The Beatles: un club no tan solitario (parte I)
Son incontables los grandes hombres y mujeres que han destacado a lo largo de la historia. Pedestales se erigen para nombrar a todo aquel que, ya sea por medio del arte o de la ciencia, marcan pautas y paradigmas. De entre todos los tótems y efigies culturales del siglo pasado sobresalen cuatro porque su aporte a la cultura superó toda expectativa: The Beatles.
Era 1965 y después de cinco álbumes oficiales grabados entre el estruendo de los conciertos inundados por el griterÃo de adolescentes fanatizados, la grabación de un par de pelÃculas (A Hard Day's Night y Help! ) y toda la parafernalia mercantil que los rodeaba, los Beatles iniciaron su ascenso a las ligas mayores del arte con la salida de su sexto Lp titulado Rubber Soul. En este álbum se mantiene la temática romántica del cuartero pero con dosis de sano humor (“Drive My Carâ€), ironÃa y reclamó (“I’m Looking Through Youâ€) e incluso una visión más cruda y madura del amor como en la bellÃsima “Girl. También tenemos un disco con una mayor amplitud introspectiva y creativa que la de sus rÃtmicos predecesores.
A pesar de este logro sin precedentes en la música popular (quizá sus mejores parangones se hallen en el entonces inmejorable sonido Motown), a los Beatles se les seguÃa considerando un mero “producto cultural†(algo que jamás dejarÃan de ser) siguiendo las nociones de los teóricos alemanes de la Escuela de Frankfurt, Thedore Adorno y Max Horkheimer y de las relevantes ideas sobre el “aura artÃstica†del crÃtico BenjamÃn Walter.
En su texto La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, Walter nos explica cómo es que la aparición de la fotografÃa cimbró los cimientos de lo que se apreciaba como artÃstico. Las pinturas, esculturas, obras arquitectónicas y toda aquella gama de obras que por su unicidad eran comprendidas como inigualables e irreproducibles y cuya esencia se fundamentaba en su origen mismo; en otras palabras, que mientras más cercana estuviera la obra de arte de su creación (esto incluÃa desde las restauraciones sufridas hasta la cantidad de dueños e incluso las condiciones ambientales a las que haya sido expuesta) mayor es el aura que posee. La fotografÃa, la radio y el cine provocaron un surgimiento de nuevas nociones acerca del arte pero su posterior estandarización y producción en serie los devaluó a tal grado que para gente como Walter, Horkheimer y Adorno no eran más que una mascarada simplista de lo que en realidad era el arte, de ahà que los dos últimos acuñaran el término “industria cultural†(Adorno y Horkheimer, 1944-1947).
Para estos filósofos alemanes los productos culturales tenÃan una función enajenante en la sociedad y sustituÃan la apreciación y el trabajo intelectual e introspectivo de los sujetos por entretenimiento (amusement), la búsqueda del placer no se da ya en los individuos por medio de la apreciación sino por una vÃa predeterminada por la industria cultural para combatir el aburrimiento y prepararlos para afrontar la monotonÃa esclavizante del trabajo. Toda intención creativa es evitada pues se mantiene a la masa en un constante sonambulismo intelectual. La llegada del gramófono y de los discos de vinilo del alemán Emile Berliner también caÃan en el dilema de la pérdida de aura artÃstica por su alejamiento tanto en calidad sonora como en presencia fÃsica del sonido de origen pues, al igual que pasaba con la fotografÃa y el cine, sólo daba cuenta de una experiencia parcial.
Hasta este punto de la historia (estamos hablando de los años cuarenta) era evidente que la TeorÃa CrÃtica tenÃa fuertes argumentos en contra de la industria cultural. Los años de fascismo y el exilio daban a los autores puntos de vista que de haber existido otras situaciones sociales y polÃticas no hubiesen sido posibles de observar y se enmarcarÃan mayormente a una especie de elitismo cultural y no a una crÃtica profunda y aguda sobre la función del producto cultural. Sin embargo, The Beatles comprobaron a su debido tiempo que el único principio inmutables es aquel que dicta que todo cambia y para poder comprobarlo es necesario ahondar en las circunstancias que dieron vida al Rock and Roll.
Al compás del reloj: el nacimiento del rock
Con la inminente llegada de la industria musical debida a los discos de vinilo y su mejoramiento técnico, esta actividad se volvió inmensamente popular y ahora era posible disfrutar música sin la necesidad de estar presente en una sala de conciertos. A pesar de todas las influencias tanto musicales como sociales que convergieron para dar vida al rock, a pesar de lo endeudado que se encuentre éste que para muchos es un estilo de vida, lo aportación más destacable y que muchas veces se olvida es que el rock inauguró una visión completamente nueva del mundo: la visión de la juventud. Antes del rock and roll de Chuck Berry y Elvis Presley, la noción que se tenÃa de los jóvenes era la de pubertad, de ahà se pasaba sin más ni más a la adultez. No existÃa un proceso cultural como es visto en nuestros dÃas donde los jóvenes representan un sector especÃfico de la sociedad.
A pesar de ser oriundo del frÃo y fronterizo estado de Michigan, William John Cliffton Haley era un tipo blanco y robusto que gustaba más de ritmos y melodÃas sureñas. Sus cálidas preferencias lo llevaron a cantar country y a escuchar y admirar a gente como Hank Williams. Es irónico que su éxito y fama vinieran de otra vertiente que en gran medida fungió como una antÃpoda a esos géneros: el rock and roll.
CorrÃa el año de 1954 y en el viento se sentÃa un cambio. Las sombras ominosas de la posguerra y la división del mundo en dos bloques ideológicos y económicos (claramente simbolizados con el muro de BerlÃn) se cernÃan amenazantes sobre la conservadora sociedad estadounidense. En este ambiente de miedo y paranoia los jóvenes crecÃan menesterosos de algo que los sacudiera y diera sentido a su vida que se encontraba envuelta en capas y capas de aburrimiento.
Para esta fecha el joven John Cliffton ya habÃa sentido esta necesidad y decidió hacerse un fleco que tapara su incipiente calvicie y cambiar su nombre por aquel que lo inmortalizarÃa: Bill Haley. Él, junto a un grupo de entusiastas conocidos como los comets se habÃan apropiado de un ritmo de raÃces negras que sacudÃa los guetos y cuyos mejores exponentes se paseaban con inusitada enjundia detrás de los nombres de Chuck Berry, Little Richard y Fast Domino. Un año antes, Bill Haley and His Comets dieron el primer paso con su canción “Crazy Man, Crazy†pero la que los inmortalizarÃa serÃa “Rock Around the Clock.â€
Al principio “Rock al compás del reloj†(como se le conocerÃa en nuestro paÃs) tuvo una aceptación menor, pero cuando el 25 de marzo de 1955 se estrenó en las salas de cine la pelÃcula Blackboard Jungle de Richard Brooks, se convertirÃa en un fenómeno nacional al alcanzar el primer puesto en el chart estadounidense. La pelÃcula estaba basada en la novela homónima y francamente era bastante mediocre. No obstante, la primera escena mostraba al gordo Bill y a su banda interpretando salvajemente “Rock Around the Clockâ€. Desde entonces el Olimpo los guardarÃa.
Pese a su importancia musical, el mayor logro de Bill Haley se lo debe a su peso histórico pues se adelantó por cerca de 2 años a otros rocanroleros blancos como Gene Vincent, Jerry Lee Lewis, Carl Perkins e incluso del mismÃsimo rey Elvis Presley, pero si queremos llegar a las entrañas de la bestia debemos de regresar algunos años a los estados racistas del sun belt gringo.
Al principio estaba el blues y el Misisipi. El joven Robert Johnson, conocido como el “Rey del Blues del Delta†es quizá el primer miembro y el menos conocido del llamado “Club de los 27â€, es decir, artistas relacionados de alguna forma con la tradición rockera y que han muerto a esa edad (27 años); sin embargo, su existencia fue anterior por mucho tiempo a la sola mención del término rock and roll como ritmo por Alan Freed (la expresión era un eufemismo utilizado por los negros para referirse al acto carnal) y su historia está llena de huecos que han sido rellenados con leyendas y mitos.
El mito más interesante acerca de este guitarrista y cantante se relaciona con su pericia instrumental. Cuenta la leyenda que el joven Robert Johnson era un armoniquista bastante competente cuando tocaba con el guitarrista pionero del folk blues Eddie James House Jr, mejor conocido como Son House. Sin embargo, durante el jam sonoro de las sesiones blueseras de Son House y compañÃa, Johnson no destacaba por su melodÃa guitarrÃstica asà que su jefe le hacÃa callar. En lugar de guardar rencor, Robert Johnson prometió que se irÃa pero regresarÃa convertido en el mejor guitarrista, nadie le hizo caso en ese momento.
Pasó un tiempo del éxodo de Johnson y cuando este regresó lo hizo con una guitarra de palo en la espalda y un estilo novedoso y depurado. El sonido de sus seis cuerdas se caracterizaba por una finura insospechada pero que no perdÃa la crudeza. Nadie podÃa creer la evolución. Son House sentenció sin un solo dejo de broma o sarcasmo: “Le habÃa vendido el alma al diablo para tocar asÃâ€
Lo demás está documentado, hizo giras por todo el sur de los Estados Unidos y grabó 29 canciones entre las que destaca “Crossroadsâ€, canto desesperado de un bluesman que busca redención y recuperar sin éxito su alma. Asà nació la leyenda de Robert Johnson y a la postre la vértebra misteriosa y mágica del Rock and roll.
En nuestro recorrido por los senderos del rock no podemos ignorar la parte más importante y que constituye su quintaesencia: la electricidad. Si bien Robert Johnson dejó una escuela que persiste hasta nuestros dÃas, el impulso definitivo vendrÃa de la improvisación jazzÃstica (sobretodo por su estructura sincopada y académica) y al estruendo eléctrico del blues de Chicago a cargo de McKinley Morganfield, mejor conocido como Muddy Waters.
El Jazz es un género musical de raÃces blueseras que combinaba la pasión y dolor de los campos de algodón y de una historia que giraba alrededor de siglos de esclavismo con elementos propios de la música clásica europea. Esta vertiente no serÃa tan evidente en el primer rock and roll que se construÃa sobre un sencillo ritmo de 4/4 pero serÃa vital durante el desarrollo del mismo en la década de los 60. Artistas y músicos que serÃan pilares para las generaciones venideras son Louis Armstrong, Bessie Smith, John Coltrane, Miles Davies y el inconmensurable Charlie “The Bird†Parker.
En cuanto al blues de Chicago, Muddy Waters inventarÃa un estilo estridente, curtido y directo que oscilaba entre su rasgueo persistente y el sensual sonido del slide . Como ejemplo está esa piedra filosofal que es “Rollin’ Stoneâ€, la que por supuesto darÃa nombre a la banda inglesa liderada por Mick Jagger y Keith Richards, a la revista de cultura pop fundada por Jann Wenner y a la canción de Bob Dylan “Like a Rolling Stoneâ€. La influencia de Muddy Waters serÃa definitiva para el rock inglés en la segunda mitad de la década de los 60 pero de inicio lo fue para ese gran guitarrista y verdadero padre del rock and roll: Chuck Berry.
Nacido como Charles Edward Anderson Berry, Chuck Berry es injustamente considerado sólo un pionero por la crÃtica en general, aquella que busca sesudamente orÃgenes en el campo técnico y que pierden la perspectiva sobre la esencia rockera o como dirÃa José AgustÃn: “La gran tradición rocanroleraâ€. El aporte definitivo de Chuck Berry fue como guitarrista. Sus solos iniciales en canciones como “Roll Over Beethoven†y especialmente la importantÃsima “Johnny B. Goode†(vaya juego de palabras) sentaron la base de lo que serÃa el rock and roll en la mayor parte de sus subgéneros: atractivo, sencillo y divertido.
Mientras tanto, en una ultra conservadora isla de Europa occidental, una agrupación de jóvenes músicos oriundos de Liverpool formaron en 1956 una banda de skiffle que hacÃa sus pininos en fiestas y bailes escolares. Su nombre era The Quarrymen y estaba compuesto principalmente por John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Stuart Sutcliffe. La historia les harÃa justicia cuando se consagraran casi una década después, primero emulando excelentemente a esa negritud incomensurable y después fundando un sonido propio que revolucionarÃa al mundo. Asà se plantó la semilla...
(continúa)
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