RAÍCES DE MANGLAR

Little Richard: Let The Good Times Roll Forever!

Little Richard: Let The Good Times Roll Forever!

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Let The Good Times Roll!

Tremendo artífice, voluble, energético, gritón e inteligible; pilar de la onomatopeya musical, inventor del piano enloquecido, de la digitación frenética. Ahí estará, en sus canciones rapidísimas y trastabillantes, en la trascendencia, quedará ahí, pues el mundo de la música amaina sus campanas por el fallecimiento de uno de los pioneros del rock&roll: Little Richard.


Nacido como Richard Wayne Penniman el 5 de diciembre de 1935 en Macon, Georgia, descubrió desde muy joven su placer por el despampanante mundo del show bussines. El salvajismo de sus composiciones es una mezcla entre gospel, rythm’n’blues y fúricos chispazos de rebeldía a causa de una adolescencia reprimida por sus preferencias sexuales. Adolescencia abortada, pues a los 13 años fue ahuyentado del seno familiar por su padre debido a su homosexualidad inocultable.

Fue esta libertad precoz la que permitió a Little Richard deshacerse del estrecho corsé del conservadurismo gringo de la posguerra y llenarse de maquillaje, rímel y de un ingenio pícaro, desgarbado y desbordadamente sexual.

Aquel coctel molotov estalló en la cara de padres y abuelos escandalizados que veían a sus jóvenes huestes sacudirse al ritmo de "Good Golly, Miss Molly", "Long Tall Saly" o "Slippin’ and Slidin". Aquellas visiones viscerales, casi satánicas a los ojos de la sociedad estadounidense de los años 50, fueron consideradas majaderas y vulgares; sin embargo, esto no detuvo el ímpetu incontrolable de Ricardito.

Su material era presa perfecta de plagiadores, sobre todo de artistas blancos quienes no se explicaban de dónde salían aquellas ráfagas letrísticas que desbordaban una musicalidad inédita y que sólo tenía parangones en otro gran artista de aquellos días: el también fallecido Chuck Berry.

De hecho, es entendible la importancia que la crítica y el público conocedor da a Chuck Berry como "El Padre del Rock", pero también es inevitable llevar en paralelo la elocuencia artística de Little Richard como parte de un selecto grupo de figuras que a la postre incluirían a Jerry Lee Lewis y a Elvis Presley. Son estos cuatro personajes el monte Rushmore del rock and roll y la semilla lúdica de lo que años después sería una auténtica revolución cultural como no se ha visto desde entonces.

Lo que para muchos es la quintaesencia de Little Richard, el motor fidedigno de sus incendiarios movimientos y de sus letras onomatopéyicas e histriónicas es su energía. Una energía inacabable y de voz gritona y rasposa, sumado a una capacidad de fraseo inigualable.

Esta energía es palpable en la fugacidad de sus actuaciones que dejan en ridículo incluso a los punks más trepidantes. De forma increíble se forjó un legado en tan sólo dos años (de 1955 a 1957), pero bastó con eso para influir en los quehaceres compositivos e interpretativos de gente como John Lennon, Paul McCartney, Prince, Robert Plant, Mick Jagger, Freddie Mercury y muchos otros músicos y frontmen.

El éxito de su canción "Tutti Frutti" de 1955, de alguna manera inexplicablemente no censurada en la época pues en argot se entendía como "gay", escrita por Dorothy La Bostrie, catapultaron el prestigio de Ricardito y lo posicionaron en el panorama juvenil de todos los gustos y estratos sociales de la juventud gringa.

Apenas un año después, contemporáneos suyos como Gene Vincent emularían la fórmula impuesta por Richard en canciones como "Be-Bop-A-Lula" con gran aceptación, pero la llama de estas onomatopeyas geniales, comparables a las del mismísimo Dámaso Pérez Prado, otro genio del siglo pasado, arden con singular gracia en la voz de Little Richard.

Caso regional y muy ejemplificador es el de la adaptación en 1960 de "Good Golly Miss Molly" por los Teen Tops, mejor conocida como "La plaga" y con la cual Enrique Guzmán haría brillar las pistas de baile mexicanas.

Y bueno, en todo el mundo giraron aquellos acetatos y éxitos, incluso aunque su mismo artífice se volcará personalmente contra ellos en una redención causada por un percance en uno de los motores del avión con el que salían de gira. Este evento hizo que Little Richard renunciara por un largo tiempo a su licenciosa vida artística.

A su regreso en los años ochenta, Little Richard lucía un talante pleno y lucidez interpretativa pese a no volver a causar el impacto que tuvo en sus buenos años. Hizo lo que pudo, salió de gira y disfrutó de ello cada instante. La magia de este artista recae en la forma en que nos enchina la piel. Tiene en el Olimpo del Rock un lugar especial justo al lado del Rey y del Padre del rock&roll.

Este sábado 9 de mayo falleció a los 87 años de edad Little Richard, sin duda una raíz importante de esa música enloquecedora que en su compás de 4/4 revolucionó el universo de la música. Muere el mito y nace la leyenda. Descansa en paz, Ricardito.

Let The Good Times Roll!

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