Errar el golpe
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El INE, en sus orígenes (IFE), surge de una desconfianza generalizada hacia la autoridad electoral, ello ha arrojado cuatro resultados perversos: por un lado, una sobrerregulación paranoica sobre la institución; por otro, unos partidos que no han logrado pasar de combatir a la autoridad electoral y disputar su control, a buscar el voto ciudadano; en una vertiente adicional, que pase lo que pase, el INE siempre tendrá la culpa de todo lo que suceda en el ámbito electoral y, por ende, siempre requerirá mayores castigos, cargas más especializadas y complicadas, y controles más rígidos. Finalmente, los partidos, habiendo entronizado al villano favorito de toda elección, el INE, no tienen incentivos para cambiar ni autocontrolarse.
Veamos el caso reciente del PVEM. Los partidos abiertamente ofendidos por el cinismo, abuso y contumacia del Verde, en lugar de orientar sus esfuerzos a denunciar públicamente al infractor y construir consensos para reprobarlo y exigir su sanción, la han agarrado contra el INE, dinamitando la confianza ciudadana en él y poniendo en duda el proceso electoral en su conjunto.
El Verde, desvergonzadamente, insiste en su derecho de aprovechar las vacíos legales y el PRI hace como si la virgen le hablara. Los dos, a su manera, ayudan a deslavar la institución y el proceso.
El INE, por su parte, hace lo que puede, que muy es poco. Y lo es por la conformación de un Consejo General integrado por Consejeros pequeños, incapaces, soberbios y asustadizos, salvo contadas excepciones. Consejeros -hay que recordarlo- escogidos, vía cuotas, por los propios partidos. El Consejo, además, se integra por partidos que, como hemos dicho, entienden la contienda electoral como el deporte de destruir cíclicamente instituciones electorales.
El INE hace poco porque los propios partidos, interesadamente, han dejado vacíos siderales en la legislación a efecto de moverse en las fronteras de la ilegalidad sin peligro a ser sancionados. Ahora, que uno de ellos, en ejercicio de la irregularidad y riesgo calculados, les gana en mañas y tropelías, y se desmarca en la preferencias por el tercer lugar nacional, en lugar de admitir su falta legislativa y de apoyar al INE para sancionar al infractor con los escasos instrumentos que la ley (hecha por los partidos) le otorga, prefieren bailar un jarabe tapatío sobre el Consejo General.
Lo paradójico es que la estrategia de los partidos ofendidos le han hecho al Verde lo que el viento a Juárez. En el último monitoreo noticioso, el Verde sólo tuvo 59 menciones negativas de un total de 977, es decir, el 6.03%. ¿Y quién es el que está desplazando a los rijosos de la intención del voto: el INE o el PVEM? ¿Contra quién debieran enfocar su rabia y esfuerzos, contra el INE o contra quien se desmarca electoralmente? No obstante, llevamos dos semanas de golpeteos contra el INE, golpeteos que no toca ni con el pétalo de una rosa al Verde y sí desdoran a las instituciones electorales, al sistema de partidos y a la apreciación social de la democracia.
Más paradójico aún: los órganos de dirigencia del PRD, por cierto el partido con mayores menciones negativas en el monitoreo noticioso, basan su legitimidad en una elección organizada de cabo a rabo por el INE. Así, la dirigencia de la que deviene la representación de Pablo Gómez, radica su fortaleza en el quehacer del órgano al que Pablo Gómez descalifica sistemática y rabiosamente. Si este INE es incapaz de actuar imparcialmente en un proceso constitucional, ¿por qué sí lo hubiese sido en el proceso interno del PRD? Ello, sin entrar al tema de que el INE, en lugar de prepararse para esta elección, ocupó su tiempo y esfuerzos en sacar las castañas del fuego por una dirigencia, ésta sí, incapaz de procesar la elección de sus dirigencias en todos los niveles y espacios nacionales.
Se supone que los concitados en el Consejo General del INE tienen el propósito común de organizar elecciones para que el electorado elija libremente; pero no es así, cada partido acude allí a maximizar sus ganancias y a dinamitar las posibilidades de los demás, y en la lógica de nuestros partidos, reventar la viabilidad de sus competidores es demoler la autoridad electoral. En otras palabras: se enfundan los guantes, se suben al ring y, en lugar de tundir al contrincante, noquean al referí.
Peor aún, las propias reglas, incentivan a jugar deslealmente el juego electoral, de suerte de posicionarse en condiciones de chantaje y de negociación por sobre el voto popular. Lo importante no es ganar, sino sacar boleto para el arreglo en lo oscurito.
En lugar de resultados electorales, los partidos construyen escenarios de crisis postelectoral que les abren espacios de extorsión política.
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