POLÍTICA

No hay derecho

No hay derecho

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La democracia implica integridad y responsabilidad política y personal

La democracia es mucho más que el derecho a ser votado. La democracia es mucho más que el derecho a manifestarse, los derechos de los partidos y las prerrogativas de los candidatos.

La democracia no puede ser trapeador de nadie, porque es obra de todos. La democracia no son los partidos, ni lo son los candidatos; es la participación ciudadana libre, tolerante y civilizada.

No se vale violar tumultuariamente la democracia y alegar hacerlo en su defensa y dignidad.

La democracia implica integridad y responsabilidad política y personal. No se puede alegar honestidad supuestamente económica -aunque nadie sepa de qué vive el sedicente honesto- y ser impúdicamente deshonesto con los hechos, la verdad, la ley, todo el que disienta de su propio parecer y la voluntad ciudadana expresada en las urnas.

La democracia no puede ser objeto de destrucción para sobrevivencia política de nadie.

Someter la democracia al secuestro callejero alegando defenderla es una canallada. Alegar que la claque vociferante vale más que el voto ciudadano libre y secreto depositado en las urnas es demencial.

Los ciudadanos estamos obligados para con la democracia. No es válido usufructuar todos sus derechos y vacíos legales, y no asumir un mínimo de responsabilidad para con ella y sus consecuencias.

Tenemos una democracia Penélope, que se teje entre todos a alto costo y gran esfuerzo, y se desteje la misma noche de la elección a golpe de malos perdedores.

Quien se sienta a una mesa de dominó se responsabiliza con el juego, sus reglas y jugadores. Aquel que rompe la mesa y quema el pueblo cada vez que pierde no es digno del juego.

En el caso de las elecciones, los jugadores no son cuatro candidatos, sino cincuenta millones de ciudadanos. Desconocer lo hecho por los mexicanos es insultarnos.

Los partidos viven del financiamiento público y lo reciben a carretadas para participar en las elecciones. Tres de seis lo hacen en calidad de patiños. No se puede concurrir a ellas con nuestro dinero y luego destruirlas, también con nuestro dinero. Menos aún obstaculizar la vida política de la Nación.

Las elecciones son instrumentales, sirven para integrar un gobierno con miras a que éste atienda los problemas de la sociedad. Secuestrar a ésta en un eterno conflicto postelectoral o, si se quiere, en una campaña permanente, es negar la democracia e impedir que surta sus efectos de gobernanza.

México votó para que un nuevo gobierno se aplique a atender los grandes problemas nacionales, orillarlo a dedicarse a apagar fuegos políticos artificiales, creados para darle oxígeno a un liderazgo que se obstina en dilapidar 15 millones de votos, en lugar de atender aquéllos, es un crimen de lesa patria.

Ahora mismo debiéramos estar discutiendo los qué y cómo de las grandes soluciones nacionales, construyendo acuerdos y aportando los compromisos políticos que los hagan posibles. En lugar de ello, Andrés Manuel López Obrador insiste en imponernos una agenda que solo ve por su sobrevivencia política personal.

Nuestra legislación electoral, además, propicia el cinismo y la frivolidad de nuestros políticos: de encontrarse una ilegalidad en la elección, no se castiga al candidato o partido infractor, sino a la voluntad ciudadana anulando la elección. Se castiga lo más sagrado de la democracia, el voto, y se deja libres a los responsables que delinquen, además, financiados (mantenidos) por nosotros.

Se dice que AMLO tiene derecho a impugnar, y sí lo tendría si sus impugnaciones buscasen subsanar las deficiencias de la elección, pero su interés es arrasar con todo el haber ciudadano para subsistir políticamente.

Contra la democracia y contra México no hay derecho.

#LFMOpinión
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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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