Nezahualpilli
Yo ya habÃa visto cómo languidecÃa, cómo abrÃa y cerraba su boca de pez
—¡Qué onda mi Pepe! ¿Y ahora cuál quieres que te cuente? ¿Eh?
—Pues fÃjate que estuve pensando la otra vez en el Isra. Que según se murió de un paro. O eso me dijeron. La neta estaba muy chavo como para una enfermedad del corazón, ¿no?
—¡Ay, mi Pepe! No no no. Al Isra, Al Israel no se lo cargo pifas asÃ, carnal. A este compa lo mataron a puro putazo en el grupo. Pérame tantito. Deja le doy un jalón a esta madre y te platico… ¡Piff!... ¡Piff!... ¡Ah! Ya está mi Pepe. Agárrate.
¿Te dijeron que mi hermano el Isra se lo cargó su puta madre de un ataque al corazón? No güey. A ese vato, a mi pobre carnalito el Isra lo atoraron bonito y sabroso en Nezahualpilli.
Y yo lo sé porque a mà me fue a ver ese dÃa. Estaba yo acá en la vinata, ¿no? Ahà con la chava que despacha. Y estaba chido: me habÃa bañado, no le habÃa puesto ni jalado a nada. Andaba chévere. Si acaso le di un besito a mi caña de oro nomás pa’ alivianarme de la cruda. Ya sabes, ¿no?
Y estaba allà plática y plática y en eso que oigo me alguien me hace tss tss. Volteo y era el Isra. La neta me sacó de onda. Le dije que qué hacÃa por acá y que me dice “no pos me les escapé. Estábamos cargando la merca en las camionetas y que me pelo y pos acá ando, ya vesâ€.
—Oye, ¿cómo que mercancÃa? ¿No que el Isra estaba anexado en Nezahualpilli?
—Sà mi Pepe, pero asà le decimos a las despensas y a todas las cosas que van a dejar los familiares de los anexados: bolsas de arroz, frijoles, latas de comida, papel de baño y hasta ropa. Un buen de madres, mi Pepe. Que piden quesque pa’ los chavos, pero a la mera hora puro pinche caldo de oso nos dan. Todo eso van y lo venden en los tianguis. ¿Has visto esos puestos donde tienen despensa? Pues si los has visto seguro están surtiditos de los anexos. Y hasta culeros son porque no les cuesta y nomás le bajan dos tres pesos a las cosas. Y para colmo de los males hasta ponen a vender y a cuidar a los mismos chavos, casi siempre chavas. Y pos sà es bisne porque la raza siempre les compra.
Pero te decÃa del Isra. Al momento sà me sacó de pedo, pero no lo regañé. Para empezar porque a mà también me ha entambado mi jefa y sé lo que se siente estar encerrado en esos pinches lugares. Y luego al Isra mi jefa nomás lo habÃa anexado para no tener que lidiar con él. El morro ya se estaba alivianando, ¿no? Pero una vez que le encuentra una lata de tÃner y vas pa’ tras.
Total, que le pregunto que qué hacÃa allÃ. Le dije que si se enteraba mi jefa le iba a hablar al Joel, un güey de la cuadra que está todo mamado para llevárselo otra vez. Y en eso que asoma sin sacarlo todo un fajote de billetes. ¡No manches mi Pepe! El mero varote. Nada de morralla. “¿Ladrónde mi Isra?â€, le dije. “Lo saqué de un cajón del padrinoâ€, me dijo. Asà le dicen a los dueños de esos pinches lugares. Y el padrino del Nezahualpilli es un güey todo acá lacroso y bien pedote. Siempre anda crudelio el ojete, pero asà se pone a dar pláticas y a atender a las familias de los chavos que van a anexar. Nada más se lava la geta y se echa un chingo de loción. Un perfecto cÃnico y cabrón.
Bueno, el caso es que este güey se clavó la feria, ¿no? Me preguntó qué iba a hacer esa tarde, le dije que nada y me dijo que me invitaba un taco y pos yo no traÃa ni en qué caerme muerto, ya ves que me pongo a platicar con quien sea para que se me pase el tiempo. Sin ofender mi Pepe, pero pos ya ves cómo es esto de que ni en tu casa te aguanten y asà como es mi jefa que le digo al Isra “sale, vámonos de culeros puesâ€.
Y ahà nos ves. Nos fuimos a comer con don Toño, el de las carnitas y como que no nos querÃa atender y nos veÃa él y sus clientes con cara de asco. Que le digo “tranquis don. Hoy si queremos le pagamos todo el cazo†y como que le dio pena y siguió picando su carne en la tabla y el Isra cagado de la risa le enseñó el billelle y le dice “Sà don. Hoy me alcanza hasta pa’ pagarle la sonrisaâ€.
Hasta eso el ruco agarró la onda y no la hizo de a pedo. Comimos y nos movimos a las torres porque el Isra querÃa andar prendido. Yo le dije que aguantara vara, que no se me precipitara y eso. Que si querÃa nos dábamos un toque acá leve y ya. Nomás para que calmara los nervios. Pero me dijo que ahora que tenÃa habÃa que aprovechar y pos al final lo llevé con el Trompas. ¿Te acuerdas del Trompas? Pos ese valedor es un cabrón bien pesado, pero él vende doña blanca. Yo no le compro porque esa madre es cara, ¿no? Pero el Isra andaba insiste e insiste y al final nos gastamos casi todo. “Pásenle†nos dijo el Trompas y ahà nos dejó que nos diéramos hasta hartarnos.
FÃjate mi Pepe que quizá no me di cuenta en ese momento porque andaba bien drogado, bien “high†como dicen los gringos, pero el Isra se me puso contemplativo. Se quedaba viendo el foco de la sala del Trompas bien tranquilo a pesar de estar hasta el gorro de perico. Fue la última vez que lo vi asÃ. Me asustó. Le pregunté que qué tenÃa, si se sentÃa bien. Agarró y me dio el varo que le quedaba. “Ten. Dáselo a mi jefaâ€, me dijo, “me regreso a Nezahualpilli ahorita. Si el padrino ve que todavÃa traigo feria va a decir que yo me la robéâ€. Le dije que se calmara y que no fuera porque de todos modos ya se habrÃan dado cuenta que les faltaba dinero y como se escapó seguro ya le habÃan echado la culpa hasta de lo que no.
Pero no me hizo caso. Sólo insistió en que lo acompañara. No querÃa que mi jefa lo viera mal y tampoco iba a dejar que el Joel se lo llevara a la fuerza. Y total, lo vi tan confiado que terminé por llevarlo. Ya en el camino me dijo que la neta se regresaba por una chava llamada Claudia que habÃan anexado y que era su novia. Pero cuando me empezó a hablar de ella se me puso a llorar. Me dijo que esa chava sufrió mucho en Nezahualpilli porque era reincidente. ¿Sabes qué les hacen a los reincidentes, mi Pepe? Ahà en ese grupo el ojete del padrino los manda al patio y a los güeyes les dan tablazos hasta que piden perdón. Pero a las morras les va peor. Las encueran y aparte de los tablazos les echan cubetadas de agua frÃa. Las humillan frente a todos y al final el padrino todavÃa les avienta un sermón con biblia en mano.
Y asà le hacen a todos y a todas, pero a esta chava, Claudia, también se la llevó a la oficina con ayuda de sus achichincles, unos pinches anexos ojetes. Ya ves que nunca faltan los pinches lambebotas. Puro sÃndrome de Estocolmo mi Pepe. Por eso ese pinche padrino nunca sale de su casa solo. Hasta para ir a la tienda, si es que va porque para eso tiene a sus gatos, tiene que salir o en carro o con varios anexos. Sabe lo que debe el malnacido. Pero te decÃa. A esta morra se la metió a su oficina quesque para leerle unos salmos. ¡Ajá! ‘Unos salmos'. Ya te imaginarás lo que le hicieron mi Pepe. Todo eso me lo contó el Israel bien triste.
Y asà estuvo. Contándome esa y otras historias macabras del padrino y del Nezahualpilli. La neta sà me daba culo que el Isra se regresara luego de todo eso, pero me convenció de que si no iba por voluntad propia y de alguna manera terminaba regresando le iba a ir peor. Cuando llegamos querÃa acompañarlo hasta la puerta, pero como también yo andaba hasta la madre de coca me dijo que mejor me quedara en la esquina porque capaz también me tocaba una madriza.
TodavÃa me acuerdo. Agarró y me abrazó. Se me hizo extraño porque nunca lo hacÃa. Desde chiquitos siempre nos llevamos pesado, nada de apapachos ni esas mamadas, pero esa noche me abrazó bien fuerte y me dijo “Gracias carnal por todo. La neta me la pasé chingón. Ahà te ancargo a mi jefaâ€. Fue la última vez que lo escuché.
Me quedé en la esquina y vi cuando abrieron el zaguán. Se metió pero la puerta se quedó abierta un rato. Es eso que veo que sale caminando hacia atrás y ya no alcanzó a zafarse cuando tres güeyes bien gordos y el padrino lo agarraron y lo metieron entre todos. Y no reaccioné al momento mi Pepe. SabÃa que al menos una putiza sà le iban a meter, pero me espantó ver a tantos vatos sobre él.
Me regresé y la neta no pude entrar a la casa. No sabÃa por qué, pero no tenÃa ganas de ver a mi jefa. Ya me habÃa acostumbrado a que siempre me reclamaba por andar borracho o activo, pero ese dÃa no tenÃa ganas de oÃrla. TenÃa mucho coraje y todavÃa lo siento.
Y ahà me quedé. Sentado en la puerta de mi casa hasta que se hizo de dÃa. Entonces que escucho movimiento en el patio de mi cantón. Nunca hacen tanto ruido tan temprano, pero esa mañana hasta gritaban. Mi jefa se escuchaba bien rara. Murmuraba y de repente alzaba la voz y se le quebraba. Mis hermanas nada más gritaban órdenes: que ya vámonos, que agarra las llaves del carro y cosas asÃ. En fin, escuché que prendieron el motor y asà estuvo un rato hasta que abrieron la puerta. Salió mi carnala menor con los ojos rojos rojos. Le pregunté que qué habÃa pasado y me dijo “cállate cabrón. Nunca estás cuando se necesita. MÃrate, andas todo drogadoâ€. Le volvà a preguntar y me dijo gritando que les acababan de hablar de Nezahualpilli, que Israel habÃa muerto de un paro cardÃaco.
No lo podÃa creer. Hasta la droga se me bajó de la impresión, pero no me quisieron llevar. No sabÃan que él habÃa estado conmigo y por la culpa y el miedo no les dije. Se fueron en chinga, casi quemando llanta.
Fue todo muy rápido. Cuando ellas llegaron el padrino les dijo que ya habÃa hecho todo el trámite, que se habÃa encargado de todo. Quién sabe por qué, pero mi jefa le creyó. Mis hermanas tampoco hicieron bronca. En la tarde llevaron a mi carnalito encajonado. TenÃa una cara como de angustia. Nada que ver con la tranquilidad con la que se quedó viendo el foco del Trompas.
Al entierro fueron el padrino y varios anexados del Nezahualpilli. HabÃa una chava que lloraba bien cabrón. Nadie de la familia la conocÃa, pero yo sabÃa que era Claudia. Y asà terminó el Isra, mi Pepe.
—Oye, ¿entonces si asà le pasó por qué dijiste que lo habÃan matado a golpes? ¿De dónde sacaste eso?
—¡Ay mi Pepe! Ese pinche padrino es un caso pa' la araña. Dos semana después de todo eso le cayeron los estatales. La neta quién sabe en qué más andaba este güey, pero ese dÃa sacaron a todos del anexo. Cómo diez patrullas se llevaron a los chavos y al padrino. No pasó de ahà porque despuecito los soltaron a todos. Pero un valedor que ni sabÃa que estaba encerrado ahà me topó en la calle y me dijo que qué ojete lo que le pasó al Isra.
Fue él quien me contó que mi carnal llegó bien agresivo a reclamarle al padrino lo de Claudia, pero pos el padrino ya lo estaba esperando con sus pinches perros anexos. Le dijeron que le iba a pasar a las tablas por ratero y que le valÃa verga lo que creyera o supiera. Entonces lo amarraron, le taparon la cabeza con una camisa y lo colgaron patas arriba de un polÃn. Le empezaron a dar tablazos en todas partes menos en la cara y el Isra nada más se quejaba y se retorcÃa de dolor. Y asà estuvieron dándole hasta que se dejó de mover. Cuando le quitaron el trapo, Israel ya tenÃa los ojos en blanco y le escurrÃa una espuma rojiza mezclada con mocos. El padrino les dijo a todos que no pasaba nada y que ya era todo por ese dÃa, que fueran a dormir. Al otro dÃa les dijo que debÃan callarse y los amenazó uno por uno.
—¡No manches! Qué mal pedo. Y lo peor es que sà se hubiera aguantado dos semanas los estatales lo hubieran sacado y nada le habrÃa pasado al buen Isra.
—¡Ay mi Pepe! Sólo Dios sabe. Apenas supe que el padrino ya anda armando otro anexo. Y anda ahÃ, asà como si nada. Lo mejor serÃa que ya dejara esta madre… ¡Piff! Pero qué quieres, si está madre es la que no me deja a mÃ.
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