RAÍCES DE MANGLAR

Keith Emerson: entre lo sublime y el exceso

Keith Emerson: entre lo sublime y el exceso

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Totem dinámico.

Pocos músicos pueden jactarse de un sonido propio y todavía menos por ser estandartes de un género. Ahí radica la importancia del británico Keith Emerson pues, desde su elegante rhythm and blues hasta las aventuras épicas llenas de histrionismo melódico de Emerson, Lake & Palmer, este virtuoso tecladista encarnó el mito de la "Super band" y la musicalidad exacerbada hasta las últimas consecuencias (escúchese la suite "Tarkus" como ejemplo).

Keith Emerson nunca fue un músico modesto. Es fácil imaginarlo arrastrando miles y miles de notas en aquel infierno que describiera Herman Hesse en su novela El lobo estepario; no obstante, en una escena inundada por auténticos atletas musicales (muchos de ellos llanamente autocomplacientes), Emerson destacó como creador de excitantes montañas rusas sonoras y por erizar la piel de un nicho que siempre se ha distinguido por su exigencia: el del rock progresivo.

Estamos hablando de un artista en el sentido estricto de la palabra. Nunca cayó en la tentación facilista de componer a pedido o de explotar sus aptitudes técnicas al servicio de la ya entonces voraz industria discográfica (estamos hablando de los años setenta). Si llenaba estadios era porque comprendía profundamente a su público. Pocas veces la línea entre arte y espectáculo se borró como en aquellas giras legendarias del Works Vol I.

Sin embargo, a la postre vería desmoronarse aquel imperio cuasisinfónico, aquellos jams interminables que sacudían sedes gigantescas para contraerse en teatros cada vez más pequeños.

El público poco a poco fue mutando su gusto. Apareció el punk para darle una sacudida completa al mainstream. Fue entonces que figuras como Emerson, Ian Anderson, Robert Fripp y hasta los mismísimos Roger Waters y Peter Gabriel supieron que había mermado su tiempo.

Algunos como Gabriel supieron cambiar su piel y partir hacia nuevos senderos musicales como la llamada Worl Music, concepto ya liquidado en estos tiempo de globalización. Otros como el ya mencionado Anderson de Jethro Tull tuvieron que mezclarse entre los géneros imperantes luchando todo el tiempo por no disolverse entre la corriente.

Aquellos años que parecía durarían siempre se guardaron en sí mismos para nunca más volver. Anquilosados, estos viejos dinosaurios progresivos habrían de entender que a los oídos de las nuevas juventudes, aquella parafernalia auditiva no era más que ruido blanco.

Después del punk vino el new wave, el noise, el alternativo y otros géneros que se nutrían de raíces muy distintas a las que parieron al progresivo. La huella de esas canciones de tres o cuatro acordes selló el destino de las bandas más técnicas y así fue para Emerson y compañía. Aunque claro está que el respeto ganado nunca lo perderían.

Keith Emerson dejó este mundo en 2016 a los 71 años y en medio de circunstancias misteriosas y violentas. Su trabajo al lado de gente como Cozy Powell, P.P. Arnold, Robert Berry, Joe Walsh y por supuesto, sus hermanos de armas Carl Palmer y Greg Lake, es un monumento a la majestuosidad que seguramente será apreciado por mucho tiempo.

Este fue Keith Emerson, el dinámico tótem, el celestial ejecutante de los cuatro brazos, el recipiente de colores musicales inusitados quien jamás se conformó con un 4/4.

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Francisco  Cirigo

Francisco Cirigo

En su novela Rayuela, Julio Cortázar realiza varios análisis sobre la soledad, exponiéndola como una condición perpetua, absolutamente fatal. Dice que incluso rodeándonos de multitudes estamos “solos entre los demás”, como los árboles, cuyos troncos crecen paralelos a los de otros árboles. Lo único que tienen para tocarse son las ramas, prueba inequívoca de la superficialidad de sus relaciones. Las personas somos como árboles y nuestras relaciones son ramas, a veces frondosas y frescas, a veces secas y escalofriantes, pero siempre superficiales. Nuestros troncos son islas sin náufragos posibles.

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