PARRESHÍA

Indigestión, acomodos, rúpturas

Indigestión, acomodos, rúpturas

Foto Copyright: eldicatamen.mx

Las fracturas silenciosas en las estructuras de los partidos, por los que se van y los que llegan.

Era la noche del último de noviembre del 2000, tras atestiguar la toma de protesta del nuevo Secretario de Salud, encaminamos nuestros tristes pasos a un restaurante en Polanco, donde nos despedimos del sector público y la política activa.

Al calor del vino tinto no faltó quien preguntara qué hacer con el PRI. El ejercicio era más bien teórico, habida cuenta que las capacidades de los presentes para interactuar con lo que quedaba del otrora hegemónico eran poco menos que nulas; no obstante, cada quien le echó de su ronco pecho.

Al tocarme el turno dije que tendríamos que empezar por definir de qué PRI hablábamos, porque mi experiencia, ahora resumida magistralmente por Beltrones, era que había tantos PRIs como intereses particulares en juego. Manlio lo ha dicho con singular metáfora: los partidos taxis, en tanto meros vehículos a disposición del público para llegar al poder, bajo el esquema de úsese y tírese.

La diferencia es la que media entre un tren que tiene destino, arrastre, capacidad de convocatoria y movilización concertada, habida cuenta que todos van al mismo lugar, horarios y paradas; y un taxi, que responde al interés exclusivo del pasajero, quien fija destino y ruta particulares.

Pero existen también las versiones del partido negocio, partido familia, partido cuota, partido burocracia y partido fuero.

Hoy, a diferencia de mis años mozos, quienes llegan a los partidos los mueve el síndrome del inmediatismo: quieren todo el poder ya. Olvídese usted del esfuerzo, sudor y lágrimas, del mérito y de carreras políticas. Un Clásico decía que los desesperados confunden los años con los días. En esta época se equivocaría, la voracidad hoy se rige por nanosegundos: satisfacción inmediata.

Todo esto, inserto en la crisis generalizada del sistema de partidos, trae a lo que queda de estas organizaciones como lazo de cochino.

Si no me das lo que pido me voy. Unos lo cumplen ipso facto como las Cuevas, Cocoas, Margaritas y los Lueges; otros alargan los chantajes como Monreal; algunos más, como los Lozanos, les gana la impudicia y el reflector.

Las causas son claras: vacío ideológico y programático, papel de agencia de colocaciones de los partidos, pragmatismo taxistoide de subir al que sea con tal de cobrar el banderazo, ausencia de vocación política, excesos de voracidad de poder y la máxima de "haiga sido como haiga sido".

Pero las consecuencias estamos aún por observarlas. De entrada a la crisis de desafecto ciudadano se agrega la indiferenciación partidista, hoy nadie se sorprende que se metan en la cama pseudoizquierdas con referentes confesionales; que copulen en la cúpula los que apenas ayer eran antípodas; que existan partidos de banqueta ofreciendo sus miserias al mejor postor y que haya quien los suba y encame.

Pero estamos por ver otros efectos, aún no medidos: las fracturas silenciosas hacia dentro de los partidos, tanto por los que se van como por los que llegan.

Y de allí el riesgo que en esta elección comparten las tres coaliciones: la que encabeza el PAN, con cismas por defecciones y traiciones en las filas albiazules, acompañadas por movimientos telúricos en las estructuras y militancias de los tres partidos coaligados, tanto por lo incomodo del matrimonio, lo difícil de la convivencia y lo doloroso de compartir y partir espacios de poder.

En la que encabeza el PRI, además de los desprestigios de los tres partidos, el recelo silencioso de los desplazados por dirigentes, estrategas e, incluso, precandidatos, que no entienden, conectan ni se mezclan, más que para la fotografía, con el priísmo real, de tierra, de convicción. Me temo que la versión de que Meade no levanta tenga que ver en mucho, no tanto con sus atributos personales, cuanto con un priísmo que le regatea su entrega abierta por una operación soberbia, distante y obtusa de quienes llevan el control del PRI, que a luces -se ve- no es Meade.

Finalmente López Obrador, que es todo, líder, prócer, Mesías, dueño, vocero, precandidato, partido, coalición y sol, corre el riesgo de indigestarse de tanta inclusión. De entrada, toda inclusión cobra cuota, nada es de a gratis, dicho cobro desplaza intereses y levanta recelos; finalmente, distorsiona imagen y mensaje. Qué tendrán en común, además de la avidez por el poder, Batres y Cuevas; Romo y Taibo; Noroña y Moctezuma; Sheimbaum y Korrodi; Monreal y Blanco.

Triste pero cierto lo sostenido por Rafael Cardona: López Obrador empezó apoyando a Cuauhtémoc Cárdenas y terminó apoyando a Cuauhtémoc Blanco.

Cuánto tiempo tomará para que las diferencias esenciales exploten y cuál pude ser su explosividad ante la posibilidad real de alcanzar el poder.

Andrés Manuel es, sin duda, un gran candidato, de allí su vocación y dedicación sin cuartel por 18 años, pero no se distingue por ser constructor de instituciones. Juega el papel de la miel que despierta el apetito de las moscas, no el de la abeja reina que construye colmena.

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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