POLÍTICA

¿Patria y libertad?

¿Patria y libertad?

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Dejemos de desperdiciar esfuerzos reclamando lo más elemental de toda organización social: seguridad. Acostumbrémonos a ser rehenes de la locura y su violencia

Todo límite es seguridad.

La anomia y la locura son producto de carencia de límites.

La ley es límite, los derechos son límites, la paz es límite, el orden es límite, la realidad es límite, las normas de urbanidad son límite. Cuando no hay límites que acoten la conducta humana sólo puede privar el caos.

El aumento de violencia de los maestros, del radio de acción y destrucción de su proceder y lo absurdo de sus desplantes responden a una carencia de límites.

Sus actos, por paradójico que parezca, son un grito desesperado por saber hasta dónde puede llegar su actuar.

Es probable que ellos estén más espantados de la realidad que la autoridad.

En otras palabras, urgen, claman e imploran, se les diga dónde termina su barbarie y empieza la razón y el orden.

Pero parece que el Estado no sabe de psicología ni sociología.

Si al Congreso lo pusieron en fuga y lo obligan a sesionar tras murallas y cercos policíacos; si el Presidente es confinado a dar su Informe tras la reja de su casa; si las carreteras, aeropuertos y casetas de peaje son territorios conquistados; si el mobiliario urbano puede ser convertido en arsenal de guerra; si no hay nada que les permita saber hasta dónde llega su poder, sólo queda el vértigo del infinito, lo desconocido, la pérdida de todo referente, la locura.

Ya no es un problema de Estado de Derecho, convivencia organizada y normada, uso legítimo de la fuerza o de cumplir y hacer cumplir la ley. Nótese que en ningún momento he hablado de represión, sino de las reglas elementales de toda convivencia. En fin, regreso al tema, ya no es un problema de legalidad, sino de sociología y psicología social. La falta de acción del Estado, por las razones que se aduzcan, sólo está desquiciando, aún más, a un grupo que de suyo manifestaba síntomas de estar psicotizado.

La violencia de los maestros irá proporcionalmente en aumento a la ausencia de límites que les brinden la seguridad de hasta dónde llegar y qué poder hacer.

No serán ellos quienes moderen su actuar, antes bien, la falta de referentes lo hará más explosivo y temerario.

Por nuestra parte, habrá que irse acostumbrando a vivir en una ciudad sitiada, con policías golpeados, circulaciones cerradas y violencia sin restricción.

Dejemos de desperdiciar esfuerzos reclamando lo más elemental de toda organización social: seguridad. Acostumbrémonos a ser rehenes de la locura y su violencia.

Nuestras autoridades muestran su satisfacción y hasta orgullo por su prudencia e inacción. Cualquiera de estos días habrán de matar a un policía, a los que dilapidan de cara al mundo en la cobarde inacción de sus jefes y el aún más bochornoso silencio de la sociedad; o bien morirá algún transeúnte urgido en llegar a su destino, o a una madre angustiada por recoger a sus hijos de la escuela, o a un doctor en emergencia camino al hospital. Veremos entonces de qué les habrán valido a las autoridades sus llamados al diálogo y sus mesas de negociación. De tanto cuidar no manchar su plumaje habrán de bañarlo en sangre inocente.

Sabrá Dios si tendremos Grito en el Zócalo y Desfile Militar. Estos sinvergüenzas son capaces de levantase el 14 por la noche y volver a tomar la plaza el 16 por la tarde; o cambiar su plantón a Gobernación, o sitiar en definitiva Los Pinos, o acampar en las pistas del Aeropuerto Benito Juárez para festejar las fiestas patrias. Todo es posible para quien se siente Gengis Khan.

¿Tenemos qué festejar este 15 de septiembre?

¿Para esto nos dieron Patria y libertad?

#LFMOpinión
#Política
#PatriaYLibertad

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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