer cuando se niega a toda ayuda?

Peña Nieto nos comprueba que es su peor enemigo y que con ese equipo y asesores no necesita de adversarios.

Quisiera poder salir a defender al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, deseo hacerlo por un instinto de sobrevivencia y nacionalismo irredento; pero es el propio Peña Nieto quien se obstina en clausurarnos la vía.

La invitación a los candidatos a la presidencia norteamericana niega una máxima política que por más de 200 años nos había permitido vecindad con el monstruo septentrional: no interferir en sus procesos internos.

Contra la experiencia histórica y la más elemental lógica, los invita y el decaído desvergonzado aprovecha el lance, chamaquea al Presidente, relanza su campaña y se pitorrea de México. Todo ello con el enojo, más que entendible, de su oponente. Ergo, quedamos mal con Dios, con el diablo y con nosotros mismos. Y todo a cambio de nada. ¡Albricias!

Todo ello cuando la muerte de Juan Gabriel le daba al Presidente un respiro para, bajo el mato del duelo nacional, flotar sin sobresaltos los días previos a su Informe, de suyo bajo acoso.

Alguien, otra vez, le recomendó a Peña Nieto patear el panal y él, iluso y desmañado, lo hizo con fruición.

En el frente interno, por más que todos los días prometan recuperar para la soberanía nacional regiones enteras arrebatadas por la CNTE y sus socios en la insurrección, su hidra se reproduce y alimenta de las omisiones y ausencias del Estado.

En el texto que originalmente había preparado concluía: Pobre Presidente. Hoy, con inaudito dolor, concluyo: Pobre México.

PS.- Finalmente queda el peor de los escenarios de la visita de Trump: que nada obedezca a error, sino a una estrategia de pactos secretos e inconfesables.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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