PARRESHÍA

El método muégano

El método muégano

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Como en el juego de dónde quedó la bolita, el discurso oficial y gobierno se mueven vertiginosa y desordenadamente sobre un tablero sin casillas ni destino en un universo sin orden, perspectiva ni concierto.

El texto leído ayer por el presidente López Obrador no discursa, apabulla.

Su estructura y desarrollo pudiera no ser es un error, sino una estrategia.

Su desarrollo apiña temas, datos, proclamas, justificaciones, medias verdades, ocultamientos y propaganda sin orden alguno. Salvo excepciones que abordaremos adelante, ningún asunto se despliega en una secuencia y concatenación de planteamiento, argumento, justificación y conclusión.

Se brinca de un asunto a otro: de seguridad a adultos mayores, a energía, a parques y jardines, a caminos de mano de obra, vacunas, Biden, remesas, turismo, huachicol y así en una infinita lluvia de apuntes sin el menor procesamiento; inconexos, dispersos, sobre los que se regresa desordenada y espaciadamente una y otra vez sin posibilidad de hilar, asociar, comparar o formar un perfilamiento de idea estructurada.

Se busca turbar, no informar, menos explicar; saturar y extraviar, no clarificar; fatigar, confundir, apabullar con temas y datos disparados en metralleta imposibles de seguir y contextualizar. No hay visión de conjunto, sistematización ni procesamiento. Todo es una bolsa de chivera donde van mezcladas prendas, alimentos, medicinas, papeles, dinero y herramientas.

Es el método discursivo del muégano, donde un falso y empalagoso piloncillo aglomera de chile, de dulce y de manteca.

El desarrollo propio de la retórica se compartimenta en arbitrarias fracciones estancas que se mezclan en una tómbola y se van leyendo como niño gritón de lotería. A la miscelánea y disparidad de datos se agrega la cantidad, de suerte que aún el más experto en algún tema le es imposible armar —dentro de un océano de rompecabezas— un esbozo del de su especialidad.

Al final queda un cansado y confuso fastidio. A ciencia cierta nadie sabe nada —como en el juego de dónde quedo la bolita— pero se va uno con una impresión de enormidad inconmensurable e indigerible.

Fríamente cualquiera diría que está ante un timo, pero los aparatos de reproducción del garapiñado y el juego poco inteligente de quienes viven de opinar a botepronto de cuanto tema que se les pregunte, sin reclamar su derecho al pasmo y el, también, necesario método, hacen del muégano discursivo una bola de nieve que termina por ser abandonada con urgencia y enfado por cualquier otro tema que brinque o se inocule oportunamente en la distracción de la conversación pública que es hoy la política reducida a espectáculo.

Sorprenden, sin embargo, tres temas que sí fueron objeto de debida y cuidada retórica. Es decir, que no fueron metidos al triturador ni a la tómbola: Militarización, revocación y conquista de conciencias.

En estos tres temas el presidente sí respetó las reglas elementales de la retórica: planteamiento, desarrollo y conclusión. Con lo cual delata que son de su especial preocupación.

De la militarización negarla, primero, y defenderla después con argumentos manidos de que, siendo militarización, no es represiva, cuando a todas luces la militarización de la seguridad pública es omisa en la atención del problema, mientras que como la humedad las fuerzas armadas se hacen de tareas civiles, recursos públicos y poder político. De ello y de corruptelas denunciadas el presidente evade como momia.

Con la revocación de mandato violó flagrantemente una sentencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que le prohíbe hacer propaganda de ella y, como era de esperarse, la tergiversó cuidando no mencionar “ratificación”, que enmascaró en un “qué tanto respaldo tiene nuestra política de transformación”, para luego abanderarla en amenaza y arma política a su servicio en contra de cualquier otro poder al que abiertamente amenazó azuzando al pueblo bueno y acarreado, a así convertía en verdugo de democracia e instituciones.

Finalmente, el cambio de conciencia. Minutos antes había afirmado que gobierna para todos, que a todos respeta, que hay libertades, Estado de Derecho y fraternidad, para terminar reclamando y ponderando la radicalidad para impedir cualquier libertad de intento de cambio de rumbo y contar con el respaldo del pueblo allí reunido para acabar con los adversarios de sus calificativos preferidos. Fraternidad polarizada y polarizante, pluralidad acotada, libertad para los que me siguen, el pueblo como arma de exterminio.

Pero su método discursivo nos pudiera estar mostrando que quizás —también— sea de gobierno. Gobierno muégano que en amasijo primordial va ocupándose de temas sin hilación y procesamiento; sin entrar nunca a un planteamiento de conjunto contextualizado y a un análisis en sus méritos. Ahorita este asunto, pero antes de desplegarlo en perspectiva, otro que se queda igualmente en suspenso por otro que también es abandonado en frenética sucesión sin fin.

Los asuntos se convierten es ahistóricos; no tienen pasado, todo nace con él —el génesis personalizado—, nada se perfila en un horizonte de tiempo y en vertientes de escenario; carecen de entidad y desdoblamiento propios hasta que la tómbola o la emergencia los vuelve a escupir. Él otorga ser a los asuntos, momento histórico, perspectiva política y propagandística, explicación y uso. No son problemas de la realidad y circunstancia, es agenda política. Por eso sobre las personas, su salud, dignidad, libertades y derechos privan obras, dependencias públicas, rencores, ocurrencias y por sobre todo poder y control político.

Por eso no se aprecia entidad, orden ni devenir propios en las cosas de Palacio. Todas son satélites en una ensalada de oscuridades a su alrededor que adquieren existencia y luz momentáneas sólo cuando su sol las ilumina sin orden ni concierto para hundirse inmediatamente de nuevo en el caos de la nada como método.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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