POLÍTICA

Parecer y ser

Parecer y ser

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Debe ser Presidente no solo por investidura, sino en la efectividad del gobierno

El mandatario estatal reunió a los líderes del municipio y les reconvino después de su debacle electoral del 2012 en aquellas tierras caribeñas: "Yo ya chingué", dijo, "ya soy Gobernador; Ustedes, si aspiran a algo tienen que ponerse las pilas."

"Cada quien es como es, decía el Quijote, y algunos peores". No es, sin embargo, la ausencia de liderazgo solidario y comprometido del gobernante el punto a resaltar, sino la premisa mayor de su planteamiento: "Yo ya chingué, ya soy Gobernador".

Porque una cosa es ser Gobernador y otra, muy distinta, gobernar. Asumir el poder es muy diferente a ejercerlo. Fox fue Presidente, más nunca gobernante. Gozó del estatus, pero tratándose del ejercicio del poder aún se pregunta "¿Y yo por qué?" Para él, cruzarse la Banda Presidencial y llegar a Los Pinos fueron la culminación de su hacer político. Después solo Martha y la nada.

En Yucatán, por ejemplo, un niño suele asumir el papel de Gobernador un día al año; los policías en Palacio se le cuadran, los fotógrafos imprimen placas con él despachando en el escritorio del Gobernador; acude a inauguraciones, habla en el Congreso, ofrece una comida a invitados especiales y, por supuesto, iza la bandera en la plaza principal. Goza, pues, del estatus de Gobernador, pero no toma una sola decisión, no atiende ningún problema, no firma documento alguno y no hay actor político que se moleste en buscarlo para construir acuerdos. No gobierna. Su gobernatura es un juego de niños, una impostura.

Volviendo al Gobernador de marras, él ya "chingó" porque llegó a Gobernador, como tal inaugura foros, diariamente los medios se ocupan de él y despilfarra recursos públicos en las parafernalias propias de su investidura, pero nadie puede asegurar a ciencia cierta que gobierne.

Peña Nieto fue Gobernador del Estado de México y aprendió que una cosa es parecer y otra ser. Y es que solo se es gobernante ejerciendo el poder. Si no lo hubiera hecho, hoy no sería Presidente. Sin embargo, para muchos, el aserto de que solo se gobierna ejerciendo el poder es una amenaza autoritaria y demandan un gobierno que no gobierne, que deje hacer y deje pasar. Para otros, sin embargo, más que una afirmación, gobernar y ejercer el poder, son una misma obligación, constitucional e irrenunciable.

Peña Nieto habrá de asumir el poder, pero sabe que ello es un mero formalismo y que México espera que él, además, lo ejerza; si bien conforme a derecho y sujeto a las taxativas de la democracia liberal, pero rindiendo resultados.

Contra ello, Peña Nieto habrá de enfrentar monstruosos intereses, cebados en años de ausencia del Estado.

No me refiero a sus enemigos juramentados, sino a sus más cercanos y abyectos aliados, que serán los primeros en oponerse a que el Estado retome espacios y funciones abandonados.

Los gobernadores no querrán ser sujetos a ningún control, le han perdido el respeto y el miedo a la figura presidencial, y están acostumbrados a desmandarse sin límite ni rendición de cuentas.

Los sindicatos crecen en beligerancia, en proporción directa a la pérdida de su representación social, de la misión protectora de sus agremiados y del aprecio popular.

Los partidos no están dispuestos a que la verdadera democracia suplante su partidocracia depredadora, belicosa y chantajista. Los marca su mezquindad cortoplacista, sus reyertas estériles y su mediocridad endémica.

Los monopolios habrán de porfiar en su paradigma de doblegar al Estado y expoliar a la población.

Las mujeres reclaman espacios y prebendas sin más mérito que su género.

Todos, empresarios, campesinos, estudiantes, burócratas, medios, académicos y pseudo intelectuales esperan seguir viviendo del gobierno sin obligación alguna. Todos reclaman derechos e ignoran obligaciones.

Fox y Calderón nunca lograron construir espacios de colaboración corresponsable, ni generar el concierto de todos los actores políticos. Jamás aprendieron que no se gobierna imputando culpas a todos los demás. El liderazgo no se logra desembarazándose de responsabilidades, sino encabezándolas.

Peña Nieto tiene la oportunidad de cambiar los usos panistas de justificar fracasos propios recriminando a terceros, la ocasión de construir un entramado de unidad, cooperación y corresponsabilidad. Pero ello demanda que todas las partes asuman sin cortapisa sus propias obligaciones para con México.

Muchos esperan una Presidencia de apariencias y un gobierno sometido. Peña Nieto sabe que no puede ser como el Gobernador arriba mencionado. Debe ser Presidente no solo por investidura, sino en la efectividad del gobierno, en el ejercicio pleno de sus atribuciones y en la observancia a las limitaciones en ellas implícitas. No puede mantenerse ajeno al liderazgo en el actuar ni conformarse con cruzarse la Banda Presidencial. Está obligado a ejercer el poder cumpliendo la Constitución y haciéndola cumplir a todos sin excepción.

Su equipo debe actuar en consecuencia. No llegan al reparto de ningún botín, asumen la mayor de las responsabilidades en el peor de los momentos. En términos del Gobernador en cita, se equivocarían si creen que "ya chingaron".

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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