Totalitarismo: demagogia y mentira
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Prometer falsas esperanzas con discursos convincentes, pero difíciles de cumplir, con tal de alcanzar las propias ambiciones políticas, ha sido una efectiva herramienta de los políticos de todos los tiempos.
La mentira es el sustento de ésta vieja manera de corrupción, pues permite ocultar y disfrazar los verdaderos propósitos de los aspirantes y poseedores del poder.
En casi todas las campañas políticas, los candidatos usan la mentira, como un ingrediente necesario para sonar convincentes y contundentes ante sus electores.
De tal manera que la filósofa Hannah Arendt nos advierte que en el totalitarismo es en esencia el intento de hacer creer que la fantasía es una realidad, o incluso transformar la realidad y llevarla al mundo de la imaginación. Lo cual incluye introducir el engaño y la mentira, como una manera de ejercer el poder.
De esta manera se corrompe la realidad objetiva, a base de inventar e interpretar la realidad al gusto de los poseedores de la autoridad y el poder. Inventar que un pueblo es el escogido por los dioses, o de que se es la raza superior y de que se tiene que purificar la población de paganos y herejes, o creer que debemos ser tratados todos por igual; es parte de las creencias que implican fantasías que se colectivizan a base de propaganda, prédicas y persecuciones por sólo dar unos ejemplos.
Puede ser que los mismos creyentes de sus ideologías no tengan plena consciencia de las fantasias y mentiras en las que viven y difunden, pero sería el colmo que, si lo saben, aún así lo divulgen como si fuera una realidad o una verdad.
De aquí que Aleksander Solzhenitsyn llegara decir, en una de sus obras:" En nuestro país las mentiras no sólo se han convertido en un parámetro moral, sino en la columna vertebral del Estado".
Son muchos los autores que han señalado que los sistemas políticos se han impregnado de personas hipócritas y mentirosas, simplemente porque los mismo regímenes atraen ese perfil y están atrapados en un círculo de engaños. Han sido capaces, incluso, de falsificar la historia a su propia conveniencia, lo mismo que hacen con el presente y el futuro, apoyándose en datos y estadísticas falsos.
Si son los mismos sistemas los que reposan en una sarta de mentiras, qué podemos esperar que suceda o pueda hacer cambiar las cosas en favor de la verdad y la transparencia y no de tanta falsedad.
Afortunadamente hombres inteligentes ya han abordado el tema recientemente, como el ya mencionado A. Solzhenitsyn, quien escribió en un breve ensayo sobre el no vivir en la mentira (Live Not By Lies)
"Si nosotros mismos vivimos en el confort de la mentira, no echemos la culpa a los demás de todo, sino a nosotros mismos por permitirlo".
De aquí que la tendencia de los últimos tiempos es vivir a base de sistemas políticos como el fascismo, el totalitarismo y la falsificación de la verdadera democracia, para mantener bajo control a las masas y haciéndolos sus víctimas.
Los poderosos requieren de la sumisión, el apoyo y la complicidad de las mayorías, para mantenerse gobernando.
No son sólo los políticos y los burócratas los responsables de tanto sufrimiento, carencias, control y falsedad, sino el mismo sistema totalitarios que promueven las minorías.
La complicidad psicológica de los individuos es también vivir en el engaño, creerse toda la sarta de mentiras que les cuentan y perder así el pensamiento crítico. Se acostumbran a vivir de ésta manera, tratando de sacar provecho del escenario, fomentando el egoísmo y el creciente consumismo irracional y superficial.
Lo que empodera al totalitarismo es la mente débil y consumista de los individuos. Por lo que la verdadera revolución es la transformación de las mentes para que asuman la propia responsabilidad y aumentar así la valentía y el carácter para oponerse, firmemente a la imposición, el control y la pérdida de la libertad.
La mejor propuesta es cambiar desde nuestro interior, modificar nuestra actitud sumisa y permisiva y no dejarse envolver por las mentiras de la información manipulada. Es uno de los puntos más vulnerables de los sistemas totalitarios, hoy en voga, la consciencia del individuo y su colectivisación para combatir las mentiras que sustentan.
Finalmente, no ser cómplices ni participar de esas mentiras, aunque existan muchos convencidos y defensores de ellas, tenemos que resistir y no dejarnos atropellar por ellas y enarbolar la verdad y la libertad de pensamiento ante todo.
Hoy, la verdad es una de las mejores ‘armas’ contra esos hipócritas impostores.
No participar de sus mentiras y mantenerse firmes en la certidumbre.
Simplemente como lo ha señalado Vaclav Havel, un disidente del viejo partido comunista de Checoeslovakia y que publicó en su libro "The Power of the Powerless": "Si la principal columna que sostiene el sistema totalitario, es vivir en la mentira, entonces que no nos sorprenda que su principal amenaza es vivir en la verdad. Por ello la verdad la tienen que suprimir firmemente por encima de todo"
Una manera evidente de oponerse a la mentira organizada es no participar de ella al no darle cuerda ni hablar si quiera de ella. Pues de lo que se trata, es de vivir en la verdad, no de caer en la polémica con la mentira.
Lo imprevisto, lo sorpresivo, la espontaneidad y lo impredecible son un auténtico antídoto en contra de la mentira de Estado. Eso permite restarle al poder de dominación que pretende tener el sistema totalitario, al intentar acabar con la libertad y el pensamiento crítico.
La consciencia individual y la colectiva, aunada a la moral, a lo justo y al respeto; deben estar por encima de las leyes injustas e impositivas. Por ello, hay que darle voz y eco a las ideas que hablan de la verdad, del despertar de la consciencia y señalar así, los métodos coercitivos y promotores de la sumisión, el temor y los atentados contra la libertad.
A la mentira no hay que soportarla ni darle tregua alguna, pero tampoco caer en la trampa de quererla combatir con el debate y el enfrentamiento.
Se trata de mejor ponderar la trascendencia de vivir en la verdad, de subrayar la elevada calidad de vida que se alcanza, cuando se vive con ella, en la importancia de estrechar los lazos con la congruencia, al no acostumbrarse a las contradicciones y a la hipocresía.
Los gobiernos y minorías poderosas cuentan muchas historias falsas, con acusaciones y narrativas realizadas con el fin de convencer a los incautos, muchas veces ocultando la misma verdad y haciendo de la mentira la noticia y la información oficial. De aquí, el poder que se obtiene con el uso de los medios de comunicación al apropiarse tambien de las fuentes de información para sólo contar lo que le es plenamente conveniente al poder en turno.
Al crear miedo, infundir amenazas, promover expectativas y esperanzas ilusas e inalcanzables. Las minorías empoderadas logran controlar y someter la mente del colectivo y debilitar así los intentos individuales de sacudirse la mentira. Regularmente persiguiéndolos y acusándolos de cualquier cosa, incluso de no pagar impuestos con tal de meterlos a la cárcel e intimidar los con despojarlos de su bienestar y calidad de vida.
Insistimos, la verdad es el peor enemigo del totalitarismo que, junto el ejercicio de la libertad, se convierten en el principal objetivo a eliminar, para tener el mayor control de la población ya sin mentes que sepan la verdad y quieran ejercer su libertad.
Cualquier líder que surja y dé luz en las tinieblas que el control promueve, hay que aplastarlo. Erradicarlo lo más pronto posible y desaparecerlo, pues no hay que dejar que se despierte la consciencia perturbada y adormilada de la población ya sometida.
Por ello Aleksandr Solzhenitsyn muy atinadamente escribió en su obra El Archipiélago Gulag: "Con un sólo hombre que deje de mentir, se podría acabar con la tiranía".
Falta la valentía de los hombres que deciden no seguir la necia y astuta manipulación de la mentira, ser firmes en la opción por la verdad y la libertad. Pues el miedo, la apatía y la confusión de ideas marchan a pasos agigantados en el mundo de los tímidos, los cobardes, los que ya se han doblegado al poder a cambio de las migajas del consumismo y las utópicas promesas de bienestar.
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